EL PAÍS DE LA CANELA



Para terminar el Mes Colombiano, lo haré con la segunda novela de la trilogía que abarca la saga de la Conquista de la Amazonia: El país de la canela del escritor tolimense William Ospina. En 2015 intenté leer esta novela como parte de un trabajo de la universidad, que terminó siendo Ursúa. Como la edición de internet que estaba disponible en ese entonces y que leí era malísima, no pude entender nada y terminé odiando la novela. Ahora, cuatro años después decidí darle una segunda oportunidad y me alegra haberlo hecho.
El país de la canela está dividido en una introducción, 33 capítulos y una nota del autor que funge como epílogo, al igual que su predecesora, Ursúa, y su sucesora, La serpiente sin ojos. Al igual que estas mismas novelas, los títulos de los capítulos de El país de la canela son las frases iniciales de cada capítulo. La historia se desarrolla entre 1539 y 1550.
La introducción nos muestra como en 1547 durante su estancia en Flandes el contador escucha lo que le dice un hombre llamado Teofrastus, poco después de que acabara la fracasada expedición al País de la Canela. Teofrastus le dice lo que tuvo que vivir y como prefiere algo más simple entre algo que está lleno de muchas cosas.
Los primeros ocho capítulos empiezan a plantear la historia del contador, como conoce su origen mixto, cómo decide marcharse de La Española a Cuzco para reclamar el dinero que heredó de su padre y cómo Gonzalo Pizarro le propone que se una a su expedición al País de la Canela.
Entre los capítulos nueve al trece muestra la travesía desde Quito por parte de los hombres al mando de Pizarro y Fernando de Orellana. En este viaje fallido, los españoles hacen toda clase de actos deplorables contra los indígenas y varios de ellos enloquecieron y demostraron su crueldad, entre ellos Pizarro.
Entre los capítulos catorce y veinticuatro nos muestra cómo la expedición se roba unas piraguas que encontraron en una aldea indígena abandonada y con ellos deciden llegar hasta la playa para luego seguir su travesía en dos bergantines por el río, esta vez al mando Fernando de Orellana, que resulta un líder menos sanguinario que Gonzalo Pizarro. En apariencia el viaje es más pacífico para ellos, pero en realidad se invierten los papeles: esta vez ellos son atacados no sólo por los indígenas sino también por los animales que se encuentran a las orillas y en el río. Finalmente, alcanzan la desembocadura del río y pensaron que este sería el final de su viaje, cuando en realidad sus problemas estaban lejos de terminar.
Entre los capítulos veinticinco y veintisiete los dos bergantines, el San Pedro y el Victoria, llegan a la mar y desembarcan en Cubagua y Margarita, culminando la expedición. De los cincuenta y siete hombres que la empezaron sólo quedaron veintinueve al cabo de dieciocho meses. Desde allí, todos se dispersaron y el contador regresó a La Española sólo para encontrar que el mundo que dejo atrás ya no existe y que Gonzalo Pizarro acusó a Orellana por traición. Al ver que ya no tiene nada que ganar, le pide a Gonzalo Fernández de Oviedo, su protector, si puede viajar a Europa, continente en el que jamás ha estado. Oviedo acepta.
Del capítulo veintiocho al veintinueve el narrador nos muestra como llega a Europa y se establece en Roma bajo la protección de Pietro Bembo, un hombre que ha trabajado para cuatro papas. Allí el contador cuenta su historia sobre la fracasada expedición, pero encuentra que los cardenales están más interesados en cierta parte del relato que en el resto. A pesar de sus intentos, al contador no llega a gustarle Roma, ya que la encuentra ruinosa y corrupta.
Durante el capítulo treinta el contador se embarca en un viaje errante por el occidente y centro de Europa luego de la muerte de Bembo y de visitar por última vez a Oviedo. Luego de llegar a Flandes conoce a Teofrastus, que es mencionado en la introducción, y junto a él ambos viajan de forma itinerante. Pero cuando ambos se separan por cosas más allá de su control, el contador vuelve a pensar en las Indias y en el viaje que vivió. Pronto entra en contacto con la Casa de Mendoza y se convierte en el asesor del marqués de Cañete.
Los últimos tres capítulos nos muestran como regresa de nuevo a la Indias junto con su protector, el marqués de Cañete, que ha sido nombrado virrey. A pesar de su reticencia inicial, acepta pues su señor necesita una persona veterana de las Indias y a sus ojos, el contador es el indicado. Luego de un viaje que incluyó una escala, el contador llega a Panamá y se encuentra con la persona a la que está contando su historia, la cual resulta ser el protagonista de la novela anterior.
Como en la nota del autor de Ursúa, en la nota de El país de la canela nos menciona cuales hechos de la novela son verdaderos y cuáles son ficticios. También se revela una identidad probable para “el contador de historias”; sin embargo, Ospina no cree por completo en la teoría. Además, explica que la novela pareciera más un relato oral del contador hacia la persona con la que está hablando.
El protagonista de la Conquista de la Amazonía es el narrador, a cuál llamé el mestizo en Ursúa y es llamado “el contador de historias” en El país de la canela, por lo que me referiré a él como el contador a secas; además de alguno de los conquistadores que mencionan a lo largo de la saga y para los cuales ha estado bajo su mando. En El país de la canela, los otros dos protagonistas son Gonzalo Pizarro, hermano de Francisco Pizarro, y Fernando de Orellana, primo de los Pizarro. Este último fue su oficial al mando.
En esta novela, el contador conoce su verdadera filiación y a su verdadera madre y decide viajar a Cuzco, en donde se crío hasta la muerte de su padre, para reclamar las propiedades que su padre dejó allí. Al principio no parece encontrar su lugar en el Cuzco conquistado, mucho menos para reclamar sus propiedades. Sin embargo, llegar a la sepultura de su padre lo ayuda a familiarizarse con el lugar que conoció en su infancia y reclamar su herencia, para lo cual tendrá que hacer un viaje hasta el llamado País de la Canela junto a Gonzalo Pizarro.
Debido a que la historia se desarrolla en lo que hoy sería Perú, no puede faltar una mención a los hermanos Pizarro y en particular a Francisco Pizarro, el conquistador de Perú. El contador lo describe como un hombre iletrado (lo cual es avalado por los historiadores) pero que lo que le faltaba en educación le sobraba en astucia y codicia. Para él, Pizarro es un hombre traicionero, que no duda en apuñalar por la espalda como lo hizo con Vasco Núñez de Balboa y Diego de Almagro; esto a pesar de que era el general de su padre. El contador describe cómo Francisco Pizarro pudo escapar del juicio de la Corona española o incluso del de Roma:
Dirás que soy ingrato con Pizarro, el jefe militar de mi padre, pero yo sé lo que te digo: los hombres valientes son demasiado confiados y los traidores son demasiado engañosos; el rey y el papa están muy lejos, y dedicados a sus propias rapiñas, para imponer aquí de verdad la ley de Dios o de la Corona; esta conquista sólo se abre paso con crímenes y muy tardíamente intenta redimirse con leyes y procesiones. Aquí sólo triunfan los peores. La Corona acepta que avancen con saqueos y masacres, y después llega a ocupar lo conquistado y a tratar de castigar a los criminales que lo hicieron posible.
Capítulo IV, No sé sabe quién va más extraviado

Como en Ursúa, uno de los aspectos fuertes de El país de la canela es el uso de la multiperspectiva y el cambio constante de focalización. Por lo general, se usa narrador cero o heterodiegético y puede ser tanto interno como externo. Esto quiere decir que el narrador está en tercera persona y puede haber sido testigo o participante de la trama como puede estar fuera de ella. De esta forma, la narración cambia de acuerdo a la situación. Aquí les pongo un ejemplo de un cambio de narrador externo a interno:
Todo cambia con prisa endemoniada; cada diez años estos reinos tienen un rostro distinto. Si hace treinta eran todavía el mundo fabuloso de las fortalezas del Sol y de las momias en sus tronos, hace veinte fueron escenario de guerras desconocidas entre hombres y dioses, y hace diez un paisaje calcinado donde intentaba sembrarse la Europa grande que avasalla al mundo. Quién sabe qué país nos estará esperando ahora allá al sur, tras estas aguas grises. Yo, que llegué antes que tú a las tierras del Inca, alcancé a ver muchas cosas que pronto desaparecieron: poblaciones intactas, caminos de piedra provistos a cada tramo de bodegas de granos, palacios de losas grandes de la ciudad sagrada, fiestas que tú no conociste. Pero uno sólo ve con nitidez lo que dura: un mundo que no cesa de cambiar apenas si produce en los ojos el efecto de un viento.
Capítulo II, Sólo entonces aparté la vista de mi pasado

Noten que al principio el párrafo parece narrar un recuerdo del pasado que le pudo pasarle a cualquier o que pudieron haberle contado a él. La forma de relatar es de un narrador externo en tercera persona hasta el momento en que dice “Quién sabe qué país nos estará esperando ahora allá al sur, tras estas aguas grises”. A partir de esta frase, el contador habla como narrador interno en primera persona (homodiegético) cuando habla sobre las cosas que presenció, que luego desaparecieron y que para él nunca regresarán.
Pero hay otro tipo de narrador que casi nunca es usado en la literatura, que aparece en esta novela y ese el narrador paradiegético o en segunda persona. Este tipo de narrador tiende a hablar con el lector y descubre la trama por sí mismo para que el lector también puede presenciarla y analizarla. El narrador paradiegético es muy difícil de usar por lo que casi nunca aparece. Un ejemplo es el párrafo donde el contador habla de Pizarro porque ahí se ve que se dirige al lector cuando dice dirás que soy ingrato con Pizarro, pero yo sé lo que te digo. Otro ejemplo se ve después de que termina su relato sobre su viaje por la selva en busca del País de la Canela.
Es porque la conozco que te digo que no pienso volver. Después de atravesar sus dominios tardamos mucho en volver a ser nosotros mismos, nos persiguen sus aullidos, sus zumbidos, su niebla, una humedad que repta por los sueños, que invade las casas donde dormimos aunque ya nos encontremos en ciudades remotas. Estarás a salvo en el día, pero en la noche, alrededor de tu sueño, crecerán follajes opresivos, sonarán cascadas y arroyos, rugirán cosas ciegas en los tejados de las torres, el aire de las alcobas se llenará de vuelos fosforescentes y de cosas negras con hambre, cosas que afilan sus dientes en la tiniebla.
(…) Pero ya veo que no quieres que me aparte más del relato que esperas. Deberías aprender que en todo lo que llega a los oídos hay lecciones que pueden ser definitivas.
p. 30

Noten como el contador le advierte al lector sobre los peligros que tiene la selva para los que no están acostumbrados a ella, tanto físicos como mentales, y como la misma los puedes destruir porque como él mismo dice, “la selva salva a los que quiere y destruye a los que rechaza”; pero también le dice que las historias que se escuchan deben ser tomadas en serio.
Ahora veamos un ejemplo de multiperspectiva que involucran al narrador cero, al narrador homodiegético interno y el narrador paradiegético:
Tú eres el primero que quiere saberlo todo. Oviedo, en La Española, sólo quiso saber cómo era el mundo que recorrimos, las montañas, las selvas, cómo son el río grande y las bestias del río. Interrumpía mi relato para indagar por árboles y tigres, para hacer que yo recordara los peces y las tortugas, y creo que su interés por los indios no era distinto del que sentía por los animales.
p. 49

Noten como se cambia el punto de vista, es decir, el narrador. Primero el narrador habla con el lector (paradiegético), luego habla de Oviedo como si lo conociera, pero al mismo tiempo no lo conociera y luego nos sorprende al mostrarnos que él está escuchando el relato y lo interrumpe para que le hable sobre los animales que vio durante su estancia en la selva.
Aquí viene otro ejemplo similar al anterior:
(…) Cabrera lo hacía todo con método. Desde los primeros días, que fueron los más horribles, todo lo que tenía lo compartió conmigo; en la época de los grandes combates no me perdía de vista, hablábamos largo en las noches, y prometimos que si salíamos con vida seríamos siempre amigos, pero muy pronto la vida impuso sus distancias. Sé que después de nuestro viaje volvió a Quito, lo que es buena prueba de su temeridad, porque allí muchos no nos querían, y sé que Pedro de Puelles, un hombre de Pizarro, lo mandó prender enseguida. Te cuento ahora esto porque dicen que vive en Cuenca, en el reino de Quito, y sigue siendo un hombre pobre. A lo mejor él acepte acompañarte, y estoy seguro de que sería un excelente baquiano, dado que es además un hombre de suerte.
p. 90

Los tres ejemplos de multiperspectiva muestran que el narrador puede estar comunicándose con el lector, pero también con alguna persona que quiere seguir la misma travesía y a la cual le cuenta su experiencia. El final de la novela explica el porqué del estilo de la narración y quién es la persona con la que está conversando.
Una gran diferencia con la novela Ursúa que tiene El país de la canela es que aquí el narrador pasa de ser extradiegético a uno intradiegético porque si en Ursúa el contador no interactuaba con ningún otro personaje que no fuera Pedro de Ursúa, en El país de la canela él socializa con varios personajes ya sean históricos o ficticios.
Al igual que Ursúa, El país de la canela pone énfasis en las analepsis y las prolepsis. Un ejemplo es el capítulo 5 cuando el contador hace un resumen sobre su estancia en la selva. Aunque él habla en tiempo pasado, para el lector es algo que aún no ha presenciado por lo tanto esto estaría en tiempo futuro para este último.
A diferencia de Ursúa, El país de la canela posee tanto personajes redondos (round characters) como personajes planos (flat characters). Un ejemplo es el contador que en Ursúa era un personaje plano, pero aquí es un redondo. La diferencia radica en que El país de la canela tiene lugar en los años de juventud del contador mientras que en Ursúa ya él está en su madurez. Lo que vivió durante la expedición hacia el País de la Canela lo marcó de por vida y se manifiesta en Ursúa cuando presencia los actos sanguinarios y no se siente impactado, pero tampoco es capaz de evitarlos. Esto se debe a que en El país de la canela fue testigo de la carnicería de Gonzalo Pizarro y de sus hombres. Aunque por su herencia indígena él considera que los indígenas son seres humanos como ellos y no merecen ser masacrados, su temor a Pizarro le impide hacer algo a favor de ellos.
 Y yo en las noches le rezo todavía a Baltasar Cobo, con el que recuerdo haber hablado en Quito, como a un santo, porque hizo lo que nadie más se atrevió a hacer en aquel remolino de sangre, lo que muchos habríamos debido hacer aunque nos costara la vida. Nadie más se atrevió a rebelarse, y yo fui de los muchos indignos que aceptaron en silencio la infamia. Sé que en esos días he debido morir, sé que el amor que me había brindado una india de las Antillas exigía que yo me opusiera también a aquel holocausto, pero cerré los ojos anhelando despertar en La Española, ante el mar que todo lo purifica, cerca del regazo de aquella india que siempre me había cuidado, lejos de la jungla de árboles y de locuras en la que ahora nos hundíamos, lejos de la ambición que precipitaba estos hechos salvajes.
Por eso, aunque mis manos no mataron ni descuartizaron a ningún indio, yo me sentí tan responsable como Pizarro por aquella carnicería en la selva, y ni siquiera el hecho de ser el más joven de la expedición y el menos experimentado de todos me protegió del sabor amargo que llevé después en la boca por mucho tiempo, y del frío de vergüenza que sentí viajar en mis huesos.
p. 60-61

Pero lo que más me impedía en la selva participar de esa fiesta de sangre es que a mis veinte años yo había sido auxiliado por indios en momentos de peligro, y todavía antes había bebido la leche en los pezones de una india de La Española, y había escuchado los relatos de Amaney en nuestra casa de Santo Domingo: yo no podía ver a los indios como a bestias sin alma.
p. 64

Para el contador, el peor enemigo en una expedición no son los lugares como las selvas o los ríos sino la mente que no está preparada para soportar eventos violentos o traumáticos:
Como ya te lo he dicho, el peligro mayor no está en la selva ni en el río, sino en el choque de nuestra mente y de nuestras costumbres con la selva y el río.
p. 109

Luego su viaje a Europa se convierte en un hombre más sabio y cauteloso, aunque siempre traumatizado por lo que vivió durante su viaje por el río. Es una persona víctima del deber: no le gusta estar en lugares que saben que ponen a prueba al ser humano, pero al mismo tiempo es incapaz de librarse de ellos. Sin embargo, trata de hacer que su experiencia pueda ser de utilidad para ayudar a los novatos en las Indias.
Aquella noche fue difícil dormir. Soñé que la serpiente cerraba sus anillos sobre mí, vi fauces que se abrían en el rostro impasible de las arboledas. Una tumba en La Española y otra en los litorales peruanos eran ya todo mi pasado en las Indias, y el oro del pillaje del Quzco se había disipado con la canela en el viento de la selva. Pero me ataban lazos de gratitud con Oviedo y con la memoria de Pietro Bembo, quienes me habían encaminado a mi actual oficio, y el marqués de Cañete y nuevo señor de las Indias declaró con tanta convicción que veía en mí un apoyo definitivo para cumplir su tarea que, más que aceptar, obedecí. Pronto estaba zarpando, en un viaje lleno de dudas y de presentimientos.
p. 145

Al menos con este relato pude darte advertencias, cautelas que precisa todo el que corra el riesgo de internarse en la selva. Más que las otras veces, por el afecto y la gratitud que te debo, era mi deber contarlo todo, para que al menos no puedas decir que no sabías lo que te esperaba.
p. 154

Como en Ursúa, en El país de la canela hay una mezcla de personajes históricos y ficticios, pero en esta novela los personajes históricos sobresalen por encima de los ficticios mientras que estos aparte del contador y de su amigo Teofrastus no tienen mucha relevancia. En el primer grupo se encuentran Gonzalo Pizarro, Fernando de Orellana, Gonzalo Fernández de Oviedo y Pietro Bembo que fueron relevantes en la vida del contador y lo ayudaron de forma positiva o negativa. Además, reaparece el poeta Juan de Castellanos que ya había hecho su aparición en la primera novela.
La importancia de El país de la canela es su estilo de bildungsroman o novela de aprendizaje en la que el personaje pasa por un crecimiento moral y psicológico que puede ir desde la niñez a la adolescencia o de esta última a la adultez. En este caso, la expedición hacia el País de la Canela que terminó en fracaso y desastre es el evento que parte en dos la vida del contador puesto que, al ver la muerte, la violencia y los peligros a los que se enfrentaron él y los demás lo hizo madurar de manera dolorosa y traumática. Sin embargo, él usa su difícil experiencia por la selva para asesorar a los futuros conquistadores y gobernadores de las Indias. Además, la narración en segunda persona hace parecer que el contador habla con el lector, es decir, con nosotros cuando leemos la novela.
Con El país de la canela, Ospina muestra su versatilidad al momento de crear una narración, una novela tanto histórica como de aprendizaje y un estilo oscuro, claustrofóbico y lleno de miedo (Esto último recuerda a La vorágine, novela que analicé la semana pasada). En última instancia, su narración especial y los distintos géneros que abarca hacen a El país de la canela innovadora y compleja. Aun así, considero que es una novela para lectores ávidos y que están acostumbrados a narraciones difíciles.
Con esta interesante y apasionante novela, concluyo el Mes Colombiano. Fue un mes lleno de viajes a lo más profundo y oscuro de la mente y el corazón humanos que es algo que tienen en común las cuatro novelas que analicé. Las cuatro novelas son buenas novelas a su manera y, sobre todo, las tres últimas muestran que hay autores colombianos a los que se les prestar más atención. Gracias y hasta la próxima semana.

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