¿POR QUÉ ME LLEVAS AL HOSPITAL EN CANOA, PAPÁ?
Para empezar un nuevo Mes Colombiano, analizaré el cuento ¿Por qué me llevas al hospital en canoa, papá? del escritor loriquero David Sánchez Juliao, del cual ya había analizado la obra de teatro No todo lo que brilla… El cuento se publicó en 1974.
Elegí este cuento para analizar luego de que lo leyera como parte
de una cátedra sobre dramaturgia colombiana del siglo XX en el que se nos pidió
que hiciéramos una adaptación teatral y este fue al que le hice la adaptación,
aunque cuando lo entregué me equivoqué de título y le puse ¿Por qué me llevas
en canoa al hospital, papá? Me disculpo por ese error, el cual no es el único
que he cometido con una obra de David Sánchez Juliao, pues por un momento creí
que No todo lo que brilla… era No todo lo que brilla es oro.
La historia parece simple: un hombre que atraviesa el río Sinú a
bordo de una canoa para llevar a su hijo a un hospital, pero en realidad tiene
más trasfondo de lo que se piensa pues hace una crítica a cuatro temas de la
época que aún se mantienen vigentes a Colombia hasta hoy: la apropiación de
tierras, la brutalidad policiaca, la manipulación y el encubrimiento de los
medios de comunicación y el abuso e ineficiencia de las autoridades.
Cuando su hijo se queja con su padre por la herida y refunfuña que
a él le alegrara que le dieran un machetazo un sábado en vez de un día hábil,
su padre le recuerda la razón del porqué de la herida.
«Usted no ha debido hacer lo que hizo, mijo. Se lo dije desde un
principio. El que yo, su padre no hubiera podido darle la tierra que me pedía,
no lo autorizaba para hacer locuras. […] Yo no podía darle la tierra que me
pedía. Recuerde que las diez hectáreas que tengo deben ser repartidas entre
ocho hijos y tres yernos, que también son hijos. Su madre no lo parió a usted
solamente».
p. 13
Ahí sale a la luz la razón de la disputa: el hijo intentó
apropiarse de unas tierras que no le pertenecían y ante ello, el policía a
cargo de resolver el problema, le da un machetazo. Para los personajes, la
tierra es lo más importante porque es la diferencia entre tener algo de valor
con lo que puedan mantenerse y comer y vivir en la más absoluta miseria. Para
el hijo, el no tener tierra propia es un problema cuando debe mantener a su
esposa y a sus dos hijos. Esto significa que no tiene con que darle de comer a
su familia. Aunque su padre tiene tierras, no son demasiadas y las tiene que
repartir entre sus once hijos, lo que quiere decir que el hijo solo podría
heredar una pequeña cantidad de tierra, algo que para el hijo no es suficiente
y lo lleva a sufrir el ataque del policía.
Esto lleva a la siguiente problemática, como lo es la brutalidad
policial. Una disputa por tierras que se pudo haber solucionado de manera pacífica
se resolvió de manera violenta, con el policía atacando con un machete al hijo.
A pesar de que el padre no está de acuerdo con las acciones de su hijo,
considera que el policía se extralimitó en sus funciones al haberlo macheteado
y eso no justifica para nada una disputa por tierras. De hecho, la razón por la
que decide llevar a su hijo por el río en lugar de por la carretera a pesar de
que hubieran llegado más rápido a Lorica es para que todos puedan ver lo que el
policía le hizo a su hijo. Y que lugar más adecuado que en el mercado un sábado
por la mañana, cuando mucha gente acude allí para hacer sus compras y ventas.
A modo de venganza contra el policía que atacó, el padre grita el
asunto a los cuatro vientos y se dirige a una emisora, en la que les dice a los
locutores que lo atendieron que redacten la historia tal y como él la dice
porque él está consciente de que los medios de comunicación tienden a dar noticias de manera errónea o no las dan a conocer por completo.
«Traje a mi hijo para usted lo viera, porque si a su radioperiódico
manda uno a decir las cosas, o no las pasan, o las pasan al revés».
p. 17
Con esta frase, el padre ejemplifica el problema de los medios de
comunicación, tanto antes como ahora: el cómo manipulan las noticias que les
llegan al punto de distorsionarlas por completo o incluso no las dan a conocer
porque no les conviene o porque no les interesa.
El padre no solo usa el ataque como una forma de criticar las
acciones de su hijo y a los medios de comunicación, sino que también que no
duda en reprochar al alcalde por las acciones de los inspectores, pues su deber
es encargarse de que los policías no se extralimiten en sus funciones. Sin
embargo, se da a entender que, al alcalde, además de no escuchar las quejas
sobre ello, cree que no son más que mentiras, lo cual es una de las razones que
también motivan al padre en hacer todo el recorrido que ha hecho con su hijo.
«Bástele con saber que sus inspectores machetean a los ciudadanos.
Y eso, ni siquiera según la ley se hace. Por eso, les traje a mi hijo hasta
aquí, para que vieran que no es mentira. Porque en este país de ustedes uno no
se puede atener ni a demandas ni a razones».
p. 18
A pesar de que ha logrado su cometido (que en Lorica se enteren de
que el inspector hirió a su hijo), no está seguro de que su hijo pueda tener
la atención médica que necesita, tal como lo dejan establecidas las siguientes
palabras:
«Ahora viene el otro lío: que lo atiendan a uno en el hospital de
ustedes. Si no se lleva la recomendación de un político, sientan al enfermo en
una banca hasta que termina muriéndose. ¡Qué bello país este país de ustedes!»
p. 19
Esto refleja lo difícil que es obtener atención médica. Tal como lo
dijo un Youtuber que analiza la serie animada Los Simpson, en Colombia te
rechazan en todos los hospitales y luego mueres. Por desgracia, el sistema de
salud del país hace que muchos pacientes a menudo no reciban la atención médica
que necesitan o no la reciban como es debido.
Eso es algo que puedo decir por experiencia: hace cuatro años se me
desarrollaron tapones de cera en los oídos (un problema de salud recurrente en
mí) y necesitaban una aspiración para poder extraerlo, pues en mi caso los
lavados no son efectivos. Sin embargo, yo estaba en una EPS, que es como se
conoce a las entidades privadas que se encargan de prestar servicios de salud
en Colombia, la cual se estaba desmoronando, por decirlo de manera amable, y ya no
tenía contrato con ningún hospital o clínica de mi ciudad de residencia o una
cercana ni podía realizar uno por sus deudas. Debido a esto, perdí la fe en que
me atendieran y estuve dos años con el tapón de cera en el oído hasta que
finalmente pude cambiar de EPS a principios de 2020.
Sin embargo, ahí no terminó la odisea. La clínica donde hacían las aspiraciones tenía (o tiene, no sé si habrán cambiado el sistema) un número fijo como único medio de telecomunicación para pedir una cita. Sí, un número fijo, en una era en la que muchas clínicas o consultorios médicos usan chats de Whatsapp a la hora de pedir una cita médica, por lo que me tomó varios meses finalmente sacar la cita, lo cual ocurrió un día de mayo de 2021. Ese día estaba con el periodo, lo que significa un fuerte sangrado y un cólico inaguantable. Pero igual fui porque sabía que conseguir otra cita para la aspiración sería muy difícil. Afortunadamente, luego de una semana y tras dos años y medio de pesadilla ante el miedo de que el oído se me pudiera infectar, en junio de 2021 me hicieron la aspiración y no he tenido recurrencias desde entonces.
Estoy consciente de la cháchara que dejé por escrito, sin embargo,
con esto quiero darles a entender que lo que dice que el padre sobre la
atención médica no es mentira. Es muy difícil acceder a un buen servicio si no
tienes dinero o un contacto en las entidades que prestan servicios de salud, ya
sean públicas o privadas.
El hecho de que el cuento se haya escrito en 1973 hace que las
cosas se pongan más tristes y negativas pues uno se da cuenta que todo siempre
ha sido así. En 50 años, las cosas no han cambiado en el país, por lo que
muchas veces depende de nosotros mismos poder hacer la diferencia y evitar que
el sistema no aplaste, tal como hace el padre. Y esa la lección que nos deja el
cuento: si importar lo que ocurra, es imperativo que hagamos valer nuestros
derechos.
BIBLIOGRAFÍA
Sánchez Juliao, D. ¿Por qué
me llevas al hospital en canoa, papá?
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