FORTUNATA Y JACINTA



Para terminar el mes de marzo y después de haber estado en Gran Bretaña, ahora estamos en un país cercano a este: España. Pero a diferencia de entradas anteriores y en concordancia con Juegos de manos, esta se centrará en la capital, Madrid, más exactamente en la Madrid de finales del siglo XIX. Es una novela que hizo célebre por retratar a dos mujeres de diferente clase social, una pobre y una rica, pero ambas unidas por un mismo hombre. Esa novela es Fortunata y Jacinta del escritor Benito Pérez Galdós, publicada en 1887, la cual irá acompañada por El cuento de la criada.
La novela Fortunata y Jacinta hace parte de un ciclo de veintiún novelas que Pérez Galdós llamó Novelas españolas contemporáneas. Al igual que su ciclo Episodios nacionales, las Novelas españolas contemporáneas muestra una sucesión de personajes con sus propias historias que tienen un punto de conexión en común. Pérez Galdós encontró inspiración para las Novelas contemporáneas en la serie La comedia humana del escritor francés Honoré de Balzac, pues ambas comparten elementos similares.
Las Novelas españolas contemporáneas se dividen en dos ciclos: el ciclo de la “materia”, que tiene once novelas, y el ciclo “espiritualista”, con diez. Fortunata y Jacinta pertenece al primer ciclo y es la séptima novela de este.
Fortunata y Jacinta está dividida en cuatro partes. La primera parte tiene once capítulos; la segunda y la tercera tienen siete cada una y la cuarta y última, seis. En total, posee treinta y un capítulos. Sin embargo, es una de las novelas más largas que tuve la oportunidad de leer. La historia se desarrolla entre principios de 1869 y abril de 1876, un periodo de siete años.
La primera parte nos muestra los antecedentes familiares de Juanito y Jacinta, es decir, cómo se conocieron, cuándo se casaron, etc. Se muestra el romance que Juanito tuvo con Fortunata y del cual nació un hijo. Ante su esterilidad, Jacinta decide buscar al hijo de Juanito con Fortunata para criarlo de un hogar estable. Encuentra a un niño, Juanín, de sobrenombre el Pituso o Pitusín, que dicen que es su hijo, pero luego descubre que la han engañado.
La segunda parte muestra la vida de Fortunata tras la muerte de su hijo, viviendo una vida desgraciada y dando tumbos hasta que conoce a Maximiliano Rubín, que queda flechado por ella. Sin embargo, antes de casarse con él, es enviada a un convento para que mejore su conducta y allí conoce a una interna que les habla sobre los Santa Cruz y sobre Jacinta, la esposa de Juanito. Fortunata ve a Jacinta en una ocasión en que ella llega al convento. Finalmente sale de allí para contraer matrimonio con Maximiliano, pero no logra ser feliz con él. Es más, al reencontrarse con Juanito Santa Cruz y volver a ser amantes, Maximiliano se llena de celos y de rabia y tiene una pelea con Juanito. Todo esto provoca que pierda la confianza de la familia Rubín y sea expulsada de casa.
La tercera parte transcurre poco después de la Restauración borbónica, ocurrida el 1 de diciembre de 1874. Juanito vuelve a romper con Fortunata porque Jacinta descubre su amorío. Cuando ella intenta reclamarle a Jacinta, se encuentra con un amigo de su cuñado Juan Pablo, Don Evaristo Feijoo, que se hace cargo de ella y la acoge en su casa. El anciano le da consejos a Fortunata y habla con los Rubín para que estos permitan que Fortunata regrese con Maximiliano. A pesar de que esta vez Fortunata si pone de su parte, su relación sigue carente de amor, viendo a Maximiliano más como un hermano que como un esposo. Peor aún, Maximiliano está teniendo serios indicios de un trastorno mental. Mientras se plantea estas cosas, una amiga suya, Mauricia, se enferma y sufre una larga agonía. Durante la enfermedad de ella, Fortunata y Jacinta finalmente cruzan palabras, y aunque Fortunata alaba su caridad y su bondad, siente desprecio hacia Jacinta por ocupar el lugar que ella debería tener. Poco después de la muerte de Mauricia, se reencuentra con Juanito y los dos retoman su relación.
La cuarta parte muestra como Fortunata se hace amiga de la heredera de una farmacia, Aurora Samaniego y Moreno, que era viuda de un comerciante francés. Esta la ilustra en la relación entre las familias Samaniego, Moreno, Santa Cruz y Arnáiz, pues están emparentadas entre sí. En estas conversaciones, Fortunata cree haber encontrado una debilidad en Jacinta: su supuesta relación con Manuel Moreno-Isla, socio de una casa de banca, que en realidad es inexistente.
Para diciembre de 1875, Fortunata descubre que está embarazada y regresa a casa de su tía Segunda, aunque le hace arreglos a la vivienda, que estaba deteriorada. Su hijo nace y es bautizado en abril como Juan Evaristo Segismundo. El primer nombre, obviamente, es por su padre, Juanito Santa Cruz; el segundo, por Don Evaristo Feijoo, su gran amigo; y el tercero, por Segismundo Ballester, el administrador de la botica de Samaniego y que fue el padrino del niño. Todo parece que va bien porque ahora comprende a Jacinta y logra mantener su amistad con Guillermina Pacheco.
Sin embargo, una información que le da Maximiliano cuando se encuentra con él hace que Fortunata -que, al parecer, había quedado delicada tras el parto de su hijo- tenga un arranque de ira contra la que creía que era su amiga y casi termine encarcelada, de no ser porque estaba lactando a su hijo. Sin embargo, esto deteriora su salud al punto de causarle la muerte. Sin embargo, se encuentra lo suficientemente lúcida como para dejar a su bebé a cargo de Jacinta.
Como dije antes, Fortunata y Jacinta son dos mujeres madrileñas que están unidas por un mismo hombre, Juan “Juanito” Santa Cruz y Arnáiz.
Juanito Santa Cruz, también llamado el Delfín, es el hijo de Don Baldomero Santa Cruz II y de Doña Bárbara “Barbarita” Arnáiz y Trujillo, que se conocían desde siempre porque sus madres eran primas segundas, haciendo a ambos sobrinos terceros. Baldomero fue hijo de un comerciante y siguió con el negocio de su padre hasta que este se retiró con una gran fortuna y se lo traspasó a unos sobrinos, uno suyo y otro de su esposa. En cuanto a Barbarita, también provenía de una familia de comerciantes. Dada su cercanía y su consanguinidad, su matrimonio estaba planeado desde el principio. Ambos se casaron un 3 de mayo de 1835.
Juanito Santa Cruz fue el único hijo de sus padres y muy deseado, ya que nació en septiembre de 1845, diez años después de que sus padres casaran. Sus padres lo criaron con todas las comodidades que poseían, pero su padre tendía a ser algo indulgente con él, lo que sería perjudicial para Juanito más adelante, pues creció como un hombre libertino, cínico y egocéntrico. Esto se demuestra cuando mantiene un romance con una madrileña de clase pobre llamada Fortunata, a la que deja luego de quedar embarazada sin que nadie lo sepa.
Desde el principio, la madre de Juanito, al ver las conductas libertinas y groseras que estaba teniendo, decide que debe hacerlo sentar cabeza y la mejor forma es casándolo. Su elegida no es nada menos que su sobrina Jacinta a la que aprecia como si fuera hija suya. Ambos se comprometen en diciembre en 1870, pero como en ese mes la madre de Jacinta muere de manera repentina, no se casan hasta la primavera del año siguiente.
Como personaje, Juanito se muestra como un hombre irresponsable, egoísta, cínico y desconsiderado. No le importa engañar a Jacinta con Fortunata ni tampoco siente remordimiento por abandonar a esta última, porque para él, siendo pobre no vale nada así le haya dado un hijo. Tampoco le importa engañar a ambas mujeres con otra. La manera en la que Juanito trata tanto a Fortunata como a Jacinta hoy se consideraría abuso emocional y verbal, porque les habla a ambas de manera que ellas siempre se sientan humilladas. El final de Juanito termina siendo irónico porque, aunque no muere, aun así este no es nada feliz.
Jacinta Arnáiz y Cordero de Santa Cruz, a veces llamada la Delfina por su matrimonio o la mona del Cielo por su carácter, nació en octubre de 1846, siendo sólo un año menor que Juanito. El día exacto de su nacimiento no es claro, pero se sabe el mes y el año en que nació porque su madre dice que fue en la misma semana del matrimonio de Isabel II de España, la reina que regía en aquella época, un evento ocurrido el 10 de octubre de 1846. Fue la sexta de diecisiete hijos, una de los nueve hijos supervivientes y la tercera de las siete hijas sobrevivientes de Gumersindo Arnáiz, hermano de Barbarita Arnáiz de Santa Cruz y tío de Juanito, e Isabel Cordero. Sus hermanas mayores son Benigna y Candelaria y las menores, Barbarita II, Isabel, Andrea y una cuyo nombre es desconocido. Sus hermanos son un hermano de nombre desconocido y un hermano menor al que llaman Rupertito. Se dice que tiene más gracia que belleza, y aun así no logra pasar desapercibida, ya que desborda elegancia y bondad ante todos. Para los primeros años de su matrimonio y ante el estrés de su esterilidad, comienza a encanecer de manera prematura.
Jacinta es una persona criada para ser esposa, madre y ama de casa. Es una persona de carácter calmado y bondadoso, aunque algo triste, a diferencia de su marido y primo, con el que se casó en mayo de 1871. Sin embargo, no le gusta ni tolera el comportamiento libertino de su esposo, algo que sale a relucir cuando Juanito le revela en el viaje de bodas su romance con Fortunata.
Ante su esterilidad, vuelca su atención en la caridad. Se convierte en patrona del convento de las Micaelas, cuando les pide que intercedan por su esposo cuando este estaba enfermo de neumonía, la que milagrosamente se recupera, y es protectora de Adoración, hija de una de las internas del convento. En parte, porque la madre de la niña es incapaz de criarla y lo hace la hermana de ella, conocida de una amiga de Jacinta, y en parte, porque Jacinta siente un genuino cariño por Adoración. No sólo se preocupa de darle ropa, sino también de proporcionarle una buena educación. Sin embargo, como ella misma dice, el deseo de un hijo para ella es tan fuerte que piensa que todo niño al que ayuda es suyo:
Pero me gustan tanto los niños, que tengo verdadera manía por ellos, y los ajenos me parece que deberían ser míos… Y créalo usted, no tendría escrúpulo de conciencia en robar uno, si pudiera…
p. 542-543

Personas como Aurora Samaniego viuda de Fenelón rumorean que ella tiene un romance con Don Manuel “Manolo” Moreno-Isla, el socio de un banco, que muere de manera repentina. Sin embargo, poco a poco nos damos cuenta de que esto no es más que un rumor hecho sólo para desprestigiarla. De hecho, casi todos los personajes la llaman ángel, debido a su bondad y a su capacidad para perdonar.
A pesar de la tristeza y el sufrimiento por los que pasa Jacinta, ella termina siendo la más favorecida al final, como si Pérez Galdós hubiera considerado que el personaje tenía derecho, después de tantas humillaciones e infidelidades por parte de su esposo, a una recompensa.
De Fortunata se desconoce su fecha de nacimiento, así como su apellido. Proviene de un barrio pobre de Madrid. Sus padres, que eran un puestero y una criadora de pollos y huevos respectivamente, murieron cuando ella tenía doce años, quedando bajo el cuidado de sus tíos, José y Segunda Izquierdo, que también se dedicaban a criar pollos y huevos, pero no sabe si son tíos paternos o maternos. Es descrita como de pelo negro y rizado, alta, posiblemente más alta que el promedio de la mujer española de la época y de aspecto gracioso. Según Don Evaristo Feijoo, Fortunata “tiene buen fondo; pero carece de fuerza moral”, lo que explica porque cayó fácilmente ante Juanito Santa Cruz. A veces es llamada la Diabla o la Pitusa. Su nombre en latín significa “afortunada”, un nombre irónico considerando todo lo que le ocurre.
Conoce a Juanito cuando este va a visitar a su viejo tutor, el señor Estupiñá, administrador del edificio donde vive. Ambos tienen un romance que culmina cuando Juanito decide que no puede seguir con ella al saber que está embarazada de él. Tuvo un hijo varón, que muere siendo muy pequeño por difteria1. Debido a su aventura, su tía la expulsó del hogar y tras la muerte de su hijo, acabó juntándose con cuantos hombres se cruzasen su camino, hasta que conoció a Maximiliano Rubín, que se convertiría en su marido.
Sin embargo, ser la esposa de Maximiliano no resulta sencillo. Antes de casarse, debe hacer frente a la oposición de la tía de él, Guadalupe “Lupe” Rubín viuda de Jáuregui; pero el hermano sacerdote de Maximiliano, Nicolás, propone una solución que beneficie a todos: que Fortunata se traslade al convento de las Micaelas por un tiempo para que pueda expiar sus pecados y para que pueda convertirse en la esposa que él considera que Maximiliano se merece. Fortunata acepta y se va al convento.
Ya en el convento de las Micaelas, además de aprender a leer, a escribir y recibe clases de urbanidad bajo Doña Manolita, también debe hacer cosas como lavar ropa y labores de bordado. Esto se debe a que en el convento hay dos tipos de internas: las Filomenas y las Josefinas. Mientras que las Filomenas eran, como Fortunata, mujeres enviadas allí para que corrigieran su mala conducta; las Josefinas eran niñas llevadas allí por sus padres para que pudieran recibir una buena educación, pero también llegaban a causa de madrastras que no querían tener nada que ver con ellas. Las Filomenas comían y se retiraban a dormir después de que lo hicieran las Josefinas, ya que estas eran mucho menores.
En el convento Fortunata traba amistad con Mauricia La Dura, una mujer de su misma clase social, conocida en el convento por su indisciplina, su mal carácter y por haberse fugado varias veces de allí. Ella le cuenta sobre Juanito y Jacinta, ya que los Santa Cruz son patrones del convento, mientras que Fortunata tiene la oportunidad de conocer a Jacinta, cuando esta llega al convento. Al verla, Fortunata no puede sentir más que envidia, porque ella desearía estar en el lugar de Jacinta, no sólo porque quiere estar con Juanito sino para darle el hijo que Jacinta no le puede dar.
Fortunata sale del convento en la segunda quincena de septiembre de 1874 ya que su boda estaba pactada para esa época. Ella no quiere casarse con Maximiliano, pero Mauricia La Dura la convence de hacerlo al hacerle ver que tendría prestigio como esposa y que así lograría limpiar su nombre.
Sin embargo, Fortunata no logra ni siquiera tenerle cariño a Maximiliano y cuando se reencuentra con Juanito, reinician su relación. Esto ocasiona no sólo que su relación se descubra, sino que también pierde la confianza de la familia Rubín. Sin embargo, y gracias a Don Evaristo Feijoo, vuelve con Maximiliano, aunque su matrimonio sigue siendo sin amor. Cuando queda embarazada de nuevo de Juanito, se va de casa de los Rubín para regresar con su tía. Pero allí podemos ver que los gustos de ella han cambiado, porque decide mandar a limpiar y arreglar el lugar. Poco después, ella da a luz a su hijo, al que llama Juan Evaristo Segismundo, además de otros nombres, pero que todos deciden llamar Juan Evaristo, Pituso o el mono del Cielo.
Sin embargo, a causa de un rumor, se llena de cólera y agrede a Aurora Samaniego viuda de Fenelón, una mujer que creía su amiga. Este hecho acaba con su ya debilitada salud y muere, aunque durante su agonía hace que el señor Estupiñá escriba una carta donde ella le da su hijo a Jacinta, porque finalmente aceptó a Jacinta como la persona que es y cree que el niño le dará la alegría que tanto le falta a Jacinta en su vida.
Maximiliano “Maxi” Rubín y Llorente nació en 1849. Fue el menor de tres hijos de un comerciante, Don Nicolás Rubín, que al morir les dejo poco dinero a sus hijos debido al estilo de vida extravagante de su esposa, Maximiliana Llorente. Por suerte, el hermano mayor de Maximiliano, Juan Pablo, se convierte en un político de prestigio y logra darle estudios universitarios a Maximiliano. Su otro hermano, Nicolás, se hizo sacerdote, así que Maximiliano quedó bajo el cuidado de su tía Guadalupe “Lupe” Rubín viuda de Jáuregui, a veces apodada la de los Pavos.
Maximiliano es descrito como un hombre poco atractivo y enfermizo, debido a su nacimiento prematuro. Tampoco tiene un carácter fuerte, sino que más bien es dócil e ingenuo, con tendencia a sufrir trastornos mentales. Estudia Farmacia más por decisión de su hermano mayor y de su tía que por voluntad propia. A causa de su aspecto y su apellido, sus compañeros de carrera lo apodaron Rubinius vulgaris. Segismundo Ballester y Guillermina Pacheco consideran que “es un santo; pero [que] no tiene el sentimiento del honor”. Esto se ve porque, aunque es capaz de sentir celos ante las acciones de Fortunata, es incapaz de confrontar a los demás. Incluso, el significado de su nombre es irónico, porque es derivado del latín maximus que significa “el más grande”.
Un día conoce a Fortunata porque vive cerca de la casa de su tía Lupe y se carga de hacer los deberes de la casa. De inmediato, Maximiliano se siente flechado por ella, pero se siente intimidado por ella a causa de su lenguaje coloquial, propio de los barrios bajos de Madrid; así que la ayuda -o intenta ayudarla- a mejorar su vocabulario y le enseña a leer y a escribir.
A diferencia de Maximiliano, Fortunata no se siente atraída por él no sólo porque aún está enamorada de Juanito, sino también porque el aspecto físico de Maximiliano le produce repugnancia. A pesar de todo esto, ella considera casarse con él cuando se lo propone porque eso le daría reputación al ser la señora de un hombre. Después de un tiempo en un convento, ambos se contraen matrimonio.
A pesar de que Maximiliano pone de su parte, la relación fracasa porque Fortunata no lo ama y esto lo llena de tristeza y celos cuando se entera que ella se ha vuelto a ver con Juanito Santa Cruz. Sin embargo, la acepta de nuevo cuando el amigo de su hermano, Don Evaristo Feijoo, intercede por ella. Pero al mismo tiempo, Maximiliano comienza a desarrollar una enfermedad mental, poniendo en peligro a sus seres queridos, la cual llega a su punto máximo cuando se entera del embarazo de Fortunata. Es ahí cuando su hermano y su tía lo encierran en una institución mental, en donde poco a poco se recupera y sale al poco tiempo. Sin embargo, su familia le hace creer que Fortunata murió, para evitar que siga pensando en ella.
Para la época en la que Fortunata tiene a su hijo, Maximiliano se reencuentra con ella y le dice que algo que termina provocando la ira de Fortunata y que contribuye a la muerte de esta. Ante esto, Maximiliano se siente culpable y decide expiar su culpa, como era lo habitual en la época, en forma religiosa.
Mauricia, apodada La Dura, es una mujer que pertenece a la misma clase social de Fortunata. Su nombre deriva del latín y significa “de piel morena” o “mora”. Es descrita como de apariencia andrógina, tanto en lo físico como en la voz; de hecho, es descrita como similar a Napoleón en su época de Primer Cónsul. Su manera de hablar es mucho más prosaica que la de Fortunata, diciendo con frecuencia Paices boba, una corrupción de Pareces boba. Ella tiene una hija llamada Adoración, que vive con su hermana Severiana, debido a que se la considera poco apta para educarla, algo que ella misma reconoce. Mauricia conoce a Jacinta, porque la madre de ella trabaja para Guillermina Pacheco, amiga de Jacinta.
Está con mi hermana Severiana, porque yo, como gasto este geniazo, le doy malos ejemplos sin querer, ¿tú sabes?, y mejor vive el angelito con Severiana que conmigo.
p. 331

Don Evaristo Feijoo es un funcionario amigo de Juan Pablo Rubín, hermano de Maximiliano. Es un hombre bondadoso y sabio, que se hace cargo de Fortunata cuando Juanito la abandona por segunda vez, algo que cala muy bien con el significado de su nombre2. Nunca se ha casado porque considera que “casarse es estúpido”, al menos para él. Por su edad -sesenta y nueve para principios de 1875- sufre los típicos achaques de esta. Al creer que su muerte está próxima, gestiona con Juan Pablo y con Doña Lupe el regreso de Fortunata con Maximiliano. Para la cuarta parte, está casi inmovilizado y es victima de demencia senil, aunque logra reconocer a Fortunata, darle su dinero y desearle buena suerte.
De todos los personajes de Fortunata y Jacinta, Don Evaristo es uno de los pocos que se preocupa de verdad por el bienestar de Fortunata, siendo los otros Segismundo Ballester y Guillermina Pacheco. Le da consejos y la orienta a poner de su parte para mejorar su relación con Maximiliano. Para él, Fortunata es como una hija, aunque posteriormente dice que, si fuera veinte años menor, se hubiera casado con ella. Curiosamente y a pesar de su edad y estado de salud, muere poco después que Fortunata y es enterrado a los ocho días del entierro de ella.
Segismundo Ballester es el segundo hombre que ayuda a Fortunata. La conoce porque Maximiliano trabajaba en la botica de Samaniego para él. Cuando esta se va de casa de los Rubín por segunda vez, se mantienen en contacto y la apoya durante su embarazo. Como resultado, se convierte en el padrino del segundo hijo de Fortunata, el cual recibe su tercer nombre por él. También intenta cuidar de ella durante sus últimos días. Es la única persona a la que Maximiliano realmente hace caso.
El nombre Segismundo proviene del germánico que significa “el que protege por medio de la victoria” ¿Tiene sentido? Sí, porque él se encarga de velar por Fortunata cuando está embarazada y cuando ella se enferma de gravedad, además de convencerla de llevar con una nodriza al pequeño Juan Evaristo cuando está claro que Fortunata ya no puede amamantarlo, logrando que el bebé sobreviva a su madre.
Guillermina Pacheco, a veces llamada La Santa por su trabajo de caridad, puesto que ella logra enviar a un asilo al falso Pituso, es una gran amiga de Jacinta y con el tiempo se convierte en una para Fortunata. La madre de Mauricia La Dura y Severiana trabaja para ella, razón por la cual conoce su historia y posteriormente, la de Fortunata. Muchas veces intenta hacerle ver que su concepto de ser la verdadera mujer de Juanito sólo porque le dio un hijo y Jacinta no es absurdo, algo que logra cuando Fortunata está por morir. Es la que se encarga de disipar todas las mentiras de la viuda de Fenelón. Su nombre es de origen germánico y significa “protectora voluntariosa”. Tiene sentido, dada su descripción anterior.
Aurora Samaniego y Moreno, viuda de Fenelón es la heredera de la botica de Samaniego, que aparece en la tercera parte. Es viuda de un comerciante francés, que murió en combate luego de cinco años de matrimonio, dejando a Aurora sin hijos y con poco dinero, no teniendo más opción que regresar a España. Esta mujer logra ganarse la amistad de Fortunata, pero más adelante se muestra como una mujer calumniadora e hipócrita, porque difunde un rumor falso sobre Jacinta y un supuesto amante para ocultar su propio romance. Esto provocaría una confrontación con Fortunata y que esta enfermara hasta la muerte.
Un tropo o recurso narrativo que la novela muestra de manera constante es la ley de la fertilidad inversa, aunque siempre se muestra zigzagueada. Esto significa que algunas parejas logran tener hijos mientras que otras no. Hay dos ejemplos de comparación: los Santa Cruz y los Arnáiz y por supuesto, Fortunata, Jacinta y sus hermanas. Los analizaré por separado.
Baldomero Santa Cruz II y Barbarita Arnáiz tuvieron problemas de fertilidad ya que pasaron muchos años sin concebir. El nacimiento de su hijo Juanito fue un milagro, dado los diez años que pasaron antes de que este naciera. Luego de tener a Juanito, o Baldomero y Barbarita no tuvieron más relaciones o estas no fueron fructíferas porque no tuvieron más hijos aparte de él.
Por el contrario, el hermano de Barbarita, Gumersindo y su esposa Isabel gozaron de una gran fertilidad. Entre 1838 y 1860 Isabel dio a luz un total de diecisiete hijos, de los cuales nueve llegaron a la mayoría de edad. Isabel a veces se quejaba con Barbarita de su alta fecundidad, ya que no sabía que hacer con tantos hijos y esto los dejaba con poco caudal de dinero, aunque aun así tampoco tenían deudas. Peor aún, el que le hubieran quedado sólo dos varones y que el resto de su descendencia sobreviviente fueran mujeres hacía que no tuviera idea de cómo ella y su esposo les darían buenos matrimonios a sus siete hijas.
En cuanto a Jacinta, sabe que su deber es tener hijos ya que es lo que se espera de una mujer de su época y de su condición social, pero al ser incapaz de concebir se siente inútil como mujer, una triste ironía teniendo en cuenta la fertilidad de su madre. Ve como sus hermanas mayores, Benigna y Candelaria, están llenas de hijos y se sienten realizadas. Estas, lejos de aconsejarla, la molestan por intentar complacer a sus hijos porque, para ellas, Jacinta los consiente y malcría. Esto la llena de envidia y dolor y sólo su tía y suegra Barbarita la entiende dada su propia experiencia. La única manera de Jacinta de canalizar su frustración es la caridad, como se ve en la novela.
En cambio, Fortunata, la amante de Juanito, queda embarazada rápidamente. Obviamente, debido a que Juanito sólo la consideraba una aventura, la abandona y ella da a luz a su primer hijo, que murió siendo pequeño. A pesar de todo, Fortunata se considera a sí misma la verdadera mujer de Juanito porque ella le dio un hijo y Jacinta no. Por alguna razón, siendo fértil nunca concibió con Maximiliano, aunque esto puede ser porque al parecer no consumaron su matrimonio. Cuando Fortunata y Juanito vuelven a ser amantes, ella se embaraza otra vez y da a luz a su segundo hijo, Juan Evaristo, pero muere por complicaciones del parto, no sin antes dar su hijo a Jacinta.
Algo que me gusta de los personajes es su evolución, en particular la que tiene Jacinta. Ella desaprueba las infidelidades de su marido, pero al principio reprime su rabia y decide no estallar en escándalos públicos para no causarle problemas a sus suegros, aunque estos la quieren mucho. Simplemente, discute con su marido en privado. También siente un gran desprecio por Fortunata, aunque este sentimiento desaparece al enterarse de que su marido las engaña a ambas. Para el final de la novela, aunque mantiene su matrimonio por apariencia, destierra a su marido del lecho marital porque ya no lo ama y se concentra en criar a Juan Evaristo. Para ella, gracias a Fortunata, tiene el hijo que tanto quiso y que nunca pudo tener.
Fortunata también evoluciona y con el tiempo se va civilizando. Al principio, tenía un lenguaje coloquial, típico de las personas de su condición social en la Madrid de la época, además de tener un gusto extravagante. Después de su estancia en el Convento de las Micaelas y de estar en contacto con el círculo social de los Rubín, se convierte en una persona más refinada, algo que se demuestra en su léxico, el cual se hace menos tosco, y hace amigas aun careciendo de estudios. Incluso su punto de vista sobre Jacinta cambia y empieza a tenerle compasión. Además, cuando se entera de las andanzas de Juanito, finalmente logra liberarse de la obsesión por él, aun cuando ya su vida se acercaba a su fin.
Al final, tanto Fortunata como Jacinta llegan a una misma conclusión: el hombre que ambas aman no es digno de su amor, y esta es la clave de su evolución dual. Fortunata muere tranquila sabiéndolo y dejando en buenas manos a su hijo mientras que, aunque Jacinta sigue viviendo bajo el mismo techo que Juanito, decide darle su amor a un pequeño que lo merece en vez de a su marido infiel, a quien ya no ama.
Mauricia La Dura también sufre una gran evolución, aunque esta ocurriría durante su agonía. Entre momentos de delirio y de coherencia, se da cuenta de que se dio una mala vida y que eso la alejó de su hija Adoración para siempre. Sin embargo, le desea buena suerte a la pequeña y le pide que sea una niña buena, como no lo fue ella. A Fortunata, en sus momentos de locura, le dice que le diga la verdad a Jacinta, pero cuando está tranquilla, le ruega que intente comprenderla y comprender su propia situación, para que pueda adaptarse a su relación con Maximiliano.
Fortunata y Jacinta es una novela larga y un poco densa, sobre todo en el inicio cuando hablan de las distintas familias como los Santa Cruz, los Arnáiz, los Samaniego y los Moreno. Pero a medida que uno la sigue, la lectura se hace mucho menos pesada e incluso es más amena, aunque muchos de sus capítulos son bastante largos, sobre todo el capítulo final.
Fortunata y Jacinta es una novela que trata muchos temas como el adulterio, la hipocresía y la convivencia entre las clases burguesa y obrera. Es la historia de dos mujeres que, después de haber amado a un hombre que no valía la pena, logran seguir adelante, una en la muerte y la otra en la vida. La recomiendo para aquellos que quieran leer la sociedad sobre la Madrid de 1870 e historias sobre dos mujeres dentro de un triángulo amoroso. Es una novela que a lo largo de sus treinta y un capítulos logrará mantener tu atención.
Con esto termino el Mes de la Mujer. Debo decir que casi todas las obras me sorprendieron más de lo que había esperado, ya que me encontré personajes femeninos que no esperan a que los demás escojan por ellas, sino que desean tejer su propio destino, aunque siempre lo hacen con juicio y sabiduría. Si esto no ocurre, las consecuencias pueden ser nefastas, pero siempre que se deseen enmendar las cosas, habrá esperanza. En cuanto al amor, este puede llegar de manera inesperada, aunque también puede que se acabe si no recibe alimento. Quizá este fue el mensaje de las obras de este mes. Espero que el próximo Ciclo de la Mujer sea igual o superior.

Adenda: Como es habitual, el 31 de marzo no habrá entrada por ser Semana Santa. Regresaré el 6 del abril con unas entradas dedicadas a los niños y a la lengua de Cervantes.

BIBLIOGRAFÍA
Pérez Galdós, B. Fortunata y Jacinta.
NOTAS
1 Llamada garrotillo en la novela, porque así llamaban a la difteria en la España de aquella época. Esto es debido a que sus síntomas se asemejaban a la forma de ejecución conocida como garrote vil. Este aparato de ejecución fue usado en España desde 1820 hasta 1978, cuando se abolió la pena de muerte en España.
2 En griego, Evaristo significa agradable o aquel que complace a los demás.

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