CRIMEN Y CASTIGO
Advertencia: para los que no han leído, habrá destripes (spoilers).
Esta semana analizaré la novela Crimen y
Castigo del escritor ruso Fiódor Dostoyevski. Como muchas novelas de su época,
se publicó por entregas en una revista que en su caso fue la revista El
mensajero ruso, en la que se publicaron no sólo novelas de este autor sino
también de Lev Tolstói e Iván Turguénev.
Crimen y castigo está dividido en seis partes y
un epílogo. La primera parte y la segunda tienen siete capítulos, la tercera y
la cuarta seis, la quinta cinco y la sexta ocho. El epílogo está dividido en
dos partes.
La primera parte nos describe la vida de Rodión
Románovich Raskólnikov, un ex estudiante de Derecho que vive en la más absoluta
miseria y que descubre que su hermana se ha comprometido con un abogado de mala
reputación para preservar su honra y por cuestiones económicas. Esto hiere
mucho su orgullo al no haber sido consultado por su madre y sumado a su delirio
de grandeza, lo llevan a cometer un crimen al pensar que no tiene sentido
realizar buenas acciones o trabajar de forma honesta. También conoce a Semión
Zajarovich Marmeládov, un simpático y alcohólico ex funcionario que vive en la
miseria junto a su esposa y a sus tres hijos adoptivos.
La segunda parte muestra su descenso en el
delirio causado por la fiebre y el remordimiento ante su crimen no sólo físico
sino también a su mente. Durante su enfermedad, es visitado por un amigo, un
médico y el prometido de su hermana, lo cual le causa una gran cantidad de emociones,
ninguna de ellas positivas. Luego consulta con el comisario a cargo del crimen
y pone a prueba su competencia para resolver el crimen. Luego, presenció el
accidente y posterior muerte de Marmeládov.
La tercera parte nos presenta a Pulkeria Aleksándrovna
y a Avdotia Románovna, madre y hermana de Raskólnikov, que han ido a visitarlo
tras enterarse de su enfermedad. Lejos de recibirlas con los brazos abiertos,
Raskólnikov se muestra irascible con ellas.
En la cuarta parte aparece por primera vez Svidrigáilov
y habla con Raskólnikov sobre Dunia. Luego, la familia Raskólnikov se reúne con
Luzijin y tienen una conversación que demuestra lo calumniador y manipulador
que puede llegar a ser Luzijin. Después de esa entrevista, Raskólnikov huye de
casa, tiene una conversación con Sonia, a la que considera una especie de alma
gemela y otra con Porfirio Petróvich, el juez de instrucción, en la que
predomina el juego del gato y el ratón en el sentido psicológico.
En la quinta parte Raskólnikov se reúne de
nuevo con los Marmeládov en una comida después del funeral de Marmeládov y
vemos que otra vez entra en escena Luzijin, que busca dañar a Raskólnikov a
través de Sonia, pero su plan falla.
La sexta parte nos muestra a un Raskólnikov
despojado de su orgullo y dispuesto a liberar de su conciencia, sabiendo la
condena que podría recibir. Al ver que no puede seguir atormentándose, decide
hacer lo correcto, no sin antes despedir de las personas que más ama en su
vida: su madre, su hermana y su amigo.
En el epílogo de dos partes, se muestra la
condena de Raskólnikov, como sus seres queridos abogan para evitar que le den
una sentencia más grave, cómo al principio se muestra soberbio al asumir su sentencia,
pero luego su corazón se ablanda y se llena de deseos de redimir y hacer una
vida nueva cuando su condena acabe.
Rodión Románovich Raskólnikov, apodado Rodia,
es un hombre que tiene delirios de grandeza y se compara con Napoleón. La
espantosa miseria en la que vive, la decisión de su hermana de casarse sin
consultarle y su creencia de que el mundo es un pozo de perdición por así
decirlo son motivaciones para cometer el crimen que luego le genera
remordimientos en su conciencia y lo llevan a la enfermedad física y mental.
A lo largo de la novela, Raskólnikov hace
acciones buenas pero que a él no le parecen que sirvan de algo porque piensa
que el mundo es malvado y podrido. Esto le genera una gran contradicción dentro
de su ser porque quiere pensar hay algo bueno en el mundo y al mismo tiempo también
cree que esto no es cierto. Finalmente se da cuenta de que no es el super
hombre que pensaba que era y decide confesar su crimen físico y psicológico y
con el tiempo encuentra el camino para redimirse a sí mismo.
Sofia Semiónovna Marmeládova, apodada Sonia y a
veces Sonetchka, es la hija de Semión Zajarovich Marmeládov, un ex funcionario
alcohólico que Raskólnikov conoció en una taberna. Se ve obligada a
prostituirse por necesidad ante la crítica situación económica de su familia. A pesar de su profesión, ella mantiene su bondad, su inocencia y su
creencia en Dios. Raskólnikov se enamora de
ella cuando la ve por primera vez y ella es la primera persona a la que él le
cuenta el crimen que cometió.
Para mí, Sonia Marmeladova me recuerda a Maria
Bolkonskaya de Guerra y paz en el sentido de que ambas son mujeres que
encuentra en la fe su manera de seguir adelante en un mundo lleno de maldad e
injusticia, porque ambas saben que detrás de todo eso hay una esperanza. Aunque
Sonia podría estar condenada por su profesión, ella mantiene la idea de que un
día todo mejorará, lo que contrasta con Raskólnikov, que no cree que el mundo
vaya a cambiar, porque sabe que hay personas dispuestas a ayudar a su prójimo,
como ella lo comprobaría.
Dmitri Prokófich Razumijin es un ex estudiante
de Derecho y ex compañero de Raskólnikov. Vela por su salud cuando él se
enferma y se preocupa de ayudarlo cuando ve la miseria en la que vive,
mostrando su carácter servicial, protector y leal, apoyando a Raskólnikov hasta
el final. Sin embargo, también tiene su temperamento que sale a relucir cuando
Raskólnikov se muestra grosero con él y cuando Luzijin hace calumnias sobre
Raskólnikov.
Pulkeria Aleksándrovna Raskólnikova es la madre
de Raskólnikov y de Dunia. Es una viuda que ve a su hijo Rodión como su
esperanza para ayudarla a salir de la pobreza en la que vive junto a su hija.
Es una madre abnegada, cariñosa y paciente con sus dos hijos.
Avdotia Románovna Raskólnikova, apodada Dunia y
en ocasiones Dunetchka, es la hermana menor de Raskólnikov. Trabajó como
institutriz para la familia Svidrigáilov hasta que fue despedida porque
supuestamente sedujo a Svidrigáilov cuando en realidad este la acosaba. Por su
suerte, la esposa de Svidrigáilov descubrió la inocencia de Dunia y la perdonó.
Debido a esto y a las precarias condiciones económicas, Dunia acepta la
propuesta de matrimonio de Luzijin porque, aunque sabe que él es un ser amoral
espera que este al menos la respete como esposa. Pronto se da cuenta de que su
elección no es la mejor y ello la hace darse cuenta de que hay otro hombre que
se interesa en ella y la ama de verdad.
“(…) la discrepancia que nos separa procede
de un error tuyo. He reflexionado sobre ello esta noche y he descubierto ese
error. La causa de todo es que tú supones que yo me sacrifico por alguien. Ésa
es tu equivocación. Yo me caso por mí, porque la vida me parece demasiado
difícil. Desde luego, seré muy feliz si puedo ser útil a los míos, pero no es
éste el motivo principal de mi determinación. En una palabra, me caso con Piotr
Petrovich porque de dos males he escogido el menor. Tengo la intención de
cumplir lealmente todo lo que él espera de mí; por lo tanto, no te engaño.”
p. 206
Piotr Petrovich Luzijin es un abogado que vive
en la provincia donde residen las Raskólnikova. Es competente, pero es el
típico abogado amoral, por lo que Raskólnikov no lo tiene en alta estima; por
eso, él se niega a que Luzijin se case con Dunia. Sus habilidades para
calumniar y manipular típicos de un abogado deshonesto son visibles cuando le
envía una carta a Pulkeria y a Dunia sobre la conducta de Raskólnikov hacia la
familia Marmeladov. Por suerte, Raskólnikov les aclara la verdad a su madre y a
su hermana y demostrando que Luzijin es un ser intrigante, manipulador y
engreído, indigno de siquiera ser prometido de Dunia. Más adelante Luzijin
muestra cuán cizañero y manipulador es, no sólo como lo hace ver Raskólnikov
sino también como lo sufre Sonia.
“Hay en esa carta otra frase que es una
calumnia contra mí, y una calumnia de las más viles. Yo entregué ayer el dinero
a esa viuda tísica y desesperada, no «con el pretexto de pagar el entierro»,
como él dice, sino realmente para pagar el entierro, y no a la hija, «cuya mala
conducta es del dominio público» (yo la vi ayer por primera vez en mi vida),
sino a la viuda en persona. En todo esto yo no veo sino el deseo de envilecerme
a vuestros ojos e indisponerme con vosotras.”
p. 208
Porfirio Petrovich es tío de Razumijin y el
juez de instrucción a cargo del crimen que cometió Raskólnikov. Como
corresponde a su cargo, le gusta hacer juegos psicológicos para que el
sospechoso confiese su crimen. Le gusta mucho leer, sobre todo ensayos y obras
de teatros y precisamente se topa con un ensayo escrito por Raskólnikov que
habla sobre que sólo un tipo especial de ser humano es capaz de desafiar las
leyes impuestas. Al igual que su sobrino es amable cuando quiere, pero puede
ser áspero cuando se siente enojado o amenazado.
Arkadi Ivánovich Svidrigáilov es un hombre que
vive en la provincia donde residen Pulkeria Aleksándrovna y Dunia. Es un hombre
de costumbres libertinas, cuyas deudas por juego le han causado problemas con
la justicia en el pasado. Sólo se salvó de la cárcel porque Marfa Petrovna se
casó con él, pero ni con el matrimonio él dejo su comportamiento libertino como
lo demuestra su acoso sexual hacia Dunia. Sin embargo, su mala conducta acaba
persiguiéndolo y lo hace una decisión definitiva.
La novela muestra la creencia de Raskólnikov en
el Übermensch antes de que siquiera Nietzsche lo hiciera. Es decir, el
hombre puede actuar más allá de lo que dictan las normas y la moralidad. Es
esta teoría la que Raskólnikov usa para tratar de justificar el crimen que
cometió sin darse que también es un crimen hacia su moral y hacia su mente,
como poco a poco el entenderá. Las citas que aparecen a continuación muestran
la creencia de Raskólnikov en el Übermensch.
“O sea que si la sociedad estuviera bien
organizada, no se cometerían crímenes, pues nadie sentiría el deseo de
protestar y todos los hombres llegarían a ser justos. No tienen en cuenta la
naturaleza: la eliminan, no existe para ellos. No ven una humanidad que se
desarrolla mediante una progresión histórica y viva, para producir al fin una
sociedad normal, sino que suponen un sistema social que surge de la cabeza de
un matemático y que, en un abrir y cerrar de ojos, organiza la sociedad y la
hace justa y perfecta antes de que se inicie ningún proceso histórico. De aquí
su odio instintivo a la historia.”
p. 227
“Sí, y ponía gran empeño en demostrar que el
culpable, en esos momentos, es un enfermo. Es una tesis original, pero en
verdad no es esta parte de su artículo la que me interesó especialmente, sino
cierta idea que deslizaba al final. Es lamentable que se limitara usted a
indicarla vaga y someramente… Si tiene usted buena memoria, se acordará de que
insinuaba usted que hay seres que pueden, mejor dicho, que tienen pleno derecho
a cometer toda clase de actos criminales, y a los que no puede aplicárseles la ley.”
p. 229
“En el artículo que comentamos se divide a
los hombres en dos clases: seres ordinarios y seres extraordinarios. Los
ordinarios han de vivir en la obediencia y no tienen derecho a faltar a las
leyes, por el simple hecho de ser ordinarios. En cambio, los individuos
extraordinarios están autorizados a cometer toda clase de crímenes y a violar
todas las leyes, sin más razón que la de ser extraordinarios. Es esto lo que
usted decía, si no me equivoco.”
p. 229
“La inexactitud consiste en que yo no dije,
como usted ha entendido, que los hombres extraordinarios están autorizados a
cometer toda clase de actos criminales. Sin duda, un artículo que sostuviera
semejante tesis no se habría podido publicar. Lo que yo insinué fue tan sólo
que el hombre extraordinario tiene el derecho…, no el derecho legal,
naturalmente, sino el derecho moral…, de permitir a su conciencia franquear
ciertos obstáculos en el caso de que así lo exija la realización de sus ideas,
tal vez beneficiosas para toda la humanidad…
(…) Mi conclusión es, en una palabra, que no
sólo los grandes hombres, sino aquellos que se elevan, por poco que sea, por
encima del nivel medio, y que son capaces de decir algo nuevo, son por
naturaleza, e incluso inevitablemente, criminales, en un grado variable, como
es natural. Si no lo fueran, les sería difícil salir de la rutina. No quieren
permanecer en ella, y yo creo que no lo deben hacer.
(…) En cuanto a mi división de la humanidad en
seres ordinarios y extraordinarios, admito que es un tanto arbitraria; pero no
me obstino en defender la precisión de las cifras que doy. Me limito a creer
que el fondo de mi pensamiento es justo. Mi opinión es que los hombres pueden
dividirse, en general y de acuerdo con el orden de la misma naturaleza, en dos
categorías: una inferior, la de los individuos ordinarios, es decir, el rebaño
cuya única misión es reproducir seres semejantes a ellos, y otra superior, la
de los verdaderos hombres, que se complacen en dejar oír en su medio “palabras
nuevas”. Naturalmente, las subdivisiones son infinitas, pero los rasgos
característicos de las dos categorías son, a mi entender, bastante precisos. La
primera categoría se compone de hombres conservadores, prudentes, que viven en
la obediencia, porque esta obediencia los encanta. Y a mí me parece que están
obligados a obedecer, pues éste es su papel en la vida y ellos no ven nada
humillante en desempeñarlo. En la segunda categoría, todos faltan a las leyes,
o, por lo menos, todos tienden a violarlas por todos sus medios.”
p. 230-231
Pero pronto Raskólnikov entiende que no es un
super hombre y que un crimen moral o físico, independiente de su naturaleza, es
y siempre será un crimen y esto lo llena de remordimiento al que sólo halla
solución cuando otra persona que ha pasado por lo mismo que él lo acompaña en
su difícil camino.
Dostoievski también muestra que una persona que
ha cometido errores y crímenes tiene tanto derecho de redimirse como aquella
que es inocente, siempre que tenga la disposición de hacerlo. Raskólnikov cree
en un principio que esto no existe, pero al ver la lealtad de una persona que
en verdad lo ama, está dispuesta a dejar todo atrás para estar a su lado sin
importarle la manera como él la trata, entiende que la enmienda si existe y se
entrega a eso. Como Tolstói, Dostoievski muestra que por más que el mundo esté
lleno de injusticia y maldad, siempre hay un lugar para las almas de buen
corazón como lo es Sonia.
La novela está llena de filosofía, religión y
reflexión en el sentido de qué Raskólnikov y el lector se preguntan: ¿qué es un
crimen? y ¿cómo se puede ser creyente en Dios cuando el mundo está lleno de
maldad? No sólo se presentan estos interrogantes sino también cómo los mismos
se resuelven.
Crimen y castigo fue una novela que empecé a
leer como parte del trabajo de la universidad pero que seguí leyendo por
recomendación de mi hermano mayor y su sugerencia fue la correcta. Esta novela
está llena de misterio psicológico, desigualdad económica y social, crimen e
inmoralidad, pero también de esperanza, de amor y de redención. Al principio la
lectura puede ser tediosa; sin embargo, se logra seguir su ritmo uno acaba por
gustarle. Junto con Guerra y paz, esta es una de las novelas claves de la
literatura rusa y por ello, la recomiendo de manera esencial para los amantes
de la lectura.
Para terminar, los dejo con un vídeo sobre la novela.
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