LAVINIA
Este año empezamos un nuevo mes de la mujer,
que tiene algo especial que no han tenido otros. A diferencia de años
anteriores, las entradas de marzo en gran medida son de obras literarias
escritas por mujeres. La única entrada que tiene un autor masculino es la
última.
Para empezar, con esta entrada le rindo un
homenaje a una de las escritoras de ciencia ficción y fantasía más prolíficas
que existen y que falleció recientemente: Ursula K. Le Guin. Sus obras
mostraban las distintas facetas de la humanidad a través de su identidad
social, psicológica y sexual; todo esto debido a sus intereses en la
psicología, la sociología, el feminismo, el taoísmo, el anarquismo y el
ambientalismo. Entre sus obras más destacadas se encuentran dos series de
libros: Terramar y el Ciclo Hainish, conocido en español como Ekumen. Fue
ganadora de varios Premios Hugo, Premios Nebula, Premios Locus y Premios
Mundiales de Fantasía y en 2003 fue galardonada con el Premio Gran Maestro
Damon Knight Memorial, la primera mujer en lograrlo.
Sin embargo, la obra que analizaré de Le Guin
no será uno de sus libros más conocidos, sino uno de los últimos que ella
publicó. Por supuesto, me refiero a Lavinia, una novela que fue publicada en
2008 (el 21 de abril se cumplirán diez años de su publicación) y con la que Le
Guin ganó el Premio Locus a la mejor novela de fantasía en 2009.
Lavinia es básicamente los seis últimos libros
de La Eneida, pero contados en prosa y a través de punto de vista de Lavinia.
Ella nos cuenta como era su vida antes de que la flota de Eneas llegara a su
reino, una predicción que recibe y como intenta hacer a un lado el camino para
el que está destinada al intentar labrarse uno propio.
Lavinia es una novela sin capítulos, aunque con
pausas para pasar de un pasaje al otro y un epílogo que en el que Le Guin habla
como se le ocurrió la idea de hacer Lavinia tras haber leído La Eneida hacía
mucho tiempo. Según ella, intenta mantener la esencia de lo que Virgilio quería,
pero al mismo tiempo imprime la suya dándole voz a un personaje que no la tiene
en la obra de Virgilio. Ese personaje es Lavinia.
No es difícil precisar el tipo de narrador que
posee la novela. Obvio, la narradora es Lavinia, lo que la convierte en un
narrador homodiegético, es decir, que habla en primera persona y, además, una
narradora protagonista. En cuanto al grado de conocimiento que Lavinia posee
como narradora, no sólo es una narradora interna sino también una que es
interna fija, no sólo porque habla de los sucesos al haber estado presente en
ellos, sino porque también sólo se muestra su punto de vista.
Hablaré un poco de los personajes y empezaré
primero con la protagonista.
Lavinia fue la única hija sobreviviente de tres
hijos que tuvo Latino, el rey de los latinos junto a su esposa Amata. Al ser
mujer y además única hija, sus padres tenían sentimientos encontrados hacía
ella. Su padre la amaba mucho, pero estaba consciente de que tenía que casar
bien a su única descendiente; sin embargo, esto último siempre se posponía
porque Lavinia se negaba a dejar su cómoda casa y su reino para irse a uno en
donde no tendría la libertad de hacer lo que quisiera.
Al contrario que Latino, su madre, Amata, era
poco afectuosa hacía ella pues sentía que era mejor que hubiesen sobrevivido
cualquiera de sus otros dos hijos (en particular, el varón) en lugar de Lavinia
y la dejaba al cuidado de una criada, Tita, y dos compañeras, Silvia y Maruna,
las cuales eran las únicas personas con las que ella se relacionaba.
Un día Lavinia invoca a un espíritu, un poeta
que resulta ser Virgilio, el cual le dice que por su edad -casi dieciocho años-
ya era “madura para un hombre, pues, en edad de contraer matrimonio”. Con él,
tiene una conversación interesante en el que él le narra la historia de Eneas, tal
como es mencionada en La Eneida. Sin embargo, lo que le encuentra es la mitad
del libro, lo que deja a Lavinia con la ansiedad de saber cómo concluye la
historia de Eneas.
Latino, indeciso ante lo que le cuenta Lavinia,
decide consultar al oráculo. Este predice que Lavinia se casará con un
extranjero que viene muy lejos, tal como le dijo Virgilio a Lavinia, lo que
confirma que ella se casará con Eneas, pero que sólo reinará por tres años.
Lavinia decide afrontar su destino y su padre Latino está de acuerdo porque, a
diferencia de lo que le ocurrió a la profetisa Casandra1, él sí da crédito al oráculo,
pero Amata insiste en que ella debe casarse con Turno, por ser el rey más
cercano a ellos y, además un aliado. Latino no cede al chantaje de Amata y
sigue insistiendo en respetar la voluntad de Lavinia.
No obstante, Lavinia sabe que su matrimonio con
Eneas no durará mucho porque así lo predijeron el oráculo y Virgilio, así que
no tiene más remedio que adaptarse a su vida con Eneas. Por momentos, siente
que debe ser una mejor esposa para Eneas y comprenderlo mejor y al mismo tiempo
piensa que la diferencia de edad entre ambos (Eneas le doblaba la edad a
Lavinia) hace la diferencia. A pesar de todo, logran ser felices a pesar de los
problemas con Ascanio, que no se había adaptado del todo a su nueva vida. Junto
con Eneas, Lavinia funda Lavinium y Ruma, que más adelante se conocería como
Roma, tal como predijo Virgilio y como soñó ella y tienen un hijo, Silvio. Sin
embargo, tal como lo predijeron el oráculo el matrimonio sólo dura tres años y
al poco tiempo, ella pierde su segundo embarazo, una niña a la que entierra en
la tumba de Eneas.
Cuando esto ocurre, Lavinia decide quedarse en
Alma Longa, la capital establecida por Eneas, para consagrarse a la crianza de
Silvio de manera imperturbable, incluso cuando Latino muere. Sin embargo, cuando
Silvio cumple once años, Ascanio, el hijo mayor de Eneas, que era el rey ante
la muerte de su padre, exige que su hermano se crie entre hombres. Sabiendo que
si se pierde de criar su hijo descendería a la locura como su madre, Lavinia
huye hasta Lavinium, en busca de ayuda por parte de los troyanos leales a
Eneas; pero hasta allí llegan emisarios de Ascanio. Lavinia decide consultar el
oráculo, aunque le dice a su hijo que vaya directamente porque sólo los hombres
descendientes de los reyes latinos pueden convocarlo.
La predicción del oráculo hace que Lavinia se
retire al bosque por seis años junto a Silvio, hasta que él cumple diecisiete
años y se convierte en rey, lo que revive el sistema de dos reyes. Lavinia
permanece en el bosque en soledad hasta la abdicación de Ascanio y la
consagración definitiva de Silvio como rey, tras lo cual es convocada a
Lavinium para vivir con su hijo. Posteriormente, él se casa y la convierte en
abuela de cuatro hijos, pero ella permanece en Lavinium incluso cuando él se
traslada a Alba Longa.
Cuando Lavinia envejece, se debilita y siente
que está por morir, recuerda las palabras de Virgilio y no muere, sino que se
convierte en un ave nocturna que hace parte del bosque.
En resumen, Lavinia es una persona
inquebrantable, amorosa y decidida. Desde el principio, ella no permitió que
los demás dejarán que tomarán las decisiones por ella, tal como quería hacer su
madre. Ella decide casarse con Eneas, en parte porque sabe que está destinada a
ello y en parte porque quiere casarse con el hombre que elija, no con el que le
impongan. Hace lo mismo cuando Ascanio quiere quitarle el derecho de educar a
Silvio. No sólo huye al exilio, sino que hace que Ascanio respete la decisión del
oráculo sobre Silvio, logrando su cometido. Gracias a su carácter, se gana el
respeto de su pueblo, los latinos, y de los troyanos. Sin embargo, en algunos
momentos también muestra incertidumbre e indecisión ante las circunstancias que
la acechan. Pero siempre está dispuesta a buscar consejo cuando más lo
necesita.
Eneas es uno de los pocos troyanos que
sobrevivió a la Guerra de Troya, en la que su población fue diezmada. Junto a
un grupo, Eneas comanda una expedición en la cual buscan una nueva tierra en la
que puedan establecerse.
Para aquellos que han leído los seis primeros
libros de La Eneida, ya conocen la historia. Para los que, como yo, no hemos
leído nunca el poema de Virgilio, en Lavinia se menciona un breve resumen de
estos seis libros cuando Virgilio se le aparece a Lavinia.
Cuando Eneas llega a tierras latinas, Latino y
su hija supieron que era el hombre que había predicho el oráculo y Virgilio
para cada uno respectivamente. Ante la negativa del ex prometido de Lavinia,
Turno, Eneas no tiene más remedio que luchar en luchar contra el reino de
Turno, los rútulos. Tras derrotarlos y vencer a Turno, Eneas se casa con
Lavinia.
A pesar de los dieciocho años de diferencia, su
matrimonio de tres años fue fructífero, tanto en las relaciones con los latinos
como con los troyanos. Ambos fundaron Lavinium y Ruma, más adelante conocida
como Roma. Las relaciones entre ambos funcionaron muy bien y con el tiempo
Eneas se enamoró de Lavinia y ella de él, engendrando un niño al que llamaron
Silvio. Pero Eneas tendría un destino trágico que sólo Lavinia y el oráculo
supieron.
Latino es el rey de los latinos y el padre de
Lavinia. A pesar de sus deberes, siempre logró demostrar su amor a su hija y
respetaba sus decisiones, aunque estuviesen en contra de lo establecido. El
hecho de que Latino respetaba las elecciones de Lavinia demuestra que confiaba
en el juicio y la capacidad de su hija en este sentido, y esto lo convertiría
en una persona un poco adelantada para su época.
Con frecuencia se muestran indicios de que
Lavinia era muy cercana a él. Un ejemplo es cuando Latino decide respaldar a
Lavinia porque el oráculo le confirma las palabras de Lavinia. Sin embargo,
Amata insiste que ellos deben respetar la alianza con Turno y que ella se case
con él. Por suerte para Lavinia, su padre se pone de su parte.
Otro ejemplo ocurre tras la muerte de Eneas,
cuando ella recibe la visita de su padre. Latino espera que su nieto no sólo
sea un digno sucesor de su padre, sino que también honre sus antepasados
latinos a la vez que le dice a su hija que no permita que Ascanio eduque a
Silvio, porque traería desgracias sobre ella y sobre su hijo. La exhorta a que,
cuando ella encuentre el momento indicado, se aleje de la presencia de Ascanio
y eduque sola a su hijo. Fue su última visita, ya que al poco tiempo muere de
neumonía.
Por el contrario, la madre de Lavinia, Amata,
no era nada cercana a su hija. Lo poco que se ve de ella es que ve a su hija
como un estorbo y una carga al haber sobrevivido por encima de sus otros dos
hijos, uno de ellos un varón que ella hubiera ansiado que sucedería a su esposo
cuando este muriese. Esto ha hecho mella en su salud mental, al punto de
volverse loca y obsesionarse con que Turno sea el sucesor de su esposo al punto
de llamarlo “hijo de Latino”. Además, quiere forzar a Lavinia a casarse con él
sin importar lo que el oráculo indica, razón por la que intenta llevarse a
Lavinia a los bosques. Al igual que Eneas, Amata tiene un desenlace trágico
debido a que ya no puede evitar el enlace entre Eneas y Lavinia, pero a
diferencia de la muerte de Eneas, la suya no se podría llamar gloriosa.
Ascanio es el hijo mayor de Eneas, fruto de su
matrimonio con Creúsa. Siempre se lo muestra intentando hacer todo lo posible
para demostrar que es un sucesor digno de su padre, pero se hace evidente que,
si bien tiene un gran talento en el campo de batalla, es impetuoso, terco y
arrogante, algo que hace que él provoque más confrontaciones de las que debería
como rey. Prefiere asesorarse con gente de su edad en lugar de los troyanos de
la generación de Eneas, que en teoría son más sabios. Tampoco siente el amor
por su pueblo, a pesar de estar en tierra extranjera. El sentimiento es mutuo
porque los distintos pueblos tampoco lo quieren porque sus acciones durante la
guerra de los troyanos contra los rútulos le ganaron el desprecio de los
latinos, el pueblo que se supone debe gobernar. Se casa con una mujer llamada
Salica, pero nunca tienen hijos, lo cual se confirma cuando consulta al
oráculo. Se da a entender que es él el que no puede engendrar y además les
gustan los hombres2.
Su relación con Lavinia nunca fue lo más
cercano a una madre y su hijo; la veía más que como su hermana mayor y la
esposa de su padre. Demuestra ser machista cuando culpa de sus continuos
errores a Lavinia e intenta exigirle que Silvio sea educado por él, ignorando
el deseo de ella de educar a su hijo tal como Eneas y Latino querían. Lavinia
siente que él considera a ella y a su hijo rivales porque tienen el respeto y
el amor del pueblo, algo que él no posee. Además, según el punto de vista de
Lavinia, él ve a las mujeres como ninfómanas que sólo quieren tener a los
hombres bajo su control, debido a su orientación sexual.
“Por muy
modestamente que viviera, escondida como una prisionera en la casa de Ascanio,
él me percibía como una permanente amenaza a su dignidad y creía que socavaba
sus decisiones. Nuestro pueblo estaba cada vez mas (sic) descontento con la
guerra permanente, que ponía en peligro a los jóvenes y obligaba a los ancianos
a trabajar los campos. ¿Cómo iban a estar contentos con ella? Pero Ascanio me
culpaba a mí de sus protestas y su descontento. Yo envenenaba sus consejos,
cuchicheaba con las mujeres y volvía a todos los latinos contra él. En vano, me
comportaba como una vestal y no como una reina, sin hacer otra cosa que
ocuparme de la casa y de los altares; aun así, era culpable.”
p. 193
“Me he
fijado en que los hombres que experimentan atracción sexual por otros hombres
creen que todas las mujeres sienten una insaciable lujuria por los varones. No
sé si se trata de un reflejo de sus propios deseos, de miedo o de meros celos,
pero es algo que engendra desdén y malentendidos en grandes dosis. Ascanio
tendía a ver a las mujeres de este modo, y en su ardiente afán por mantener
inmaculado el recuerdo de Eneas, sospechaba de mí con todos los hombres. Yo ya
lo sabía. Era un ultraje para mi honor y sentí la tentación de responder a sus
sentimientos con desprecio, pero ni la rabia ni el desdén me servían de nada en
aquel momento.”
p. 186-187
Su carácter termina siendo su perdición al
final cuando se envía a su amante de mucho tiempo Atis a negociar con los
etruscos y en su lugar, un pastor lo mata. Esto quiebra emocionalmente a
Ascanio, que aleja de su presencia a su esposa, la cual se retira a casa de sus
padres, y su personalidad jamás vuelve a ser la misma, delegando muchos de sus
deberes en Silvio. Cuando se cumplen treinta años de su reinado, Ascanio abdica
en su hermano y no se sabe que ocurre con él después.
Silvio es el hijo de Eneas y Lavinia. Desde que
nació, su madre sabe que está destinado a ser un gran hombre y por eso quiere
educarlo tal como lo hubieran hecho Eneas y Latino de haber seguido vivos. Esto
hace que haya un choque entre ella y Ascanio. A pesar de todo, ella logra su cometido
llevándose a su hijo a Lavinium y mediante el oráculo, ambos viven en el bosque
hasta que Silvio cumple diecisiete años. A esa edad Silvio es designado rey y
demuestra ser competente, justo y amoroso con su pueblo, logrando ganarse el
cariño y el respeto de este. Con el tiempo se casa y tiene cuatro hijos,
haciendo muy feliz a su madre y siempre procurando mantenerla cerca, pero
también respeta su decisión de permanecer en Lavinium cuando él se traslada a
Alba Longa.
Turno es el rey de los rútulos y uno con los
que Latino ha formado alianza, la cual se complementará cuando Turno se case
con Lavinia, la cual no siente interés por él por su manera impetuosa y grosera
de ser. Sin embargo, esto termina cuando Latino asegura que su hija se casará
con el hombre extranjero que ha predicho el oráculo. Al igual que ocurre en La
Eneida, Turno no acepta las decisiones de Latino y le declara la guerra a
Eneas. A pesar de tener un número menor de hombres, los troyanos logran dominar
a los hombres y los derrotan. El clímax ocurre con la pelea entre Eneas y
Turno, cuando Eneas derrota y mata a Turno. Después de un tiempo prudente,
Eneas y Lavinia se casan.
Uno de los temas que trata Lavinia es la
constante disputa entre la predestinación y el libre albedrio, algo que se ha
tratado en muchas obras literarias, entre ellas La vida es sueño. Daré unos
ejemplos.
La conversación entre Lavinia y Virgilio
muestra un tema que ya ha analizado varias veces en otras entradas: el destino
y lo que está escrito. Para Virgilio, las acciones que hacemos están dictadas
por el destino y no hay manera de cambiarlas. De alguna manera, siempre
terminaremos haciendo lo que ocurrirá.
Lavinia está parcialmente de acuerdo con
Virgilio. Ella desea construir su propio camino, su propio destino; en su
camino, no desea casarse con ningún hombre de los reinos latinos sino con el
que le dijo el poeta, Eneas, el extranjero, ya que, si tuviera que elegir entre
los demás reyes, preferiría convertirse en virgen vestal3, algo que
su padre no aprueba porque es hija única. Todo esto simboliza el eterno debate
entre la predestinación y el libre albedrio, aunque para Lavinia tanto la
predestinación como el libre albedrio se complementan, una conclusión a la que
ha llegado a lo largo de su vida.
Creo que me he encontrado con una de las
sorpresas de este año. No tenía muchas expectativas con esta novela, pero no
sólo las cumplió, sino que las superó. Aunque tiene una estructura extraña, el
ritmo del libro hace que no puedas dejar de leerlo y el estilo de Le Guin al
dotar de voz y personalidad a Lavinia le da un punto de vista distinto al que
posee La Eneida, aunque ambas traten lo mismo. Es un libro que vale la pena
leer no sólo como tributo a esta escritora que, para mí, mostró su versatilidad
en él, sino también para ver lo que pensaba un personaje que pasó por la pluma
de Virgilio sin que supiéramos su forma de pensar y de actuar en la historia.
Ahora es el momento de dejar volar a Lavinia.
NOTAS
2 Véase la entrada Troilo y Crésida.
3 Sacerdotisa
consagrada a Vesta, la diosa romana del hogar. Su principal función era
mantener encendido el fuego sagrado de Vesta. Al mantener voto de castidad, no
sólo se liberaban de las obligaciones femeninas (casarse y procrear), sino que
también se dedicaban a estudiar y a corregir la observación de los rituales del
estado romano. Su servicio duraba treinta años y sólo podían entraban niñas sin
defecto físico o mental, que tuviesen a ambos padres vivos y ser hija de un
residente de Roma en libertad. El grupo fue disuelto en 394 por el emperador
Teodosio I. Una virgen vestal legendaria fue Rea Silvia, la madre de Rómulo y Remo,
fundadores de Roma.
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