GABRIELLE DE BERGERAC

Para iniciar un Mes del Amor y de la Amistad, tuve que hacer un cambio debido a que una de las lecturas no resultó adecuada para septiembre, por lo que la cambié por una novela corta de Henry James, el mismo autor de Otra vuelta de tuerca, la cual analicé hace casi cinco años. No elegí una de sus novelas más reconocidas fuera de Otra vuelta de tuerca que podría ser adecuadas para este mes como Washington Square, Las alas de la paloma o La copa dorada, debido a la longitud de dos de ellas y por temor a no hacer un análisis que esté a su altura. Por ende, elegí uno de sus trabajos tempranos y poco conocidos, que nos lleva a una Francia antes y varios años después de la Revolución de 1789: Gabrielle de Bergerac.

Como dije antes, Gabrielle de Bergerac es una novela corta de solo tres capítulos que fue publicada en la revista The Atlantic Monthly (actualmente llamada The Atlantic), en el habitual formato de entregas de la época, de julio a septiembre de 1869, por lo que este mes sería el aniversario 166 del fin de su publicación. Sin embargo, este trabajo sería olvidado como ocurrió con muchos trabajos tempranos de James, por lo que no volvería a aparecer hasta 1918, dos años después de su muerte, y luego en 1950 en una compilación editada por Edna Kenton llamada Eight Uncollected Tales, junto a otros siete trabajos cortos de James que tampoco eran muy conocidos.

¿De qué va Gabrielle de Bergerac? A través de una narración enmarcada, el sobrino del personaje titular, ya un adulto mayor, cuenta su historia a un hombre que decide tomar la colección de pinturas familiar para pagar una deuda. Al llamarle la atención el retrato de una joven con una rosa blanca en su cabello trenzado, el hombre le pregunta al señor de Bergerac sobre la identidad de la mujer. Conmovido, el anciano empieza a relatar la historia de su tía, la cual fue una figura importante en sus primeros años.

El capítulo I nos presenta al personaje titular, la cual tiene que hacer frente a una encrucijada: aceptar la propuesta de matrimonio de un hombre con un importante título nobiliario y heredero de una gran fortuna o retirarse al convento donde fue educada, pues su familia no está dispuesta a asumir el sostén económico de una mujer solterona. Ninguna de las dos opciones le parecen atractivas a Gabrielle, ya que ella no ama al vizconde y no quiere convertirse en monja, a pesar de apreciar a las religiosas que la educaron. Sin embargo, decide que esperara a que su prometido herede, considerando que al menos no tendría que recluirse del mundo. Un día, al hogar ancestral de los Bergerac, llega Pierre Coquelin, el nuevo tutor de su sobrino, con el que comienza una amistad de la cual solo su sobrino sabe el alcance.

En el capítulo II, la relación entre Gabrielle y Coquelin se consolida luego de un paseo a las ruinas de un viejo castillo en las que Coquelin estuvo a punto de sufrir una caída mortal. Es cuando Gabrielle salva a Coquelin de una muerte segura que los dos se dan cuenta de que se aman, algo que me recuerda al pasaje de la novela El castillo azul donde Valancy y su esposo Barney Snaith (con el que se casó sin mucho tiempo de conocerse) descubren que en realidad los dos están enamorados el uno del otro una vez que han encarado el peligro y el riesgo de muerte.

Con su amor mutuo aceptado entre los dos, las cosas se complican en el capítulo III pues Gabrielle tiene que cumplir su promesa de matrimonio al vizconde, algo que llena de tristeza a Coquelin, el cual quiere dejar la casona Bergerac para no ver a la mujer que ama casarse con otro hombre. Aunque en un principio, Gabrielle considera que Coquelin se quede a su lado como amante, al final ella decide que seguirá lo que le dicten sus sentimientos y no el deber para con los demás, por lo que está determinada a casarse con Coquelin, así su familia no esté de acuerdo. El sobrino de Gabrielle revela cuál fue el destino de la pareja.

Gabrielle de Bergerac, a veces llamada la señorita de Bergerac (Mlle.1 de Bergerac en el original), es la protagonista de la novela. Se ha educado en un convento y sigue manteniendo una buena relación con las monjas de dicho claustro. Como ocurre con las mujeres de su clase social, Gabrielle debe casarse con un hombre de alta cuna y por ello es pretendida por el vizconde de Treuil; sin embargo, ella está enamorada de Coquelin, un intelectual de posición social inferior a la suya. Después de darse cuenta de que está más que enamorada de él, ahora debe hacer frente a su deber de honrar la promesa que le hizo al vizconde o seguir a su corazón y dejar su vida de comodidades para casarse con Coquelin. Pareciera una mujer sumisa, pero Gabrielle es mucho más firme en lo que a sus sentimientos respecta.

Pierre Coquelin es el preceptor del chevalier y el interés amoroso de la señorita de Bergerac. Es un hombre influido por la Ilustración, en cuyos preceptos quiere educar al chevalier. Sin duda, está enamorado de Gabrielle, pero sabe que la desigualdad social de ambos podría ser una brecha a la hora de que puedan estar juntos, puesto que las mujeres como Gabrielle deben casarse con nobles. Sin embargo, también sabe que es ella la que tiene la última palabra sobre su relación, por lo que está dispuesto a abandonar su puesto como tutor si Gabrielle honra la promesa que le hizo al vizconde.

Gaston de Treuil es el pretendiente de Gabrielle. Tiene el título de vizconde, pero a pesar de ello, no tiene una fortuna propia porque la despilfarró manteniendo un estilo de vida extravagante, el cual también le hizo perder su reputación. El dinero de su tío, el señor de Sorbières, es su única esperanza de restaurar su reputación y su patrimonio. Además, al contraer matrimonio con una mujer virtuosa perteneciente a una familia noble reputada ayudaría a verlo como un hombre dispuesto a madurar. No es particularmente amante de Coquelin, por lo que no es de sorprender que se muestra molesto cuando Gabrielle escoge al tutor en lugar de a él. El señor de Bergerac revela lo que pasó con él durante la Revolución Francesa y siendo un aristócrata, es fácil suponer cuál fue su final.

El señor de Bergerac, llamado chevalier en su niñez, es el narrador de la historia y sobrino de la protagonista. Él revela que su tía fue una figura importante en su vida durante sus primeros años, al ver cómo ella luchó con sus sentimientos hacia Coquelin a pesar de haberle prometido al vizconde de Treuil comprometerse y casarse con él. También recuerda como el paseo en las ruinas de un castillo unió a su tía y a su tutor aún más. Para él, su tía fue una mujer que vivió como quiso: a su manera, con el hombre que amaba de verdad.

La novela trata una trama romántica típica, una relación amorosa entre un hombre y una mujer de clases sociales distintas, siendo ella una aristócrata y él un preceptor de clase media baja. Ambos están dispuestos a luchar por su relación recién descubierta a pesar de la familia de ella, que se opone a que rompa su compromiso con un noble de rango más alto que ellos para casar con un hombre de clase social inferior. Pero a Gabrielle eso no le importa: lo que le interesa es estar con Coquelin.

Por supuesto, uno pensaría que ambos fueron felices a pesar de pasar por momentos económicos felices. Sin embargo, estamos hablando de Henry James, un autor conocido por su realismo literario y cuyas obras tienen finales de los que se pueden muchas cosas y la palabra feliz no es parte de ellos. Gabrielle de Bergerac es un ejemplo claro de estos finales, no porque Gabrielle y Coquelin tuviesen un matrimonio desdichado, sino porque el suyo entra en la categoría de historia de desenlace absurdo, al igual que en trabajos como El collar o El banquete, los cuales ya he analizado en este blog, o un final repentino y deprimente como el de El niño estrella de Oscar Wilde (Si no me creen, puede buscar el cuento y leerlo, porque yo no estoy en condiciones mentales de leer otra historia deprimente de Oscar Wilde después de haber leído y entristecerme con El ruiseñor y la rosa). No, los finales de los trabajos de Henry James están en la misma línea que los de su colega y gran amiga Edith Wharton. Si bien puede que el final no deje contento a todos, lo bueno que puedo decir de él es que presenta cierto realismo acorde a la época en la que los personajes viven. Si bien no termina en un «y vivieron felices para siempre», Gabrielle y Coquelin se mantuvieron fieles entre sí hasta el final, demostrándose que su amor se mantuvo vivo hasta que la muerte los... Bueno, no los separó precisamente. Pero los invito a leer la novela para que entiendan por qué lo digo.

¿Recomiendo Gabrielle de Bergerac? Digamos que es un buen texto corto para comenzar a leerle la obra de Henry James. Me gusta su desarrollo de personajes, a pesar de la longitud del texto, y me impresionó ese giro final, el cual podría ser visto por algunos lectores como injusto y que hace que todo el argumento de la novela no tenga ningún valor, mientras que otros considerarían que era un final esperado, dado que la historia se desarrolló unos años antes de la Revolución Francesa. Yo pertenezco a este segundo grupo. Si quieren leer un texto sobre una relación amorosa durante los años anteriores a la Revolución Francesa, este podría ser el indicado.

NOTA

1 Abreviatura de Mademoiselle, señorita en francés.

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