EL BUSCÓN
Después de pasar por un complejo
y
difícil
noviembre,
empieza diciembre, el último mes del año. Para empezar, lo haré con una novela,
en apariencia ligera, aunque complicada por su contenido y lenguaje. Una novela
picaresca, que pertenece al llamado Siglo de Oro de las Letras Españolas.
Después de El lazarillo de Tormes, esta
es la novela picaresca más importante de la literatura española. Por supuesto,
me refiero a El Buscón o La vida del Buscón.
El Buscón, cuyo nombre completo es Historia de
la vida del Buscón, llamado don Pablos; ejemplo de vagamundos y espejo de
tacaños es una novela que fue escrita por Francisco de Quevedo y publicada en
1626. Está dividida en tres partes o tres libros, como son llamados en ella. El
primer libro tiene siete capítulos, el segundo seis y el tercero y último diez,
siendo este el más extenso.
Como solía ocurrir con la mayoría de las
novelas picarescas, El Buscón critica a la sociedad de su tiempo y a la Iglesia
Católica. Quizá esto y el hecho de que ya había tenido problemas con la
justicia española fueron las razones por la que Quevedo nunca aceptó por
completo su autoría en vida.
El libro primero habla sobre los primeros años
de vida de Pablos, su protagonista. Nos enteramos de sus antecedentes
familiares y sus primeros años en Segovia, su lugar natal; su amistad con don
Diego Coronel, un hombre de clase acomodada; la entrada de ambos a un internado
y su traslado posterior a Alcalá de Henares a continuar sus estudios. Es allí
donde Pablos comienza sus primeras picardías, al engañar a los estudiantes para
obtener lo que desea. Posteriormente, don Diego regresa a su ciudad natal y
deja a Pablos por órdenes de su padre, que ya ha tenido suficiente de su mal
comportamiento. Al final del primer libro, Pablos recibe una carta de su tío,
Alonso Ramplón, verdugo de la Inquisición en Segovia, en la que revela lo que
sucedió con sus padres (condena a muerte) y le pide que regrese a Segovia
porque quiere que se convierta en verdugo y porque le tiene un dinero de
herencia.
El libro segundo trata sobre el viaje de Pablos
desde Alcalá de Henares hasta Segovia. Es un viaje largo, donde se encuentra
toda clase de personajes, tan picaros y tramposos como él. Antes en entrar a
Segovia, se topa con lo que queda de su padre, el cual había sido ejecutado por
la Inquisición. Al final, reclama la herencia de su tío, pero decide que no
será verdugo, sino que se valdrá por su cuenta.
En el tercer libro, se une a un grupo de
picaros, con los que comete delitos y termina en la cárcel. Después de salir de
la cárcel, gasta lo que le queda de herencia haciéndose por un hombre rico para
conseguir como esposa a una joven rica y de buena posición para vivir
cómodamente. Este plan se echa a perder cuando descubre que la joven es
prometida de su antiguo amo, don Diego Coronel.
Luego se une a una compañía de cómicos en
Toledo, pero luego la abandona para convertirse en galán de monjas, es decir,
se dedicaba a seducir religiosas. De Toledo se va a Sevilla, se une a otro
grupo y allí sigue cometiendo fechorías. De nuevo es detenido, pero pide santuario
para evitar ser encarcelado de nuevo o ejecutado y se hacer amante de una mujer
conocida como la Grajales. Allí le propone que ambos viajen juntos a las
Indias, a ver si suerte cambiaba. Sin embargo, al final se da a entender que
esto no ocurre y deja como última frase la única enseñanza en toda la novela:
“[…] nunca
mejora su estado quien solamente muda de lugar y no de vida y de costumbres”
Libro Tercero, Capítulo X
El protagonista de la novela es Pablos, un
segoviano. Hijo de Clemente Pablo, un barbero ladrón y de Aldonza de San Pedro,
una cristiana nueva que gustaba de hacer hechicerías. Tuvo un hermano que le
robaba a los clientes de su padre y que murió en la cárcel, tras ser apresado
por ello.
“Murió el
angélico de unos azotes que le dieron en la cárcel”
Libro Primero, Capítulo I
Considerando que sus padres ya eran unos
pícaros y le enseñaron sus mismos pasos a su otro hijo, es fácil suponer que
Pablos terminaría convirtiéndose en uno.
Al entrar a la escuela, conoce a Don Diego
Coronel, que tiene una condición social y económica mejores que Pablos, que se
convierte en su protegido. Adonde quiera que iba don Diego, estaba Pablos. Primero
estudiaron en un internado, donde casi mueren de física hambre, y luego se
trasladan a otra institución de más renombre en Alcalá de Henares. Allí Pablos
comenzarían a cometer picardías, en un principio para sobrevivir, pero luego
descubre que le agrada y lo hace porque le gusta y porque así consigue lo que
desea. No es de extrañar que perdiera la protección que le daba don Diego.
Después de este paso, Pablos no se detiene y
comete toda clase de engaños y fechorías, ya sea como cómico, haciéndose pasar
por un hombre rico o uniéndose a grupos de pillos. Para cuando pide santuario, está
claro que Pablos hace lo que hace porque simplemente le gusta y es evidente
que, a diferencia de Lázaro, no cambiará así se mude a otro continente.
No es como si Pablos no tuviese oportunidades
de abandonar esa vida. De hecho, tiene una, como se muestra al final del libro
primero, cuando su tío Alonso Ramplón le ofrece aprender el oficio de verdugo
de la Inquisición, además de una cuantiosa herencia. Pablos pudo haber dejado
de ser un pillo y hubiera sucedido a su tío como verdugo, pero no lo hace ¿Por
qué? Porque como dije antes, Pablos disfruta su vida de pícaro y piensa que
obtiene más cometiendo engaños que teniendo un trabajo regular.
Una de las características de la narrativa
picaresca es la presentación de un protagonista que debe hacer toda clase de
trampas y engaños para subsistir, pero también porque le gusta hacerlo. Las
primeras novelas picarescas, que aparecieron en el siglo XVI, tenían un punto
en común: daban lecciones morales, a pesar de ser pillos, porque era una forma
de enseñarle al lector que no siguieran sus pasos. De hecho, al final de dichas
novelas el pícaro decide alejarse de esa vida y en su lugar busca y asume una
vida más honesta. Esto es algo que se ve en El lazarillo de Tormes.
Sin embargo, esto cambia al llegar el siglo
XVII. La narrativa picaresca deja de dar reflexiones y los protagonistas de
dichas novelas no buscan algo mejor en su vida. En su lugar, deciden mantenerse
en el camino del pícaro, sin importar si eso los lleva a la condena o a la
ejecución. También adquieren una crítica y una sátira más sociales, como la
hipocresía religiosa y la limpieza de sangre.
Todo eso tiene sentido cuando se mira el
contexto histórico en el que vivía España en ese momento: economía en declive,
aumento de la delincuencia, corrupción en el gobierno, discriminación a los
cristianos nuevos, etc. Estos problemas fueron caldo de cultivo por parte de
los escritores que lo manifestaban y lo satirizaban en sus libros.
Para mí, El Buscón es un libro con muchos
altibajos. Empieza fuerte, se desinfla a la mitad y termina de manera regular.
Debido a la antigüedad de la novela, su lenguaje es antiguo y algo difícil de
entender. Además, su lectura es lenta y pesada, en especial en el Libro
Segundo. Lo recomiendo para aquellos que gustan de la novela picaresca, pero no
para un lector ávido y de gustos más generales.
BIBLIOGRAFIA
Quevedo, F. de (1999) El buscón. Madrid: Edimat Libros.
Comentarios
Publicar un comentario