FORTUNATA Y JACINTA
Para terminar el mes de marzo y después de
haber estado en Gran Bretaña, ahora estamos en un país cercano a este: España.
Pero a diferencia de entradas anteriores y en
concordancia con Juegos de manos, esta se centrará en la capital,
Madrid, más exactamente en la Madrid de finales del siglo XIX. Es una novela
que hizo célebre por retratar a dos mujeres de diferente clase social, una
pobre y una rica, pero ambas unidas por un mismo hombre. Esa novela es
Fortunata y Jacinta del escritor Benito Pérez Galdós, publicada en 1887, la cual irá acompañada por El cuento de la criada.
La novela Fortunata y Jacinta hace parte de un ciclo de veintiún novelas que Pérez Galdós llamó Novelas españolas contemporáneas.
Al igual que su ciclo Episodios nacionales, las Novelas españolas contemporáneas
muestra una sucesión de personajes con sus propias historias que tienen un
punto de conexión en común. Pérez Galdós encontró inspiración para las Novelas
contemporáneas en la serie La comedia humana del escritor francés Honoré de
Balzac, pues ambas comparten elementos similares.
Las Novelas españolas contemporáneas se dividen
en dos ciclos: el ciclo de la “materia”, que tiene once novelas, y el ciclo
“espiritualista”, con diez. Fortunata y Jacinta pertenece al primer ciclo y es
la séptima novela de este.
Fortunata y Jacinta está dividida en cuatro
partes. La primera parte tiene once capítulos; la segunda y la tercera tienen
siete cada una y la cuarta y última, seis. En total, posee treinta y un
capítulos. Sin embargo, es una de las novelas más largas que tuve la
oportunidad de leer. La historia se desarrolla entre principios de 1869 y abril
de 1876, un periodo de siete años.
La primera parte nos muestra los antecedentes
familiares de Juanito y Jacinta, es decir, cómo se conocieron, cuándo se
casaron, etc. Se muestra el romance que Juanito tuvo con Fortunata y del cual
nació un hijo. Ante su esterilidad, Jacinta decide buscar al hijo de Juanito
con Fortunata para criarlo de un hogar estable. Encuentra a un niño, Juanín, de
sobrenombre el Pituso o Pitusín, que dicen que es su hijo, pero
luego descubre que la han engañado.
La segunda parte muestra la vida de Fortunata
tras la muerte de su hijo, viviendo una vida desgraciada y dando tumbos hasta
que conoce a Maximiliano Rubín, que queda flechado por ella. Sin embargo, antes
de casarse con él, es enviada a un convento para que mejore su conducta y allí
conoce a una interna que les habla sobre los Santa Cruz y sobre Jacinta, la
esposa de Juanito. Fortunata ve a Jacinta en una ocasión en que ella llega al
convento. Finalmente sale de allí para contraer matrimonio con Maximiliano,
pero no logra ser feliz con él. Es más, al reencontrarse con Juanito Santa Cruz
y volver a ser amantes, Maximiliano se llena de celos y de rabia y tiene una
pelea con Juanito. Todo esto provoca que pierda la confianza de la familia
Rubín y sea expulsada de casa.
La tercera parte transcurre poco después de la
Restauración borbónica, ocurrida el 1 de diciembre de 1874. Juanito vuelve a
romper con Fortunata porque Jacinta descubre su amorío. Cuando ella intenta
reclamarle a Jacinta, se encuentra con un amigo de su cuñado Juan Pablo, Don
Evaristo Feijoo, que se hace cargo de ella y la acoge en su casa. El anciano le
da consejos a Fortunata y habla con los Rubín para que estos permitan que Fortunata
regrese con Maximiliano. A pesar de que esta vez Fortunata si pone de su parte,
su relación sigue carente de amor, viendo a Maximiliano más como un hermano que
como un esposo. Peor aún, Maximiliano está teniendo serios indicios de un
trastorno mental. Mientras se plantea estas cosas, una amiga suya, Mauricia, se
enferma y sufre una larga agonía. Durante la enfermedad de ella, Fortunata y
Jacinta finalmente cruzan palabras, y aunque Fortunata alaba su caridad y su
bondad, siente desprecio hacia Jacinta por ocupar el lugar que ella debería
tener. Poco después de la muerte de Mauricia, se reencuentra con Juanito y los
dos retoman su relación.
La cuarta parte muestra como Fortunata se hace
amiga de la heredera de una farmacia, Aurora Samaniego y Moreno, que era viuda
de un comerciante francés. Esta la ilustra en la relación entre las familias
Samaniego, Moreno, Santa Cruz y Arnáiz, pues están emparentadas entre sí. En
estas conversaciones, Fortunata cree haber encontrado una debilidad en Jacinta:
su supuesta relación con Manuel Moreno-Isla, socio de una casa de banca, que en
realidad es inexistente.
Para diciembre de 1875, Fortunata descubre que
está embarazada y regresa a casa de su tía Segunda, aunque le hace arreglos a la
vivienda, que estaba deteriorada. Su hijo nace y es bautizado en abril como
Juan Evaristo Segismundo. El primer nombre, obviamente, es por su padre,
Juanito Santa Cruz; el segundo, por Don Evaristo Feijoo, su gran amigo; y el
tercero, por Segismundo Ballester, el administrador de la botica de Samaniego y
que fue el padrino del niño. Todo parece que va bien porque ahora comprende a
Jacinta y logra mantener su amistad con Guillermina Pacheco.
Sin embargo, una información que le da
Maximiliano cuando se encuentra con él hace que Fortunata -que, al parecer,
había quedado delicada tras el parto de su hijo- tenga un arranque de ira
contra la que creía que era su amiga y casi termine encarcelada, de no ser porque
estaba lactando a su hijo. Sin embargo, esto deteriora su salud al punto de
causarle la muerte. Sin embargo, se encuentra lo suficientemente lúcida como para
dejar a su bebé a cargo de Jacinta.
Como dije antes, Fortunata y Jacinta son dos
mujeres madrileñas que están unidas por un mismo hombre, Juan “Juanito” Santa
Cruz y Arnáiz.
Juanito Santa Cruz, también llamado el Delfín, es el hijo de Don Baldomero
Santa Cruz II y de Doña Bárbara “Barbarita” Arnáiz y Trujillo, que se conocían
desde siempre porque sus madres eran primas segundas, haciendo a ambos sobrinos
terceros. Baldomero fue hijo de un comerciante y siguió con el negocio de su
padre hasta que este se retiró con una gran fortuna y se lo traspasó a unos
sobrinos, uno suyo y otro de su esposa. En cuanto a Barbarita, también provenía
de una familia de comerciantes. Dada su cercanía y su consanguinidad, su
matrimonio estaba planeado desde el principio. Ambos se casaron un 3 de mayo de
1835.
Juanito Santa Cruz fue el único hijo de sus
padres y muy deseado, ya que nació en septiembre de 1845, diez años después de
que sus padres casaran. Sus padres lo criaron con todas las comodidades que poseían,
pero su padre tendía a ser algo indulgente con él, lo que sería perjudicial
para Juanito más adelante, pues creció como un hombre libertino, cínico y
egocéntrico. Esto se demuestra cuando mantiene un romance con una madrileña de
clase pobre llamada Fortunata, a la que deja luego de quedar embarazada sin que
nadie lo sepa.
Desde el principio, la madre de Juanito, al ver
las conductas libertinas y groseras que estaba teniendo, decide que debe
hacerlo sentar cabeza y la mejor forma es casándolo. Su elegida no es nada
menos que su sobrina Jacinta a la que aprecia como si fuera hija suya. Ambos se
comprometen en diciembre en 1870, pero como en ese mes la madre de Jacinta muere
de manera repentina, no se
casan hasta la primavera del año siguiente.
Como personaje, Juanito se muestra como un
hombre irresponsable, egoísta, cínico y desconsiderado. No le importa engañar a
Jacinta con Fortunata ni tampoco siente remordimiento por abandonar a esta
última, porque para él, siendo pobre no vale nada así le haya dado un hijo. Tampoco
le importa engañar a ambas mujeres con otra. La manera en la que Juanito trata
tanto a Fortunata como a Jacinta hoy se consideraría abuso emocional y verbal,
porque les habla a ambas de manera que ellas siempre se sientan humilladas. El
final de Juanito termina siendo irónico porque, aunque no muere, aun así este
no es nada feliz.
Jacinta Arnáiz y Cordero de Santa Cruz, a veces llamada la Delfina por su matrimonio o la mona del Cielo por su carácter, nació en
octubre de 1846, siendo sólo un año menor que Juanito. El día exacto de su
nacimiento no es claro, pero se sabe el mes y el año en que nació porque su
madre dice que fue en la misma semana del matrimonio de Isabel II de España, la
reina que regía en aquella época, un evento ocurrido el 10 de octubre de 1846.
Fue la sexta de diecisiete hijos, una de los nueve hijos supervivientes y la
tercera de las siete hijas sobrevivientes de Gumersindo Arnáiz, hermano de
Barbarita Arnáiz de Santa Cruz y tío de Juanito, e Isabel Cordero. Sus hermanas
mayores son Benigna y Candelaria y las menores, Barbarita II, Isabel, Andrea y
una cuyo nombre es desconocido. Sus hermanos son un hermano de nombre
desconocido y un hermano menor al que llaman Rupertito. Se dice que tiene más
gracia que belleza, y aun así no logra pasar desapercibida, ya que desborda
elegancia y bondad ante todos. Para los primeros años de su matrimonio y ante
el estrés de su esterilidad, comienza a encanecer de manera prematura.
Jacinta es una persona criada para ser esposa,
madre y ama de casa. Es una persona de carácter calmado y bondadoso, aunque
algo triste, a diferencia de su marido y primo, con el que se casó en mayo
de 1871. Sin embargo, no le gusta ni tolera el comportamiento libertino de su
esposo, algo que sale a relucir cuando Juanito le revela en el viaje de bodas
su romance con Fortunata.
Ante su esterilidad, vuelca su atención en la
caridad. Se convierte en patrona del convento de las Micaelas, cuando les pide
que intercedan por su esposo cuando este estaba enfermo de neumonía, la que
milagrosamente se recupera, y es protectora de Adoración, hija de una de las
internas del convento. En parte, porque la madre de la niña es incapaz de
criarla y lo hace la hermana de ella, conocida de una amiga de Jacinta, y en
parte, porque Jacinta siente un genuino cariño por Adoración. No sólo se preocupa de
darle ropa, sino también de proporcionarle una buena educación. Sin embargo,
como ella misma dice, el deseo de un hijo para ella es tan fuerte que piensa
que todo niño al que ayuda es suyo:
“Pero me
gustan tanto los niños, que tengo verdadera manía por ellos, y los ajenos me
parece que deberían ser míos… Y créalo usted, no tendría escrúpulo de
conciencia en robar uno, si pudiera…”
p. 542-543
Personas como Aurora Samaniego viuda de Fenelón
rumorean que ella tiene un romance con Don Manuel “Manolo” Moreno-Isla, el
socio de un banco, que muere de manera repentina. Sin embargo, poco a poco nos
damos cuenta de que esto no es más que un rumor hecho sólo para
desprestigiarla. De hecho, casi todos los personajes la llaman ángel, debido a
su bondad y a su capacidad para perdonar.
A pesar de la tristeza y el sufrimiento por los
que pasa Jacinta, ella termina siendo la más favorecida al final, como si Pérez
Galdós hubiera considerado que el personaje tenía derecho, después de tantas
humillaciones e infidelidades por parte de su esposo, a una recompensa.
De Fortunata se desconoce su fecha de
nacimiento, así como su apellido. Proviene de un barrio pobre de Madrid. Sus
padres, que eran un puestero y una criadora de pollos y huevos respectivamente,
murieron cuando ella tenía doce años, quedando bajo el cuidado de sus tíos,
José y Segunda Izquierdo, que también se dedicaban a criar pollos y huevos,
pero no sabe si son tíos paternos o maternos. Es descrita como de pelo negro y
rizado, alta, posiblemente más alta que el promedio de la mujer española de la
época y de aspecto gracioso. Según Don Evaristo Feijoo, Fortunata “tiene buen
fondo; pero carece de fuerza moral”, lo que explica porque cayó fácilmente ante
Juanito Santa Cruz. A veces es llamada la Diabla
o la Pitusa. Su nombre en latín
significa “afortunada”, un nombre irónico considerando todo lo que le ocurre.
Conoce a Juanito cuando este va a visitar a su
viejo tutor, el señor Estupiñá, administrador del edificio donde vive. Ambos
tienen un romance que culmina cuando Juanito decide que no puede seguir con
ella al saber que está embarazada de él. Tuvo un hijo varón, que muere siendo
muy pequeño por difteria1. Debido a su aventura, su tía la expulsó
del hogar y tras la muerte de su hijo, acabó juntándose con cuantos hombres se cruzasen
su camino, hasta que conoció a Maximiliano Rubín, que se convertiría en su
marido.
Sin embargo, ser la esposa de Maximiliano no
resulta sencillo. Antes de casarse, debe hacer frente a la oposición de la tía
de él, Guadalupe “Lupe” Rubín viuda de Jáuregui; pero el hermano sacerdote de
Maximiliano, Nicolás, propone una solución que beneficie a todos: que Fortunata
se traslade al convento de las Micaelas por un tiempo para que pueda expiar sus
pecados y para que pueda convertirse en la esposa que él considera que Maximiliano
se merece. Fortunata acepta y se va al convento.
Ya en el convento de las Micaelas, además de
aprender a leer, a escribir y recibe clases de urbanidad bajo Doña Manolita,
también debe hacer cosas como lavar ropa y labores de bordado. Esto se debe a que
en el convento hay dos tipos de internas: las Filomenas y las Josefinas.
Mientras que las Filomenas eran, como Fortunata, mujeres enviadas allí para que
corrigieran su mala conducta; las Josefinas eran niñas llevadas allí por sus
padres para que pudieran recibir una buena educación, pero también llegaban a
causa de madrastras que no querían tener nada que ver con ellas. Las Filomenas
comían y se retiraban a dormir después de que lo hicieran las Josefinas, ya que
estas eran mucho menores.
En el convento Fortunata traba amistad con
Mauricia La Dura, una mujer de su
misma clase social, conocida en el convento por su indisciplina, su mal
carácter y por haberse fugado varias veces de allí. Ella le cuenta sobre
Juanito y Jacinta, ya que los Santa Cruz son patrones del convento, mientras
que Fortunata tiene la oportunidad de conocer a Jacinta, cuando esta llega al
convento. Al verla, Fortunata no puede sentir más que envidia, porque ella
desearía estar en el lugar de Jacinta, no sólo porque quiere estar con Juanito
sino para darle el hijo que Jacinta no le puede dar.
Fortunata sale del convento en la segunda
quincena de septiembre de 1874 ya que su boda estaba pactada para esa época.
Ella no quiere casarse con Maximiliano, pero Mauricia La Dura la convence de hacerlo al hacerle ver que tendría prestigio
como esposa y que así lograría limpiar su nombre.
Sin embargo, Fortunata no logra ni siquiera
tenerle cariño a Maximiliano y cuando se reencuentra con Juanito, reinician su
relación. Esto ocasiona no sólo que su relación se descubra, sino que también
pierde la confianza de la familia Rubín. Sin embargo, y gracias a Don Evaristo
Feijoo, vuelve con Maximiliano, aunque su matrimonio sigue siendo sin amor.
Cuando queda embarazada de nuevo de Juanito, se va de casa de los Rubín para
regresar con su tía. Pero allí podemos ver que los gustos de ella han cambiado,
porque decide mandar a limpiar y arreglar el lugar. Poco después, ella da a luz
a su hijo, al que llama Juan Evaristo Segismundo, además de otros nombres, pero
que todos deciden llamar Juan Evaristo, Pituso
o el mono del Cielo.
Sin embargo, a causa de un rumor, se llena de
cólera y agrede a Aurora Samaniego viuda de Fenelón, una mujer que creía su
amiga. Este hecho acaba con su ya debilitada salud y muere, aunque durante su
agonía hace que el señor Estupiñá escriba una carta donde ella le da su hijo a
Jacinta, porque finalmente aceptó a Jacinta como la persona que es y cree que el
niño le dará la alegría que tanto le falta a Jacinta en su vida.
Maximiliano “Maxi” Rubín y Llorente nació en
1849. Fue el menor de tres hijos de un comerciante, Don Nicolás Rubín, que al
morir les dejo poco dinero a sus hijos debido al estilo de vida extravagante de
su esposa, Maximiliana Llorente. Por suerte, el hermano mayor de Maximiliano,
Juan Pablo, se convierte en un político de prestigio y logra darle estudios
universitarios a Maximiliano. Su otro hermano, Nicolás, se hizo sacerdote, así
que Maximiliano quedó bajo el cuidado de su tía Guadalupe “Lupe” Rubín viuda de
Jáuregui, a veces apodada la de los Pavos.
Maximiliano es descrito como un hombre poco
atractivo y enfermizo, debido a su nacimiento prematuro. Tampoco tiene un
carácter fuerte, sino que más bien es dócil e ingenuo, con tendencia a sufrir
trastornos mentales. Estudia Farmacia más por decisión de su hermano mayor y de
su tía que por voluntad propia. A causa de su aspecto y su apellido, sus
compañeros de carrera lo apodaron Rubinius
vulgaris. Segismundo Ballester y Guillermina Pacheco consideran que “es un santo;
pero [que] no tiene el sentimiento del honor”. Esto se ve porque, aunque es
capaz de sentir celos ante las acciones de Fortunata, es incapaz de confrontar
a los demás. Incluso, el significado de su nombre es irónico, porque es
derivado del latín maximus que
significa “el más grande”.
Un día conoce a Fortunata porque vive cerca de
la casa de su tía Lupe y se carga de hacer los deberes de la casa. De
inmediato, Maximiliano se siente flechado por ella, pero se siente intimidado
por ella a causa de su lenguaje coloquial, propio de los barrios bajos de
Madrid; así que la ayuda -o intenta ayudarla- a mejorar su vocabulario y le
enseña a leer y a escribir.
A diferencia de Maximiliano, Fortunata no se
siente atraída por él no sólo porque aún está enamorada de Juanito, sino
también porque el aspecto físico de Maximiliano le produce repugnancia. A pesar
de todo esto, ella considera casarse con él cuando se lo propone porque
eso le daría reputación al ser la señora de un hombre. Después de un tiempo en
un convento, ambos se contraen matrimonio.
A pesar de que Maximiliano pone de su parte, la
relación fracasa porque Fortunata no lo ama y esto lo llena de tristeza y celos
cuando se entera que ella se ha vuelto a ver con Juanito Santa Cruz. Sin
embargo, la acepta de nuevo cuando el amigo de su hermano, Don Evaristo Feijoo,
intercede por ella. Pero al mismo tiempo, Maximiliano comienza a desarrollar
una enfermedad mental, poniendo en peligro a sus seres queridos, la cual llega
a su punto máximo cuando se entera del embarazo de Fortunata. Es ahí cuando su
hermano y su tía lo encierran en una institución mental, en donde poco a poco
se recupera y sale al poco tiempo. Sin embargo, su familia le hace creer que
Fortunata murió, para evitar que siga pensando en ella.
Para la época en la que Fortunata tiene a su
hijo, Maximiliano se reencuentra con ella y le dice que algo que termina
provocando la ira de Fortunata y que contribuye a la muerte de esta. Ante esto,
Maximiliano se siente culpable y decide expiar su culpa, como era lo habitual
en la época, en forma religiosa.
Mauricia, apodada La Dura, es una mujer que pertenece a la misma clase social de
Fortunata. Su nombre deriva del latín y significa “de piel morena” o “mora”. Es
descrita como de apariencia andrógina, tanto en lo físico como en la voz; de
hecho, es descrita como similar a Napoleón en su época de Primer Cónsul. Su
manera de hablar es mucho más prosaica que la de Fortunata, diciendo con
frecuencia Paices boba, una corrupción
de Pareces boba. Ella tiene una hija llamada Adoración, que vive con su hermana
Severiana, debido a que se la considera poco apta para educarla, algo que ella misma reconoce. Mauricia conoce a Jacinta, porque la madre de ella trabaja para
Guillermina Pacheco, amiga de Jacinta.
“Está con
mi hermana Severiana, porque yo, como gasto este geniazo, le doy malos ejemplos
sin querer, ¿tú sabes?, y mejor vive el angelito con Severiana que conmigo.”
p. 331
Don Evaristo Feijoo es un funcionario amigo de
Juan Pablo Rubín, hermano de Maximiliano. Es un hombre bondadoso y sabio, que
se hace cargo de Fortunata cuando Juanito la abandona por segunda vez, algo que
cala muy bien con el significado de su nombre2. Nunca se ha casado
porque considera que “casarse es estúpido”, al menos para él. Por su edad
-sesenta y nueve para principios de 1875- sufre los típicos achaques de esta.
Al creer que su muerte está próxima, gestiona con Juan Pablo y con Doña Lupe el
regreso de Fortunata con Maximiliano. Para la cuarta parte, está casi
inmovilizado y es victima de demencia senil, aunque logra reconocer a
Fortunata, darle su dinero y desearle buena suerte.
De todos los personajes de Fortunata y Jacinta,
Don Evaristo es uno de los pocos que se preocupa de verdad por el bienestar de
Fortunata, siendo los otros Segismundo Ballester y Guillermina Pacheco. Le da
consejos y la orienta a poner de su parte para mejorar su relación con
Maximiliano. Para él, Fortunata es como una hija, aunque posteriormente dice
que, si fuera veinte años menor, se hubiera casado con ella. Curiosamente y a
pesar de su edad y estado de salud, muere poco después que Fortunata y es
enterrado a los ocho días del entierro de ella.
Segismundo Ballester es el segundo hombre que
ayuda a Fortunata. La conoce porque Maximiliano trabajaba en la botica de
Samaniego para él. Cuando esta se va de casa de los Rubín por segunda vez, se
mantienen en contacto y la apoya durante su embarazo. Como resultado, se
convierte en el padrino del segundo hijo de Fortunata, el cual recibe su tercer
nombre por él. También intenta cuidar de ella durante sus últimos días. Es la
única persona a la que Maximiliano realmente hace caso.
El nombre Segismundo proviene del germánico que
significa “el que protege por medio de la victoria” ¿Tiene sentido? Sí, porque
él se encarga de velar por Fortunata cuando está embarazada y cuando ella se
enferma de gravedad, además de convencerla de llevar con una nodriza al pequeño
Juan Evaristo cuando está claro que Fortunata ya no puede amamantarlo, logrando
que el bebé sobreviva a su madre.
Guillermina Pacheco, a veces llamada La Santa por su trabajo de caridad,
puesto que ella logra enviar a un asilo al falso Pituso, es una gran amiga de Jacinta y con el tiempo se convierte
en una para Fortunata. La madre de Mauricia La
Dura y Severiana trabaja para ella, razón por la cual conoce su historia y
posteriormente, la de Fortunata. Muchas veces intenta hacerle ver que su
concepto de ser la verdadera mujer de Juanito sólo porque le dio un hijo y
Jacinta no es absurdo, algo que logra cuando Fortunata está por morir. Es la
que se encarga de disipar todas las mentiras de la viuda de Fenelón. Su nombre
es de origen germánico y significa “protectora voluntariosa”. Tiene sentido,
dada su descripción anterior.
Aurora Samaniego y Moreno, viuda de Fenelón es
la heredera de la botica de Samaniego, que aparece en la tercera parte. Es
viuda de un comerciante francés, que murió en combate luego de cinco años de
matrimonio, dejando a Aurora sin hijos y con poco dinero, no teniendo más
opción que regresar a España. Esta mujer logra ganarse la amistad de Fortunata,
pero más adelante se muestra como una mujer calumniadora e hipócrita, porque
difunde un rumor falso sobre Jacinta y un supuesto amante para ocultar su propio
romance. Esto provocaría una confrontación con Fortunata y que esta enfermara
hasta la muerte.
Un tropo o recurso narrativo que la novela muestra
de manera constante es la ley de la fertilidad inversa, aunque
siempre se muestra zigzagueada. Esto significa que algunas parejas logran tener
hijos mientras que otras no. Hay dos ejemplos de comparación: los Santa Cruz y
los Arnáiz y por supuesto, Fortunata, Jacinta y sus hermanas. Los analizaré por
separado.
Baldomero Santa Cruz II y Barbarita Arnáiz
tuvieron problemas de fertilidad ya que pasaron muchos años sin concebir. El
nacimiento de su hijo Juanito fue un milagro, dado los diez años que pasaron
antes de que este naciera. Luego de tener a Juanito, o Baldomero y Barbarita no
tuvieron más relaciones o estas no fueron fructíferas porque no tuvieron más
hijos aparte de él.
Por el contrario, el hermano de Barbarita,
Gumersindo y su esposa Isabel gozaron de una gran fertilidad. Entre 1838 y 1860
Isabel dio a luz un total de diecisiete hijos, de los cuales nueve llegaron a
la mayoría de edad. Isabel a veces se quejaba con Barbarita de su alta fecundidad,
ya que no sabía que hacer con tantos hijos y esto los dejaba con poco caudal de
dinero, aunque aun así tampoco tenían deudas. Peor aún, el que le hubieran
quedado sólo dos varones y que el resto de su descendencia sobreviviente fueran
mujeres hacía que no tuviera idea de cómo ella y su esposo les darían buenos
matrimonios a sus siete hijas.
En cuanto a Jacinta, sabe que su deber es tener
hijos ya que es lo que se espera de una mujer de su época y de su condición
social, pero al ser incapaz de concebir se siente inútil como mujer, una triste
ironía teniendo en cuenta la
fertilidad de su madre. Ve como sus hermanas mayores, Benigna y Candelaria,
están llenas de hijos y se sienten realizadas. Estas, lejos de aconsejarla, la molestan
por intentar complacer a sus hijos porque, para ellas, Jacinta los consiente y
malcría. Esto la llena de envidia y dolor y sólo su tía y suegra Barbarita la
entiende dada su propia experiencia. La única manera de Jacinta de canalizar su
frustración es la caridad, como se ve en la novela.
En cambio, Fortunata, la amante de Juanito,
queda embarazada rápidamente. Obviamente, debido a que Juanito sólo la
consideraba una aventura, la abandona y ella da a luz a su primer hijo, que
murió siendo pequeño. A pesar de todo, Fortunata se considera a sí misma la
verdadera mujer de Juanito porque ella le dio un hijo y Jacinta no. Por alguna
razón, siendo fértil nunca concibió con Maximiliano, aunque esto puede ser
porque al parecer no consumaron su matrimonio. Cuando Fortunata y Juanito vuelven
a ser amantes, ella se embaraza otra vez y da a luz a su segundo hijo, Juan
Evaristo, pero muere por complicaciones del parto, no sin antes dar su hijo a
Jacinta.
Algo que me gusta de los personajes es su
evolución, en particular la que tiene Jacinta. Ella desaprueba las
infidelidades de su marido, pero al principio reprime su rabia y decide no
estallar en escándalos públicos para no causarle problemas a sus suegros,
aunque estos la quieren mucho. Simplemente, discute con su marido en privado.
También siente un gran desprecio por Fortunata, aunque este sentimiento
desaparece al enterarse de que su marido las engaña a ambas. Para el final de
la novela, aunque mantiene su matrimonio por apariencia, destierra a su marido del
lecho marital porque ya no lo ama y se concentra en criar a Juan Evaristo. Para
ella, gracias a Fortunata, tiene el hijo que tanto quiso y que nunca pudo tener.
Fortunata también evoluciona y con el tiempo se
va civilizando. Al principio, tenía un lenguaje coloquial, típico de las
personas de su condición social en la Madrid de la época, además de tener un
gusto extravagante. Después de su estancia en el Convento de las Micaelas y de
estar en contacto con el círculo social de los Rubín, se convierte en una
persona más refinada, algo que se demuestra en su léxico, el cual se hace menos
tosco, y hace amigas aun careciendo de estudios. Incluso su punto de vista
sobre Jacinta cambia y empieza a tenerle compasión. Además, cuando se entera de
las andanzas de Juanito, finalmente logra liberarse de la obsesión por él, aun
cuando ya su vida se acercaba a su fin.
Al final, tanto Fortunata como Jacinta llegan a
una misma conclusión: el hombre que ambas aman no es digno de su amor, y esta
es la clave de su evolución dual. Fortunata muere tranquila sabiéndolo y
dejando en buenas manos a su hijo mientras que, aunque Jacinta sigue viviendo bajo
el mismo techo que Juanito, decide darle su amor a un pequeño que lo merece en vez
de a su marido infiel, a quien ya no ama.
Mauricia La
Dura también sufre una gran evolución, aunque esta ocurriría durante su
agonía. Entre momentos de delirio y de coherencia, se da cuenta de que se dio
una mala vida y que eso la alejó de su hija Adoración para siempre. Sin
embargo, le desea buena suerte a la pequeña y le pide que sea una niña buena,
como no lo fue ella. A Fortunata, en sus momentos de locura, le dice que le
diga la verdad a Jacinta, pero cuando está tranquilla, le ruega que intente
comprenderla y comprender su propia situación, para que pueda adaptarse a su
relación con Maximiliano.
Fortunata y Jacinta es una novela larga y un
poco densa, sobre todo en el inicio cuando hablan de las distintas familias
como los Santa Cruz, los Arnáiz, los Samaniego y los Moreno. Pero a medida que
uno la sigue, la lectura se hace mucho menos pesada e incluso es más amena,
aunque muchos de sus capítulos son bastante largos, sobre todo el capítulo
final.
Fortunata y Jacinta es una novela que trata
muchos temas como el adulterio, la hipocresía y la convivencia entre las clases
burguesa y obrera. Es la historia de dos mujeres que, después de haber amado a
un hombre que no valía la pena, logran seguir adelante, una en la muerte y la
otra en la vida. La recomiendo para aquellos que quieran leer la sociedad sobre
la Madrid de 1870 e historias sobre dos mujeres dentro de un triángulo amoroso.
Es una novela que a lo largo de sus treinta y un capítulos logrará mantener tu
atención.
Con esto termino el Mes de la Mujer. Debo decir
que casi todas las obras me sorprendieron más de lo que había esperado, ya que
me encontré personajes femeninos que no esperan a que los demás escojan por
ellas, sino que desean tejer su propio destino, aunque siempre lo hacen con
juicio y sabiduría. Si esto no ocurre, las consecuencias pueden ser nefastas,
pero siempre que se deseen enmendar las cosas, habrá esperanza. En cuanto al amor,
este puede llegar de manera inesperada, aunque también puede que se acabe si no
recibe alimento. Quizá este fue el mensaje de las obras de este mes. Espero que
el próximo Ciclo de la Mujer sea igual o superior.
Adenda: Como es habitual, el 31 de marzo no habrá
entrada por ser Semana Santa. Regresaré el 6 del abril con unas entradas dedicadas
a los niños y a la lengua de Cervantes.
BIBLIOGRAFÍA
Pérez Galdós, B. Fortunata y Jacinta.
NOTAS
1 Llamada
garrotillo en la novela, porque así llamaban a la difteria en la España de
aquella época. Esto es debido a que sus síntomas se asemejaban a la forma de
ejecución conocida como garrote vil. Este
aparato de ejecución fue usado en España desde 1820 hasta 1978, cuando se
abolió la pena de muerte en España.
2 En griego, Evaristo significa agradable o aquel
que complace a los demás.
Comentarios
Publicar un comentario