LAS COSTUMBRES NACIONALES


A propósito de la posible adaptación de la novela Las Costumbres Nacionales de la escritora estadounidense Edith Wharton en la cual Scarlett Johansson participará como productora ejecutiva, quiero hacer una crítica sobre este libro, considerado por muchos como la obra maestra de Wharton, pero que a diferencia de La Edad de la Inocencia o de La Casa de la Alegría, las cuales tienen adaptaciones y son por muchos conocidas, ha pasado casi inadvertido. En realidad este libro lo había terminado de leer en Septiembre pero decidí postergar la entrada por el mes de Octubre.
La (anti)heroína de este libro es una nueva rica llamada Undine Spragg, oriunda del medio oeste de Estados Unidos que llega a la ciudad de Nueva York junto con sus padres para radicarse definitivamente allí, lograr codearse con la alta sociedad neoyorquina y casarse con un hombre que pertenezca a ella pero también para escapar de la vergüenza en su ciudad natal por un incidente que no quiere que se sepa en Nueva York o sería su ruina.
Undine es una mujer egoísta, rebelde, codiciosa, caprichosa, derrochadora y manipuladora que posee grandes ambiciones en su vida. A diferencia de la trágica y desafortunada Lily Bart, Undine tiene una gran confianza en sí misma y cree que con su belleza y su astucia podrá obtener todo lo que quiere y desea: una vida llena de todos los lujos que el dinero puede comprar pero también renombre y estar en la cima de la sociedad. Algunos considerarían que ella es una mujer a la cual sólo le importa el dinero y nada más, pero al igual que Lily, Undine también desea a alguien que la ame y a pesar de su frivolidad y codicia, ella no mataría o robaría para conseguir lo que quiere.
En su agitado viaje de unos diez años, Undine se casa con Ralph Marvell, un joven perteneciente a una renombrada pero arruinada familia neoyorquina, con el que tiene un hijo, Paul, y luego con Raymond de Chelles, un conde francés. Después de un tiempo ella se da cuenta de que el dinero y la posición no siempre van juntas de la mano. Con ello en mente, se vuelve a casar con el hombre que fue su primer esposo, Elmer Moffatt, el cual para entonces se ha convertido en un exitoso especulador en Wall Street y en comerciante de arte, con lo que ya ha hecho una fortuna. Finalmente Undine tiene todo lo que desea -amor, dinero, posición y estabilidad-, pero en el último capítulo de la novela deja claro que ella desea obtener más, ya que quiere ser la esposa de un embajador, algo que nunca podrá conseguir debido a sus divorcios.
Otro de los principales defectos de Undine es su inconformismo. No logra ajustarse a las costumbres sociales y familiares, tanto del Nuevo Mundo (América) como el Viejo Mundo (Europa). Ella considera a ambas sociedades, neoyorquina y francesa como retrogradas y de doble moral. No entiende como ambas sociedades pretenden vivir de sus apellidos y no luchan para mantenerse a flote. Esto indica que a pesar de sus muchos antivalores, Undine tiende a ser un poco pero no demasiado crítica con la sociedad que la rodea.
Cuando no está conforme, Undine recurre a la manipulación para satisfacer sus caprichos. Manipula a sus padres para le alquilen un palco en la opera para conocer a la alta sociedad neoyorquina, y a su segundo esposo, Ralph Marvell, para que abandone sus sueños literarios por no considerarlo rentable y lo hace tomar la decisión de tomar un trabajo lucrativo, algo para lo que él no había sido educado, así que el matrimonio se rompe. Cuando se divorcian, ella vuelve a manipularlo pidiéndole una cantidad imposible de dinero para él a cambio de que conserve la custodia del hijo de ambos, Paul. Al no poder conseguirlo, Ralph se suicida. Luego ella intenta manipular a Raymond para que la deje hacer más viajes a Paris y venda las antigüedades familiares con el fin de tener dinero, pero se da cuenta de que Raymond no es una persona influenciable ni ingenua así que sus habilidades no funcionan con él.
A pesar de su naturaleza codiciosa y manipuladora, Undine muestra los dos rasgos comunes en otras heroínas Wharton como Lily Bart o Charity Royall. El primero es la ingenuidad. Cuando ella abandona a su segundo marido, quiere que el esposo de la prima de este, se divorcie y se case con ella, pues él tiene todo lo que desea y además la prima de Ralph siempre ha estado enamorada de él. Pero el hombre se niega a dejar a su esposa por lo que las esperanzas de Undine se van al traste.
El otro rasgo es la duda. Si Lily Bart se debate entre un matrimonio por amor o uno por dinero y Newland Archer, entre un matrimonio estable y una relación apasionada; Undine, a pesar de ser segura de si misma, no sabe si decidirse entre una vida llena de lujos o una con una alta posición social, por lo que al igual que Lily, intenta buscar un punto medio entre ambas, pero en donde Lily fracasó, Undine triunfó y logró ambas cosas. 
Como en la mayoría de sus obras, Wharton sigue siendo crítica con la sociedad neoyorquina del siglo XIX y principios del XX en la que vivió. Siempre nos resalta la doble moral e hipocresía de la sociedad de su tiempo como por ejemplo cuando los miembros de la sociedad neoyorquina la rehúyen porque abandonó a su marido pero cuando ella se vuelve a casar con Elmer Moffatt, su primer marido, le dirigen la palabra y la vuelven a invitar a las actividades sociales como si nada hubiera pasado. Esto también se ve en la aristocracia europea, los cual detestan a los estadounidenses, tildándolos de advenedizos, haciendo pensar que Nueva York y Europa no son muy distintas la una de la otra. Nos pone a reflexionar al mostrarnos que la posición no significa nada sin dinero y viceversa, aunque con el final ambiguo de la novela quedamos con la duda sobre si Undine hará todo lo posible para ser la esposa de un embajador o dejará esa idea de lado. 

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