FIEBRE ROMANA


Para terminar el Mes de la Mujer, pasamos de la España de 1895 a una Roma que puede ser de la misma época, un poco antes o un poco después. Una historia sobre intrigas, traiciones, falsas amistades y todo aquello que nos recuerda a la antigua Roma. Ese el argumento del cuento Fiebre romana de la estadounidense Edith Wharton, de la cual ya he analizado varios de sus trabajos. El cuento se publicó en 1934 en la revista Liberty y luego apareció recopilada en una versión revisada y más larga en la colección The World Over de 1936.

Fiebre romana o Las fiebres romanas se divide en dos partes. En la primera parte, se comenta un poco cómo era la vida de casada de las dos protagonistas, sobre las hijas de cada una, así como comparaciones sobre lo sentimental para sus hijas y para ellas mismas. Es en la segunda parte donde todos los secretos y las intrigas que una de ellas hizo cuando era más joven salen a flote, lo que produce una conversación muy tensa y que en realidad su amistad no es una farsa, una fachada.

Las protagonistas del cuento son Grace Ansley y Alida Slade, un par de viudas estadounidenses y amigas de infancia que se encuentran haciendo turismo en Italia con sus hijas Barbara y Jenny, respectivamente, probablemente como parte de un Grand Tour1, puesto que ambas muchachas son mayores de edad (edad en la que se hacía ese ritual de paso) e Italia solía el destino principal de un Grand Tour. A eso se le añade que durante la Gilded Age la juventud aristócrata y de clase alta estadounidense hacía el Grand Tour.

Grace Ansley es descrita como menuda, rubia y de piel pálida. Estuvo casada con Horace Ansley hasta la muerte de este unos años antes de que la historia tenga lugar. De este matrimonio tuvo a Barbara. Mucha gente, en particular la señora Slade, siempre se ha preguntado por el matrimonio tan precipitado que tuvo con Horace Ansley, puesto que solo llevaban dos meses de noviazgo antes de casarse. Pero a medida que ella desarrolla una tensa conversación con la señora Slade, también desentierra todos esos sentimientos que mantuvo resguardados durante años y el lector se entera de la verdad: en su juventud estuvo enamorada de Delphin Slade y había viajado como parte de su Grand Tour para estar con él. Sin embargo, los dos no eran personas libreas: Delphin estaba prometido con Alida, amiga de la infancia de la señora Ansley y futura señora Slade, mientras que Grace estaba comprometida con Horace Ansley.

Una carta enviada para ella hizo que su plan se torciera por completo. De acuerdo con la carta que se le envío, la señora Ansley estuvo dando un paseo nocturno por el Coliseo esperando a Delphin. Luego de ese encuentro, pescó una neumonía que la mantuvo en cama unos días, agravada por el hecho de que ella tenía una garganta delicada en su juventud. Para cuando se recuperó, se enteró de que Delphin se había comprometido con la futura señora Slade, la cual era Alida. Esto la llenó de tristeza, por lo que no dudó en aceptar la propuesta de Horace Ansley y casarse con él en solo dos meses. Sin embargo, nunca olvidó a Delphin, algo que la señora Slade aprovecha para contar la dura verdad sobre la carta.

En general, la señora Ansley se muestra más insegura, callada y en apariencia más ingenua que la señora Slade, por lo que prefiere observar los gestos de los demás para poder emitir un juicio. Diría que es menos hipócrita que la señora Slade si no fuera por su asunto con Delphin a sabiendas de que no estaban libres. Aun así, tiene mejores sentimientos hacia la señora Slade que esta última hacia ella, pues nunca la mira con envidia sino con compasión.

Sin embargo, si por algo dije que era ingenua eso es porque ella cree que Delphin le escribió la carta, solo para enterarse de la verdad sobre dicha correspondencia. Sin embargo, la señora Ansley no se siente derrotada, como lo deja claro su última línea de diálogo, la última frase del cuento.

Alida Slade es descrita como más alta que la señora Ansley y con cabello y piel oscuros. Estuvo casada con Delphin Slade, el también interés amoroso de la señora Ansley, por veinticinco años teniendo dos hijos: un niño que murió en la niñez y a Jenny. Durante su unión, ella disfrutó de las ventajas de ser la esposa de un reputado abogado y, por supuesto, de los halagos que recibía por ello. No sorprende que ahora siendo viuda, la señora Slade siente que su vida sea vuelto gris al haber estado siempre a la par de su esposo y ahora no tiene la menor idea de qué hacer con su vida o de cómo acostumbrarse a las atenciones de Jenny.

Al igual que la señora Ansley, la viudez de la señora Slade también significa que está en condiciones de poder acompañar a Jenny en su Grand Tour. Pero para ella, este viaje con las Ansley la hace pensar de manera envidiosa pues siente que su hija, pese a su belleza, carece de la personalidad burbujeante y del carisma de Barbara Ansley. En un punto, incluso siente que Barbara es la hija que hubiera querido tener. Sin embargo, ese viaje a Italia también significó que finalmente le confesó a la señora Ansley sobre lo ocurrido veinticinco años antes, precisamente en Roma.

Ya mencioné que desde el principio del relato, la señora Slade se muestra como una persona jactanciosa y envidiosa, pero la conversación con la señora Ansley deja entrever su manipuladora, pérfida, envidiosa y malévola personalidad, pues hizo todo lo posible para mantener su compromiso con Delphin, incluso de grandes artimañas. La señora Slade no podía soportar que la señora Ansley también preferiría a Delphin y no estaba dispuesta a permitir que le robaran a su prometido. Por todo ello, la señora Slade tendría un rol importante en lo del paseo de la señora Ansley que llevó a esta a enfermarse y sacar del camino para seguir su compromiso con Delphin Slade.

Barbara «Babs» Ansley es la hija de la señora Ansley. En el cuento solo tiene dos líneas y técnicamente no parece en forma física, pero eso no significa que su presencia sea poco significativa, como se puede comprobar en la frase final del cuento, pero de eso hablaré más adelante.

De acuerdo con la señora Slade, Barbara tiene una personalidad chispeante y un carisma arrollador, lo que hace que muchos hombres se sientan atraídos por ella. La señora Slade siente que Barbara es la hija que le hubiera gustado tener, aun cuando considera que su Jenny es un ángel. Cuando la señora Ansley responde que Barbara también es un ángel, la señora Slade dice «¡Por supuesto, por supuesto! Pero tiene alas de arco iris» (Wharton), una frase que deja ver la envidia de la señora Slade hacia la señora Ansley a causa de Barbara.

Jenny Slade es la única hija sobreviviente de la señora Slade. Se desconoce su edad pero se menciona que es menor que Barbara Ansley y se la considera más bonita. A diferencia de esta, Jenny funciona como el fantasma puesto que no aparece en la historia. De acuerdo con su madre, Jenny es una hija cariñosa con ella, muy atenta al cuidar la salud de su progenitora y una joven obediente. Una hija tan perfecta «que no precisaba excesivos desvelos maternos» (Wharton), algo que no le molesta a su madre pero que considera aburrido, prefiriendo haber tenido una hija brillante como Barbara. Para la señora Ansley, Jenny es hermosa pero carece de la «viveza de su madre» (Wharton).

Delphin Slade es el difunto esposo de la señora Slade y el antiguo interés amoroso de la señora Ansley. Ambos fueron padres de dos hijos, un varón del que se decía que era la viva imagen pero que murió siendo apenas un niño y Jenny, que sí llegó a la adultez. Era un abogado tan destacado que llegó a participar en procesos judiciales internacionales y que luego aumentó su fortuna gracias a sus inversiones de Wall Street, lo que le permitió mudar a su familia de la 73th Street a Park Avenue, una de las zonas más exclusivas de la Ciudad de Nueva York. Junto a su esposa Alida, eran considerados como una de las parejas más elegantes de la Gran Manzana.

Delphin Slade estaba prometido con Alida, pero Grace, la futura señora Ansley, lo amaba y de hecho el viaje a Roma tenía la intención de que Delphin y Grace se encontrar a solas en algún momento. Pero una carta supuestamente escrita por él y por la cual la señora Ansley hizo un desafortunado paseo nocturno al Coliseo que la llevó a enfermarse y a que el compromiso entre él y Alida se mantuviera. Al parecer su muerte es reciente pues se dice que solo pasó algo de tiempo luego de su muerte y de la del señor Ansley. Y hablando de este…

Horace Ansley es el difunto esposo de Grace. Junto a ella, formaban una pareja vista como fascinante y clásica por muchos pero que la señora Slade consideraba como aburridos y reliquias de museo, al menos comparados con Barbara, la hija del matrimonio. Horace Ansley dejo viuda a su señora al igual que Delphin Slade hizo con la suya.

Lo interesante de Horace Ansley es que se casó con Grace en una ceremonia rápida en Florencia, con apenas dos meses después de que Grace se recuperara de una pulmonía. No está claro si ambos estaban prometidos antes pero parece probable. El caso es que lo repentino del matrimonio se debió a que la señora Ansley quería estar casada antes que la señora Slade y producto de su decepción con Delphin Slade o eso dice la señora Slade. Sea como fuere, no parece que Horace Ansley haya sido un mal esposo, pero está claro que la ausencia de él es algo que la señora Ansley ha sobrellevado mejor.

Un tema de Fiebre romana son las relaciones interpersonales femeninas, en concreto su lado oscuro, al igual que en el cuento La perla, que reseñé el año pasado. Aunque Yukio Mishima no se corta un pelo al mostrar mujeres que se tratan con mucha crueldad, en realidad su punto de vista de las relaciones interpersonales entre mujeres se siente dulcificado si lo comparamos con Fiebre romana.

Al ser una mujer perteneciente a la aristocracia neoyorquina, Edith Wharton fue capaz de plasmar con mucha más crudeza cómo mujeres de clase alta, que se suponen amigas, están dispuestas a manipularse entre sí para lograr sus objetivos maritales por pura envidia y resentimiento, sin importar destruir una amistad o una relación amorosa. Un ejemplo es la historia de la familia de la señora Ansley, cuando una tía suya llamada Harriet envió a su hermana menor al Foro romano para recoger flores, pero que en realidad lo hizo porque las dos estaban enamoradas del mismo hombre. El caso es que la hermana menor enfermó y murió, algo que Harriet confesó y la atormentó por el resto de su vida.

¿Por qué menciono esa historia? Bueno, no solo muestra lo despiadadas que pueden llegar algunas mujeres entre sí sino que también tiene que ver con la señora Slade. Ella hace todo lo posible para evitar que otra mujer se meta con su futuro esposo, llegando a realizar todo tipo de artimañas. Además, demuestra su envidia hacia la hija de la señora Ansley, pues siente que solo usaría a su hija para sobresalir más y así atrae admiradores. Encima de todo ello, piensa que Barbara sería más adecuada como su hija que su hija biológica Jenny solo porque tiene una personalidad más llamativa. De hecho, la señora Slade menciona los extremos a los que llegan las mujeres cuando se enamoran:

Bueno, ya sabes que las chicas pueden ser despiadadas a veces, sobre todo cuando están enamoradas. Recuerdo haberme reído yo sola al imaginarte esperando en la oscuridad, estrujando la vista, agudizando los oídos en espera de algún sonido, intentando acceder al interior… Claro que luego tuve remordimientos, cuando supe que habías estado tan enferma después de aquello (Wharton).

 

Esto último da a entender el rol que tuvo en el paseo al Coliseo de la señora Ansley y su enfermedad posterior.

En cuanto a la señora Ansley, es una mujer menos malintencionada o por lo menos eso parece en apariencia, puesto que ella no tiene ningún sentimiento negativo hacia la señora Slade. De hecho, siente lástima por ella a causa de su viudez, no solo por la pérdida de su esposo, sino porque se da cuenta de que la señora Slade no sabe qué debe hacer con su vida ahora que Delphin ya no vive.

Algo que también se ve en las relaciones interpersonales entre mujeres es la tendencia a tener un punto de vista equivocado entre sí. La señora Ansley ve con lástima a la señora Slade por lo difícil que se le ha hecho sobrellevar la viudez tras ser el centro de atención durante veinticinco años mientras que la señora Slade envidia y desprecia a la señora Ansley viéndola como una mujer dispuesta a romper compromisos y por tener una hija más dinámica que la suya.

Lo que dije antes sobre las tretas de la señora Slade nos remite a otro tema que trata el cuento: la traición. Como dije, Wharton logró describir cómo las personas están dispuestas a traicionarse entre sí solo para lograr un objetivo. La señora Ansley estaba enamorada de Delphin Slade como para buscar que este rompa su compromiso con Alida, mientras que la señora Slade no le importa usar sus debilidades si eso significa quitarla de en medio para mantener su compromiso.

El resentimiento también es un tema prevalente. A pesar de tener un largo matrimonio, está claro que la señora Slade nunca ha perdonado a la señora Ansley por intentar deshacer su compromiso con Delphin y se lo echa en cara, primero usando una historia que solía contarse en la familia entre la familia de la señora Ansley y finalmente aceptando el rol que tuvo en el paseo nocturno de la señora Ansley, el cual la enfermó gravemente.

Algo interesante de Fiebre romana es que empieza mencionando a Barbara, la hija de la señora Ansley, y termina con la señora Ansley diciendo el nombre de su hija. Esto último es importante porque en el final la señora Slade se jacta de que logró casarse con Delphin mientras que la señora Ansley no lo logró, a lo que esta última solo responde que al menos tiene a Barbara. Esta respuesta simboliza la victoria final de la señora Ansley sobre la señora Slade. No quiero destripar el porqué de su respuesta para que puedan leer el cuento y entender lo que digo.

Con todo ello, se comprende por qué el cuento se llama Fiebre romana. Es un título literal y figurado, algo que se ve venir desde el comienzo cuando Barbara le dice que mientras ella sale con Jenny su madre se quedará tejiendo punto con la señora Slade. La señora Ansley dice que lo dijo en sentido figurado (Wharton). Además, toda la trama está llenas de intrigas típicas de una corte romana: traiciones, enfermedades repentinas, matrimonios desconcertantes e hijos cuya filiación… Bueno, dejaré que ustedes lo descubran por cuenta propia.

Al leer este cuento por primera vez, pensé que era la típica historia de dos mujeres que pelean por un hombre que solo juega con ellas, una actitud típica de los seres humanos que siempre me ha desagradado. En realidad, es una trama de mucha intriga y secretos, haciendo que la acalorada conversación entre las dos mujeres parezca una disputa entre dos rivales romanos por el título de emperador. Al hacer esto, Wharton explora el lado oscuro de las relaciones femeninas, llegando a traicionarse entre sí para mantener la posibilidad de contraer matrimonio como si miembros de la familia imperial romana dispuestos a matarse entre sí solo para reinar como un emperador. Por eso, recomiendo mucho leer Fiebre romana. Si quiere conseguirlo, les dejó el enlace en la bibliografía.

Con esto, concluyo el Mes de la Mujer. En este mes exploramos a una joven que encuentra una familia sustituta y la motivación para convertirse en escritora, una viuda que da rienda suelta a toda la frustración que tuvo durante todo su matrimonio, una joven que quiere investigar el paradero de una pareja a través de una vieja partitura mientras busca convertirse en una música profesional y un par de viudas involucradas entre sí en intrigas, hipocresía y envidia. Espero que el siguiente año sea igual de bueno y que el próximo año si pueda leer esa novela y analizar en marzo. Gracias y hasta luego.

 

BIBLIOGRAFÍA

Wharton, E. Las fiebres romanas. https://ciudadseva.com/texto/las-fiebres-romanas-wharton/

 

NOTA

1 Costumbre europea que existió entre el siglo XVII y principios del siglo XIX, el cual era un tradicional viaje por Europa, con Italia siendo un destino clave, el cual era realizado por jóvenes de clase de clase alta y recursos económicos suficientes para costear el viaje. Solía realizarse cuando un joven cumplía la mayoría de edad (alrededor de los 21 años) y eran acompañados por un tutor o un miembro de la familia. El objetivo del Grand Tour era acercarse al legado de la antigüedad clásica y del Renacimiento, socializar con la elite europea y escuchar música que no escuchaba en países protestantes (Reino Unido, Alemania). Un Grand Tour podía durar varios meses o años. A partir de mediados del siglo XVIII el Grand Tour fue decayendo entre los jóvenes europeos debido a la disminución del interés por la cultura clásica y la aparición de los ferrocarriles, pero en el siglo XIX durante la Gilded Age de Estados Unidos, los jóvenes estadounidenses, tanto hombres como mujeres, adoptaron el Grand Tour como una forma de aprender y asociarse con la cultura europea. Era considerado un ritual de paso.

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