LA MALDICIÓN DE HILL HOUSE


Para seguir con el Mes de Halloween y en concordancia con el Reto Pictoline, analizaré la novela La maldición de Hill House de la escritora estadounidense Shirley Jackson, la cual se publicó en 1959, por lo que este año se cumplen los 65 años de su publicación.

La maldición de Hill House tiene 41 capítulos agrupados en 9 partes, que está distribuidas de la siguiente manera: la primera parte tiene 5 capítulos; la segunda, solo 2; la tercera, 5; la cuarta, 6; las partes quinta, séptima y novena (siendo está la última), 4; la sexta, 3; y la octava, 8. A pesar de su cantidad de capítulos, es una novela relativamente corta, la cual se puede leer en una tarde.

El doctor John Montague es un académico especializado en antropología y en fenómenos paranormales, además del líder del cuarteto de personas que estarán en Hill House durante todo un verano. Luego de enterarse de la turbia historia de Hill House, decide averiguar sobre si la casa tiene fantasmas. Para ello, decide seleccionar personas que hubieran tenido contacto con alguno evento paranormal y luego de una ardua eliminación, elige a Eleanor Vance y a Theodora. Además, acepta que Luke Sanderson, el heredero de la mansión, se integre al grupo puesto que esa es la condición de la actual dueña de Hill House, la tía de Luke.

Eleanor «Nell» o «Nellie» Vance es una de los miembros del grupo. Cuando era niña, presenció una inexplicable lluvia de rocas sobre su casa pues no parecía venir de ningún lugar lógico. A los treinta y dos años, Eleanor es una mujer solitaria, que ha pasado los últimos doce años de su vida cuidando de su exigente madre hasta que está falleció tres meses antes del inicio de la historia, en una relación que me recuerda a la protagonista de Como agua para chocolate con su madre. Es evidente que los once años que cuidó de su madre le pasaron factura a la personalidad de Eleanor, al punto de convertirse en una mujer resentida, que pasó los mejores años de su vida haciéndose cargo de su nada cariñosa progenitora y soportando las exigencias de su hermana y su cuñado, por lo que ve en la convocatoria del doctor Montague una oportunidad de darle un sentido a su vida, el cual ya no tiene.

Ya en la mansión, Eleanor siente que la mansión puede tener algún fenómeno de tipo psíquico, pues a su alrededor ocurre cosas extrañas que solo ella y un poco Theodora, son capaces de ver y percibir. Estas sensaciones que Eleanor es capaz de percibir tendrían una importancia mucho más relevante hacia la séptima parte, donde ocurre un evento que hace que el doctor Montague decida terminar con la investigación de una vez por todas.

Todo lo anterior muestra el enorme deseo de Eleanor de tener una nueva vida ahora que su madre ya falleció, una vida lejos de las imposiciones de su familia, de los cuales siente que la ven como una empleada gratuita y no como una parienta más. Por eso, aprovecha su viaje a Hill House para encontrar la forma de no regresar a su casa una vez termine la investigación, algo que parece cada vez complicado a medida que todas sus probables opciones se desvanecen, por lo que ella toma una decisión al respecto ante su deseo de no regresar a casa ni dejar que la saquen de Hill House.

Theodora (a secas como se hace llamar) «Theo» es una joven artista que vive en un apartamento con una compañera de cuarto. Al parecer, tiene habilidades telepáticas que ha manifestado a lo largo de su vida a través de algunas travesuras. A diferencia de Eleanor, Theodora es alegre y descomplicada, por lo que provee cierta alegría al ambiente lúgubre de Hill House.

Ella y Eleanor son las primeras en llegar a la mansión y a medida que conversan, se da cuenta de que son primas, por lo que las dos empiezan a desarrollan un lazo de amistad. Quizá por eso, a veces las dos comparten sentimientos y visiones de Hill House.

Luke Sanderson es el heredero de Hill House. Es una especie de playboy, que le interesa más tener una activa vida social que otra cosa. A pesar de su familia no vive en la casa por todas las historias en torno a ella, Luke está decidido que Hill House sea su hogar sin importar qué. En las interacciones que tiene con Eleanor y Theodora, confiesa que una de las cosas que ha definido su vida es la falta de una figura materna, algo que lo diferencia de ambas mujeres.

La señora Montague, la esposa del doctor Montague, aparece en la séptima parte. Aunque comparte la investigación de fenómenos paranormales, es una persona que prefiere recurrir a métodos considerados como charlatanería, como se ve en su uso de una plancheta1 para comunicarse con los espectros según ella, técnicas que su esposo considera pura charlatanería, además de creer que sabe más que nadie en este tema, lo cual es una muestra de su personalidad arrogante, que se deja en evidencia al llegar a la casa, hablar con una completa altivez sobre la casa, la comida y los empleados y tratar a Luke como si fuera uno, sin saber que él es el heredero de Hill House. Sin embargo y a pesar de no saber tanto como ella cree, la señora Montague acierta correctamente sobre la receptividad psíquica de Eleanor. Junto a ella llega como su conductor (porque, según ella, se cansa demasiado si maneja) Arthur Parker, el director de una escuela de varones que no duda en aplicar castigos físicos a sus estudiantes y que sigue a la señora Montague en sus absurdas andanzas y metodologías.

La maldición de Hill House es una de las novelas de horror más ambiguas que he tenido la oportunidad de leer. Aquí el misterio no es tan claro como en otras novelas de terror psicológico ya que, si bien Eleanor y Theodora pueden ver las diversas entidades fantasmales que habitan dentro de la mansión y en los terrenos, no pasa lo mismo con los otros. Esto podría dar a sospechar si los espectros de Hill son reales o son producto de las habladurías de los dueños o de los habitantes del pueblo. Sin embargo, hacia la séptima parte ocurre un evento que deja al lector pensando si Hill House realmente está encantada o no, más aún cuando ocurre otro evento en la última parte, el cual se relaciona con la turbia historia de la mansión.

Un gran problema con La maldición de Hill House ocurre lo mismo que con muchas novelas de horror, que es su terror psicológico es poco efectivo, lo cual ocurre a menudo. Posiblemente, cuando se publicó en 1959, la novela aterrorizase más, pero a medida que nosotros como espectadores tenemos acceso a diferentes trabajos audiovisuales de una temática similar, nos hemos desensibilizado ante el argumento de jugar con la mente de los personajes.

De los cuatro personajes principales, siento que Luke es el menos desarrollado. No solo es el que menos tiene escenas bajo reflectores, sino que su personalidad tampoco es la más llamativa. Es simplemente el típico niño rico, libertino y vividor. Se siente como si hubiese sido creado solo para que hubiese un segundo hombre y así tener un cuarteto de dos hombres y dos mujeres. Sin embargo, la conveniencia argumental de que él es el heredero de la familia y que fue asignado para estar con los otros tres para vigilarlos no es tan forzada como pareciera.

La maldición de Hill House es una de esas historias cuyo suspenso en la trama va  in crescendo, es decir, aumentando cada vez más hasta su final, por lo que esta novela puede parecer un poco lenta al inicio. Es de esas novelas que cuando la lees de nuevo, más te gusta y quieres leer de nuevo. Si bien su factor de impacto es menor que cuando se publicó, de ninguna manera puede considerársela como una pésima novela. Para aquellos que disfrutan de las novelas sobre casas encantadas, es una buena opción, así como aquellos que disfrutan del terror psicológico y las presencias fantasmales. Sin duda, es una novela recomendable.

 

NOTA

1 Llamada planchette en la novela, es una pieza de madera, generalmente en forma de corazón, con dos ruedas y una abertura en la que se sostiene un lápiz apuntado hacia abajo, para facilitar la escritura automática. Se creía que era un vehículo para la comunicación con los espiritus, es decir, se usaba para la mediumnidad. Su uso fue muy popular en la época victoriana antes de evolucionar en los dispositivos señaladores que hacen parte de las tablas Ouija.

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