LA MANSIÓN DE ARAUCAÍMA
Advertencia: en esta entrada se usarán términos que hoy en día son
considerados ofensivos, así que les pido discreción.
Para terminar con el Mes Colombiano, esta semana analizaré la novela corta La mansión de Araucaíma del escritor Álvaro Mutis, que al igual que Manuel Mejia Vallejo, se cumplen los 100 años de su natalicio. Fue publicada en 1973 y en 1986 se estrenó su adaptación al cine dirigida por Carlos Mayolo.
La mansión de Araucaíma está dividida en trece capítulos, pero
debido a su extensión, que es menor a 30 páginas en pdf y no llega a los 100 en
físico, es habitual que sea recopilada junto con otros cuentos.
La mansión de Araucaíma, relato gótico de tierra caliente, que es
su nombre completo trata precisamente sobre una casona en la que habitan seis
personas: el guardián; el dueño, que es Don Graciliano o Don Graci, como todos
lo llaman; Camilo, el piloto; el fraile; Cristóbal, el sirviente (así lo llaman
en la novela); y La Machiche, la única mujer en la mansión hasta la llegada de
una joven modelo que cambiaría la dinámica en la casa y ya imaginarán que no
para bien.
El guardián, que se llama Paul, es un exmilitar y exmercenario que
le falta un brazo. Se encarga de cuidar la casa, controlar las entradas y las
salidas, suministrar herramientas o dar permiso para vender los limones y las
naranjas que produce la mansión y de lavar la ropa. Habla cinco idiomas y toca
la armónica.
Don Graciliano o Don Graci es el supuesto dueño de la mansión
llamada Araucaíma, un nombre que no tiene idea de donde salió. Digo supuesto
porque él asegura que la heredó pero se da a entender que se apropió de ella de
manera cuestionable. A menudo hace que alguno que los habitantes de la casa se
bañen con él cuando lo desea, lo cual ocurre siempre porque Don Graci se baña
dos veces al día, siendo el fraile el único a quien Don Graci no logra que lo
acompañe en sus baños. Al ser el dueño, se encarga de mantener el orden en la
casona mediante nueve reglas que él llama máximas, como también de no permitir
que nadie más, aparte de los seis habitantes contándolo a él, entre o viva en
la casa. La trágica llegada de Angela rompería el equilibrio que Don Graci
quería mantener.
El piloto, llamado Camilo, llegó a la casa como piloto de avioneta
usada para fumigar una plaga en los naranjales y los limoneros de la casa. Sin
embargo, su avioneta se incendió justo cuando iba a irse por lo que se quedó en
la casa gracias a La Machiche, que quería tener intimidad con él, algo que no
ocurrió por la falta de interés en el sexo por parte del piloto, algo que le
trajo la animadversión por parte de La Machiche. El hecho de que el piloto y La
Machiche se desprecien mutuamente tiene mucho que ver en el clímax de la
historia, pues este mismo no puede ocurrir si él y ella se llevaran bien. Fuera
de todo ello, el piloto suele cantar una canción que refleja sus deseos de
conocer a una mujer y poder salir de allí.
El fraile es un sacerdote que decía haber sido confesor de un Papa,
algo de lo que los demás habitantes de la casa dudan hasta que ven una carta en
un sobre con la tiara papal y las llaves cruzadas, ambas insignias papales. Siempre
abre cada mañana con una oración, que todos repiten. Por alguna razón, es el
único en toda la mansión que tiene armas, en concreto una pistola y un puñal,
las cuales siempre limpia pero que nunca usa. Pareciera el habitante más
ecuánime de la casa de no ser porque él participó en la intriga que sacudiría
la casa. Su nombre es desconocido, pues ninguna de las otras cinco personas en
la mansión se molestó en averiguarlo.
El sirviente, llamado Cristóbal, es un haitiano encargado de
comprar los víveres y de vender los limones y las naranjas que la mansión
produce y de las cuales subsisten. Llegó a la casa en uno de los viajes de Don
Graci y por un tiempo fue amante de este, pero cuando perdió el interés La
Machiche no tardó en tener intimidad con él. En cuanto a su relación con los
demás habitantes de la casa, en general se lleva bien con ellos, en particular
con el piloto a quien le consigue privilegios como las mejores presas de
gallina para el caldo de los jueves de Corpus que prepara, agua caliente para
afeitarse y sabanas limpias todas las semanas. El guardián es el único habitante
de la casona con el que no tiene buena relación. Es zurdo.
La Machiche es la que, por así decirlo, domina la casa. Encargada
de la mayor parte de las labores domésticas, en su juventud se hizo conocida
por sus habilidades eróticas que aún mantiene. Es una persona consciente de que
está envejeciendo y la llegada de Angela a la casa despierta en ella el deseo
de evitar que la joven desestabilice la armonía del lugar, por lo que se
encarga de planear su destrucción emocional, demostrando su carácter manipulador
y despiadado, pero al mismo tiempo es incapaz de medir las consecuencias de sus
actos. Salvo el fraile, al que le tenía miedo, y el piloto, al cual detestaba,
se lleva bien con los demás habitantes de la casa.
Incluso la mansión es su propio personaje. Tiene un tamaño y
apariencia similar a las de las antiguas casonas cafeteras, pero a diferencia
de estas predomina el silencio, rayando en lo espectral, que solo se rompe
cuando se lavan las frutas o se manipula el café, única planta que se cultiva
fuera de los limones y las naranjas.
A este lugar habitado por estas seis personas, llega un día Angela,
una modelo de diecisiete años que había llegado al pueblo a filmar un
cortometraje. Se ve obligada a trabajar luego de la muerte de su padre y del
despilfarro que su madre hizo del poco dinero que su padre les dejo a ambas. A
pesar de sus amoríos con uno de los electricistas de la producción, en general
Angela carece de malicia y de deseo en lo que concierne a la sexualidad, pues
se describe que ella «se sentía extraña y ajena a sí misma en el momento de
gozar y, en ciertas ocasiones, llegaba a desdoblarse en forma tan completa que
se observaba gimiendo en los estertores del placer y sentía por ese ser
convulso una cansada y total indiferencia» (p. 46).
Luego de terminar la filmación, Angela decide quedarse en el
poblado recorriendo sus paisajes en bicicleta y en unos de esos paseos llega a
la mansión para usar el baño, pero termina quedándose por sugerencia del
piloto, que le preocupa que ella haga un viaje nocturno en bicicleta que podría
ser peligroso.
Dentro de la casa y luego de no lograr tener intimidad con el
piloto, Angela termina teniendo relaciones con el fraile, el guardián y el
sirviente. Esto último enfurece a La Machiche, que crea un maquiavélico y
retorcido plan para deshacerse de Angela de una vez por todas, algo que
recuerda a las intrigas sexuales de la marquesa de Merteuil de Las relaciones peligrosas, con la
diferencia de que esta última buscó destruir a su víctima de manera indirecta.
De cualquier modo, Angela acaba siendo aniquilada en el sentido emocional y
psicológico, algo que la lleva a tomar una decisión que causaría más tragedia
en la mansión.
Sin duda, La Mansión de Araucaíma tiene el estilo y el contenido
típicos de una novela gótica, a pesar de que ambientarse en una zona tropical. La
típica gran casona en la que habitan personajes oscuros y llena de secretos
inquietantes. Uno pensaría que ese tipo de tramas solo funcionarían en los
cuentos y las novelas de lengua inglesa, pero Mutis consiguió aplicar las
características góticas a un ambiente colombiano con resultados satisfactorios.
La historia no se siente forzada y su narración es fluida y muy descriptiva,
típica de la novela gótica, aunque tiene un toque surrealista que no se
esperaría encontrar en un relato de este estilo.
Incluso los personajes tienen esa aura de las obras literarias
góticas al insistir en que se mantenga el orden de manera tan estricta como
turbia para que ningún extraño se dé cuenta de la dinámica del lugar. Es obvio
que la llegada de una persona ajena a la mansión rompería el equilibrio
establecido, el estatus quo. Más aún si esa persona extraña era una mujer en
una casa donde casi todos los habitantes son hombres y la única mujer del lugar
la veía como una fuerte competidora. Al final pasa lo que se temía: la llegada
de un extraño destruye la dinámica y algo más, que les pido que averigüen si
tiene la oportunidad de leer la novela.
Además del estilo gótico y al igual que otras novelas colombianas
que he tenido la oportunidad de leer, La mansión de Araucaíma tiene cierto
contenido erótico que recuerda a Los pecados de Inés de Hinojosa porque
involucra una relación íntima entre mujeres, pero al mismo tiempo tiene tintes
de Las relaciones peligrosas porque la relación lésbica es usada como una forma
de dañar psicológicamente a una de las dos. Lo más turbio es que es una forma
de recuperar la armonía que se ha perdido con la llegada de una persona ajena a
la casona, algo bastante perturbador si uno lo piensa y al mismo tiempo inútil,
porque la armonía nunca regresa y, de hecho, al final todo acaba peor que al
principio.
En general, La mansión de Araucaíma es y no es una típica novela
colombiana. Sí, se ambienta en una hacienda cafetera y frutal local pero al
mismo tiempo tiene el estilo gótico asociado a novelas como Jane Eyre, El vampiro, El monje y El mayorazgo, lo cual me parece un
experimento arriesgado para la época. Sin embargo, en este caso a Mutis esta
mezcla le salió bien y nos dio una novela corta con una trama fluida y sencilla
y un final inesperado. Sin duda, la recomiendo tanto esta novela como su
adaptación, la cual es extremadamente fiel y es algo que no se puede decir de
la mayoría de las adaptaciones cinematográficas de obras literarias. Si les
gustan las novelas góticas y el contenido erótico, La Mansión de Araucaíma les
agradará.
Con esta entrada, cierro el Mes Colombiano. Es un mes que nos mostró cómo luchar contra las injusticias del estado, una lucha en contra del dolor y el resentimiento y una improbable casona gótica en tierra caliente. Un mes bastante introspectivo. Espero que este mes haya sido del agrado de ustedes y estén a la próxima entrada, que será la número 400. Gracias y hasta luego.
Comentarios
Publicar un comentario