LA OTRA RAYA DEL TIGRE



Advertencia: para los que no han leído la novela, esta entrada tiene destripes (spoilers).
Y para seguir con el Mes Colombiano, lo hago con la novela La otra raya del tigre del bumangués Pedro Gómez Valderrama, del cual he analizado algunos cuentos.
Como lo han notado, Gómez Valderrama se especializaba en cuentos de historias alternas. Sin embargo, su novela La otra raya del tigre no posee esa característica, sino que es una novela de tipo histórica y biográfica, porque trata sobre un período de la historia de Colombia: la guerra civil colombiana de 1854, la lucha a causa de las disputas a favor y en contra del libre cambio, una época que la novela Manuela también trató. Pero no sólo trata sobre una guerra civil entre comerciantes y proteccionistas. También recrea la vida de uno de los personajes más importantes y populares de la historia santandereana: Geo von Lengerke.
La otra raya del tigre se publicó por primera vez en 1977 y fue adaptada por RCN en una miniserie de 12 episodios que se estrenó en 1993, poco después de la muerte de Gómez Valderrama, el cual había sido entrevistado precisamente en el marco de la miniserie y cuya grabación aparece en el último episodio. Aunque ganó un Premio Simón Bolívar por su banda sonora, la miniserie no tuvo el éxito que se esperaba; sin embargo, tras retransmitirse dos veces en el canal Señal Colombia en 2013, alcanzó un estatus de culto en Colombia y en Hispanoamérica debido a la fama posterior de sus principales intérpretes.
Ahora bien, la novela es muy distinta de la miniserie al ser más densa y compleja y poseer muchos detalles y personajes que no podían ser incorporados en su adaptación o que fueron combinados con otros, todo ello para simplificar la trama; así que el desarrollo y el final de ambas tienen muchas diferencias. Su título surge de un proverbio santandereano, que incluso aparece al principio del libro.
Hablaré de la novela, aunque es muy difícil hacerlo debido al protagonismo que posee Geo von Lengerke. Está compuesta por ocho capítulos y cada uno está subdividido por partes, las cuales tienen números romanos. La estructura de La otra raya del tigre se compone de esta manera:
Uno: dos partes.
Dos: tres partes.
Tres: ocho partes.
Cuatro: dieciocho partes.
Cinco: doce partes.
Seis: once partes.
Siete: once partes.
Ocho: ocho partes.
Una cosa que hace difícil su lectura es la narración, porque a pesar de que por momentos parece un narrador cero o heterodiegético, es decir, en tercera persona, pero luego este parece adquirir las propiedades de un narrador interno al final al mencionar su presencia en la escena del funeral de Lengerke pese a que ocurrió treinta y nueve años antes de que él naciera. Incluso él menciona el nombre de su abuelo más o menos a mitad de la historia, el cual no había sido mencionado hasta entonces, aunque primero habla de él como de cualquier personaje antes de aclarar que es su abuelo.
Yo vi el entierro de Lengerke. El abuelo y la abuela seguían al cortejo. Vi como el cura párroco hizo cerrar las puertas de la iglesia para que prevalecieran contra el infiel. Vi cómo la gente tomó en andas el ataúd, y lo llevó a dar por tres veces la vuelta a la plaza, para castigar la mezquindad del sacerdote. Lo vi salir hoy, por las calles arriscadas que conducen al cementerio de Zapatoca. Estuve junto al padre Alameda que seguía el féretro, rezando en voz baja y airada, al lado de don Anselmo y don Ambrosio, en pos del abuelo. Vi la desordenada y magnífica comitiva que rindió el último homenaje. Hice parte de ella. Hago parte de ella ahora que escribo.
p. 289

Fuera de Lengerke, quien más conocía a don Anselmo era don Juan de Dios, quien vivía con su familia en una ancha casa solariega en los límites del pueblo, una casa con un patio lleno de helechos, de pasionarias, de rosas y claveles, de enredaderas agresivas y palomas. También en su casa aparecía el alemán, a veces con don Anselmo, otras solo”.
p. 103

Don Juan de Dios era un hombre corpulento, alto, de sedosos mostachos caídos, que imponía respeto a la gente por su carácter. Radical contra viento y marea, había sufrido prisiones en las revoluciones, le habían empobrecido los ejércitos que pasaban. Ejercía de abogado en los ratos que le dejaban sus demás quehaceres. […] Estudió solo el francés, en el texto de Ollendorf, y podía leerlo perfectamente; y aún hablarlo, como certificaba una hermosa cantante parisiense que vino a Bucaramanga de paso hacia el Socorro, y dio dos recitales, […]”.
p. 103

El abuelo Juan de Dios se sentaba a contemplarlo muchas veces, en esas horas después de la cuatro de la tarde, a repensar el misterio de la vida y de la muerte, mientras se oían en el salón las notas de la guitarra pulsada por la hija mayor, que parecían guardarse luego en la caja de música que se les abría a los niños como una golosina”.
p. 109

Sin embargo, hay momentos en los que el narrador cero pasa a ser uno interno cuando en lugar de narrar el autor lo hace otro personaje. Aquí hay un ejemplo al respecto:
Lengerke, mientras hace girar a Manuela en las vueltas arrogantes del vals, baila con ella en la mitad del puente, pero ya el puente no une los extremos de Santander, los une a él y ella, une por un momento sus dos vidas que luego van a estar distantes, otra vez ella, los ojos verdes claros, la cabellera negra, otra vez cerca a mí, cerca a ti, protegida, como el estado soberano por las alas blancas de los Ángeles de Víctor Hugo para los cuales se escribió la Constitución de 1863”.
p. 136

Nótese que, al principio del párrafo, se habla de Lengerke en tercera persona. Sin embargo, tan pronto como este repara en la fisionomía de Manuela empieza a usar la primera persona “otra vez cerca a mí, cerca a ti”, demostrando lo mucho que le interesa la joven y como su imagen sería algo que lo perturbaría por el resto de su vida.
Ahora, veamos otro ejemplo similar al anterior, cuando Lengerke se entera de su quiebra y cuál es su reacción.
Era necesario pensar en salir adelante; y primero que todo, saber exactamente cuánto dinero estaba perdiendo. Se asomó a la puerta, y con voz fuerte llamó para dar instrucciones sobre el licenciamiento de personal. Sería necesario prevenir una reacción colectiva, un nuevo problema. Los que pueden quedarse en el mantenimiento de la hacienda deben quedarse, Clodomiro. A los otros hay que darles dos semanas de sueldo para que tengan con qué viajar, y se vayan pronto. De los que viven en el pueblo, que no se vaya nadie. Ya les encontraremos trabajo. Hay que reforzar en este tiempo la vigilancia de la hacienda, porque van a empezar los robos. Y tener el ojo abierto sobre los bandidos de Cortissoz. Cuando empiecen a despedirlos, que no tardan, se nos vendrán encima. Clodomiro lo interrumpió. -Ayer hubo cerca de Los Cobardes un combate entre los nuestros y los de Cortissoz. Los cinco de Cortissoz murieron, y tres nuestros. Los otros dos los enterraron.
p. 256-257

La novela básicamente nos muestra el ascenso y la caída de este empresario e ingeniero alemán establecido en Santander en busca de libertad y que no sólo logra encontrar un nuevo lugar donde vivir, sino realizarse como hombre de negocios. Junto con él, llegan otros alemanes de ideas liberales que aprovechaban el tipo de gobierno que tenía Colombia bajo la Constitución de 1863, también conocida como Constitución de Rionegro, que establecía una república federal basado en los modelos constitucionales que había en Europa en aquel entonces.
Sin embargo, el éxito de los alemanes trae el desprecio de empresarios locales que buscan frenar a los alemanes a como dé lugar. Tampoco la población local está contenta con la llegada de los alemanes debido a su estilo decadente y libertino. Si bien no son religiosos, la mayoría de los campesinos, indígenas y artesanos ven a los alemanes como advenedizos y una influencia corruptora para ellos; ante lo cual buscan malograr los planes de Lengerke.
Para 1854, ocurre una guerra civil a causa de la división del Partido Liberal entre gólgotas, que propugnaban por el librecambio, es decir, la imposición de aranceles y aduanas a los productos; y draconianos, que no deseaban los aranceles y querían mantener las medidas proteccionistas. Los primeros fueron liderados por José Obaldía y los segundos por José María Melo.
Las distintas guerras civiles dejan al departamento en un estado lamentable que Lengerke intenta paliar gracias a sus negocios. Sin embargo, al final las condiciones dejan de ser favorables para él y acaba sus días en la quiebra y alcoholizado, pero acompañado de las personas que más lo apreciaron y quisieron en vida.
Ahora hablaré de los personajes.
Georg Ernest Heinrich von Lengerke, más conocido como Geo von Lengerke, fue un alemán que llegó a Colombia en 1852 después de haber matado a un hombre en un duelo (según la novela, el duelo fue causado porque Lengerke sedujo a la esposa del difunto) y por su relación con los levantamientos liberales de 1848. Al llegar al departamento de Santander, se estableció como comerciante y muy pronto haría fortuna gracias a sus negocios. Su decisión de irse a Colombia la tomó gracias a una conversación que tuvo Alexander von Humboldt, que había estado en el país cincuenta y un años antes.
A medida que Lengerke lograba fama y fortuna, también llegaron con él varios alemanes que también se establecieron en Santander. A diferencia de los españoles, que debieron irse tanto pronto como ocurrió la independencia de Colombia, los alemanes tuvieron una mejor aceptación por parte de la población. Entre ellos, Geo von Lengerke llamó la atención por su cabello rojo y por su fama de seductor y mujeriego. Junto con sus colaboradores, Lengerke buscar realizar caminos para comunicar la capital, Bucaramanga, con los distintos pueblos santandereanos como Zapatoca, Barrancabermeja, San Vicente de Chucurí y Puerto Wilches.
A su lado también hay locales que se relacionan con él por su manera de ser frente a ellos entre los que se encuentra Don Ambrosio, el dueño de la botica local; Don Anselmo, un pequeño latifundista y Juan de Dios Gómez, un hombre culto e inteligente que es el abuelo del autor. Incluso logra que dos locales se conviertan en sus confidentes: Holofernes Contreras, hijo no bautizado de un hombre radical y masón que sería el guardián de la mansión de Lengerke a la muerte de este, y Clodomiro Sánchez, que se convirtió en su mayordomo. Otro hombre que se convertiría en su consejero fue su compañero de viaje, el padre Jerónimo Alameda, pese a que Lengerke mantuvo la fe protestante hasta su muerte.
Pero detrás de todo protagonista, hay un antagonista. En este contexto surgió David Puyana, un hombre descendiente de judíos e irlandeses, que de inmediato se convirtió en enemigo de Lengerke ante el deseo de este de construir un camino que comunicara los distintos pueblos de Santander que se encontraban cerca del río Magdalena. Se dice que es un hombre que ha hecho un pacto con el Diablo debido a sus extraños ritos, a su invulnerabilidad y a que parece conseguir todo lo que se propone, incluso más que Lengerke, ya que logra casarse con Manuela Martínez, una mujer de la que cual Lengerke se enamoró y nunca superó su boda. Otro enemigo de Lengerke era el también empresario Manuel Cortissoz, aliado de Puyana.
Dos hombres que se convirtieron en líderes en contra de los alemanes surgieron al mismo tiempo: Obdulio Estévez y Cecilio Sánchez, este último hermano de Clodomiro, el capataz de Lengerke. El primero era un líder militar conservador, mientras que el segundo era el jefe de los artesanos. Aunque ambos eran de partidos rivales, se respetaban el uno al otro debido a que estaban de acuerdo en lo mismo: no querían que los alemanes siguieran usando a la población local. Estévez y Sánchez hacían parte del grupo conocido como la Culebra Pico de Oro.
Francisca era la novia de Cecilio Sánchez. Al morir Cecilio, ella se encuentra en Lengerke y contrario a las circunstancias, ella se convertiría en su pareja en los últimos años y le dio un hijo. Cuando Lengerke muere, ella permanece en la casa, pero desaparece cuando su pequeño hijo muere.
Uno de los temas que trata es la guerra. Durante la época de la Constitución de Rionegro, hubo una gran cantidad de guerras civiles. Esto se debió en parte a que cada estado formó su propio ejército y sus propias milicias, en detrimento del ejército nacional, que estaba debilitado y desorientado, algo que facilitó levantamientos como la guerra entre gólgotas y draconianos en el país. Si en Manuela esto ocurre en un pueblo enfurecido por la corrupción del sistema, en La otra raya del tigre el enemigo es el colono alemán, que llega a Santander a exhibir su estilo excesivo y lujurioso y a imponer medidas económicas que sólo los benefician a ellos, o al menos ese el punto de vista de locales como Cecilio Sánchez y Obdulio Estévez.
Un detalle con la Constitución de Rionegro que constantemente mencionan es una analogía que se supone habría dicho el escritor francés Victor Hugo. Según este, la Constitución de 1863 había sido diseñada para los ángeles y no sólo para los hombres. Esto ya se había mencionado en El amor en los tiempos del cólera, pero en La otra raya del tigre aparece más de una vez. Un ejemplo es el pasaje donde Lengerke baila con Manuela Martínez. Aquí hay otros dos más:
Los ángeles de la Constitución son, también, los únicos que la cuidan, que son aquellos mismos para los cuales se escribió. Al menos lo dijo Víctor Hugo”.
p. 154

Como Víctor Hugo opinó que la constitución de 1863 que allí se hizo fue hecha para los ángeles, todos los rionegreros veían volar las alas ornitológicas y celestiales, protegiendo a la ciudad de los impulsos del gran General
p. 187

Aunque el liberalismo no es un tema, es un elemento importante de la novela. A pesar de sus ideas liberales que lo llevaron a irse de su país, Lengerke aprovecha el sistema federal y liberal para enriquecerse y convertirse en una especie de terrateniente, o como dice uno de los narradores:
Un hombre como Lengerke puede ser progresista y feudal a la vez, porque en Colombia la edad media quedó larvada, y por encima de ella se fabricó la catedral gótica de los derechos humanos, de la santa república”.
p. 278

Bajo el punto de vista del autor, Lengerke representa una era de desarrollo para el Santander, pero más que nada, un símbolo de la era del federalismo, de la era de Rionegro. Para Gómez Valderrama, Santander alcanzó un gran apogeo a pesar de las guerras civiles y ese mismo esplendor que vivió Lengerke desapareció a su muerte, que para el escritor coincide con la derogación de la Constitución de 1863 y la promulgación de la de 1886, que convirtió a la nación en un país centralista de nuevo.
aún el barón Lengerke no ha acabado de morir, en el balcón de la Constitución un hombre sombrío ve que a lo lejos desfilan los ejércitos derrotados, la osamenta del piano blanqueará en la casa como blanquea en el playón del Magdalena el esqueleto del dios caimán vencido, como se morirá otra vez sin agua a la orilla del estanque de Montebello. Los soldados circundan la plaza con sus uniformes de parada. Los tambores a la funerala por la Constitución de 1863 disturban las alas de los ángeles que puso Víctor Hugo a custodiarla, el romanticismo ha muerto, ha sido derrotado en el balcón en esta tarde lluviosa de Bogotá, mientras en la plaza de Zapatoca, en la del Socorro, en la de Bucaramanga, se oyen los ecos del decreto de honores al caballero alemán, al ciudadano Geo von Lengerke, y el niño que jugaba con la caja de música la pone a andar de nuevo sobre el silencio afelpado de la tarde que empieza en la casa de su padre muerto, en el salón de paredes vestidas de papel de colgadura de tonos opacos, en que las flores granate parecen crecer como en una pesadilla sobre el sombrío verde oscuro, y flota un leve olor de brandy cerca a las pinturas de las diosas desnudas; en Montebello, la corona de llamas se apaga sobre la casa vacía, y por última vez, se pone el sol”.
p. 285

El castillo se derrumbó. Se acabó la Constitución federal, y el país se volvió una república unitaria, tiránicamente gobernada por una sola mano. Volvieron las guerras, tuvimos que huir muchas veces, combatir otras, esperar siempre. […] Pero los caminos siguieron. Yo tengo, decía mi padre, que escribir esa novela; es una novela donde recogeré lo que fue Santander, lo que fue mi padre, todo lo que a él le oí de Lengerke. El padre no pudo escribirla, la vida no lo dejó, la muerte se encargó de impedírselo para siempre. Yo he comenzado a escribir la novela heredada, he luchado para llevarla a término”.
p. 288

La desilusión amorosa es un detalle que se ve en la novela. Aunque Lengerke en apariencia era un hombre seductor, fuerte y benevolente con los que trabajaban para él, en el fondo era un hombre con un corazón frágil. A pesar de conquistar a muchas mujeres, nunca superó su fijación por Manuela Martínez, con quien intentó casarse pero que terminó contrayendo matrimonio con David Puyana, uno de sus acérrimos enemigos. Nunca la olvidó y es probable que tratara de apartar su recuerdo con el alcohol, su compañero inseparable en sus últimos años.
Lengerke quiso hacerle la corte a Manuela Martínez, aquella muchacha a quien conoció en la memorable noche del baile del Presidente en el Socorro, cuando la inauguración del puente. A veces en los refrescos, en los paseos a Río de Oro, se encontraban. Ella, esquiva, se sonrojaba y el alemán desaparecía. Un día llegó de visita a casa de la viuda, doña Juana. En el momento en que tocaba a la puerta, se abrió ésta y salió Puyana. Doña Juana, tras él, se conturbó de ver el encuentro entre los dos hombres; no se saludaron, ni el uno cedió el paso al otro, hasta que doña Juana se interpuso, e hizo seguir a Lengerke. Ese día, en la conversación, antes de que Manuela apareciese, la viuda insinuó que ya había un compromiso matrimonial de Manuela con Puyana. Lengerke le preguntó si podía hablar con ella. Sí, delante de la madre. Los monosílabos no le dijeron nada; salió, entonces, convencido de que también en esto el diablo había intervenido.
p. 157

Vio a Manuela bailando con el diablo Puyana, se encogió de hombros sin poder evitar sentirse desgraciado.
p. 159

El abuelo piensa que a Lengerke el matrimonio de Manuela le ha causado un daño más grande del que quiere confesar; su dura corteza se ha ablandado, se hunde melancólicamente en la neblina del alcohol, calla durante largas horas. Lengerke, piensa el abuelo, era antes un hombre que tenía el don de hablar largamente, con brillo, sin dejar traslucir nada de su interior. Ahora se le transparenta en el silencio que está también por dentro.
p. 231

Cuando insomne y desnudo, al lado del cuerpo dormido de ella [Francisca], meditaba en la guerra de la quina, en las torvas complicaciones de la ruda batalla en la montaña, se presentó de pronto la sombra ajena de Manuela, distante, inaccesible, que punzaba íntimamente el alma. Nunca me daría una noche de placer como ésta, pensó Lengerke, y su mano inició una caricia en el cuerpo de la mujer tendida que en un momento vibró de nuevo y le cubrió con sus alas poderosas”.
p. 251

Recordó la historia del baile del Socorro, la larga conseja de los desdenes de Manuela Martínez; no podía creer que un hombre tan vigoroso, tan fuerte intelectualmente, se viera doblegado por el desdén de una muchacha. Sin embargo, aparentemente era así.
p. 281

No obstante, algo que se puede notar en la novela es el antisemitismo ya que los dos rivales de Geo von Lengerke, David Puyana y Manuel Cortissoz son de ascendencia judía y poseen una pésima reputación. De hecho, en múltiples veces se dice que David Puyana tiene “un pacto con el diablo”. No es probable que el autor fuera antisemita debido a su historia alterna sobre Rebeca así que más bien se trata de la época en la que está ambientado el libro, dado que este sentimiento era mucho más abundante en el siglo XIX que en la segunda mitad del siglo XX. Esto tras la II Guerra Mundial.
La otra raya del tigre muestra una analogía sobre Geo von Lengerke a través de su época de esplendor, que coincidió con la Constitución de 1863. Para el autor, Lengerke representa el federalismo, el libre cambio y el liberalismo de la época, aunque él mismo vivió como un amo y señor en Santander, porque como lo decía el narrador las circunstancias especiales de Colombia le permitieron tener este estilo de vida; progresista y feudal en un país republicano pero que por costumbres era más similar a la época de la Colonia.
En mi opinión, me gusta el juego de narración que tiene la novela; la moralidad de los personajes, con los cuales al principio no simpatizas, pero luego sientes compasión por ellos ante las desgracias que les ocurren; la estructura que la novela tiene y las referencias a escritores como Victor Hugo y Stendhal, principales influencias de Gómez Valderrama.
Sin embargo, su principal problema es su densidad pese a tener casi 300 páginas, por lo que no es fácil de comprender. A menudo sentirás la necesidad de leerla de nuevo o de que tengas que hacerlo detenidamente para poder comprenderla. Es una novela que yo recomendaría para un ávido lector, no a alguien que no tiene mucho habito para la lectura.

BIBLIOGRAFÍA
GÓMEZ VALDERRAMA, P. (1983). La otra raya del tigre. Bogotá, Colombia: Editorial Oveja Negra.

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