EL DESPERTAR
Para empezar un nuevo Mes de la Mujer, lo haré en una ciudad muy especial: Nueva Orleans, en la que vivió una mujer singular en el último año del siglo XIX, que no posee el más mínimo instinto maternal pese a ser madre y que busca una relación apasionada, que no tenga que ver con su monótona vida familiar sin color. Esa mujer es la protagonista de la novela El despertar de la escritora estadounidense Kate Chopin. Como esta escritora es prácticamente una desconocida en el mundo hispanohablante, haré una pequeña biografía sobre ella.
Kate Chopin nació como Katherine O’Flaherty el 8 de febrero de 1850
en San Louis, Misuri. Su padre fue un inmigrante irlandés y su madre (que era
la segunda de su padre) era miembro de la comunidad étnica francesa de Misuri. Se
crío como católica romana en las tradiciones irlandesas y francesas.
Cuando tenía cinco años, fue enviada a una academia dirigida por
monjas para que le enseñaran a manejar dinero y tomar sus propias decisiones,
pero cuando su padre murió fue enviada a vivir con su abuela y su bisabuela,
siendo esta última la que tuvo más influencia en su vida pues le enseñó francés,
historia, música y, sobre todo, cómo desenvolverse en la vida sin temor.
Luego de dos años bajo la tutela de su bisabuela, Kate regresó a la
academia en donde conoció a su mentora, Kate O’Meara, que la guío a escribir, a
auto juzgarse y a ser valiente a la hora de comportarse. En 1861 y poco después
de realizar su primera comunión, la Guerra de Secesión llegó a San Louis. En
este periodo, murieron su hermano y su bisabuela.
El 8 de junio de 1870, Kate contrajo matrimonio con Oscar Chopin,
que poseía una correduría de algodón, y se estableció con él en Nueva Orleans,
la ciudad natal de él. Tuvieron seis hijos, pero el negocio de su esposo quebró
en 1879, lo que obligó a la familia a establecerse en Cloutierville para
manejar pequeñas plantaciones y una pequeña tienda. La familia se convirtió en
personas activas en su comunidad y el contacto con los lugareños fue una fuente
para que Kate desarrollara sus historias.
En 1882, su esposo muere, dejándola con muchas deudas, algo que
ella trató de remediar administrando las plantaciones y la tienda que su esposo
había dejado, pero luego de dos años ella vendió este último negocio para
reestablecerse en San Louis, luego que de su madre le pidiera que regresara a
su lado. Aunque sus hijos lograron adaptarse a la vida en San Louis, la madre
de Kate Chopin murió solo un año después, en 1885. Las perdidas seguidas de su
esposo, su negocio y de su madre le generaron una gran depresión, al punto de
que el médico de la familia le sugiriera escribir, al creer que podría funcionar
como terapia para ella, algo que no dudo en hacer, concentrándose sus energías en
ello y sabiendo que podría hacer dinero con la escritura.
Para principios de la década de 1890, muchos de sus cuentos, artículos
y traducciones se publicaron en revistas literarias y distintos periódicos de
la zona. Sin embargo, sus trabajos eran más alabados por el regionalismo que
solían abordar en lugar de por las cualidades literarias. En 1889, apareció su
segunda novela, El despertar, que si bien recibió críticas favorables por parte
de críticos literarios de periódicos, en general tuvo una recepción negativa
por parte de la crítica general al tacharla de ofensiva, escandalosa y no
acorde con la conducta moral de la época. Debido a la pobre aceptación de El
despertar, Kate Chopin se concentró en escribir cuentos, si bien nunca ganó
mucho dinero con sus escritos, viviendo más bien de las inversiones en
Louisiana y de la herencia de su madre.
Mientras visitaba la Feria Mundial de San Louis de 1904, Kate
Chopin sufrió una hemorragia cerebral el 20 de agosto de 1904 y murió dos días después,
el 22 de agosto. Fue enterrada en el Cementerio Calvary de San Louis.
El despertar es una novela compuesta por 39 capítulos, con una
distribución simple y que hace que su lectura sea sencilla. Fue publicada en
1899 y es en ese año en que se desarrolla la historia, la cual se ambienta primero
en Grand Isle, Louisiana, y luego en la Nueva Orleans de ese tiempo. Una Nueva
Orleans que aún conservaba vestigios de su historia y costumbres francesas,
como se puede apreciar en el uso de palabras y frases en esa lengua. La
historia se desarrolla entre agosto y febrero. Debido a que en su tiempo no fue
bien recibida, la novela estuvo descontinuada por varias décadas hasta la
década de 1970 en la que hubo varios estudios y redescubrimientos de autoras,
lo que permitió su reimpresión. Ahora es alabada por la calidad de su escritura y
es considera una de las primeras novelas feministas del Sur de los Estados
Unidos.
La protagonista es una mujer llamada Edna Pontellier. Nació en el
estado de Kentucky y vivió en una plantación junto a su padre y a sus hermanas
Margaret y Janet, siendo la hija de en medio. Como su madre murió cuando ella
era pequeña, su hermana Margaret asumió su crianza y la de Janet y fue una
especie de segunda madre para Edna. Conforme fue creciendo, empezó a tener sus
primeros flechazos amorosos, pero también sus primeras desilusiones: primero
con un joven que no le prestó la más mínima atención y luego de otro del cual
conserva su fotografía enmarcada.
Cuando se hizo adulta, conoció a Léonce Pontellier, un corredor de
bolsa, con el que casó pese a la oposición de su padre y de su hermana Margaret
debido al catolicismo de él. Más bien, su matrimonio fue más por desafiar las
normas que por verdadero amor.
Con su esposo, Edna tiene dos hijos: Étienne y Raoul, pero como
dicen en una parte de la novela, ella no es una madraza, pues a lo largo
demuestra una completa ambivalencia; por un lado, no es una mujer muy afectuosa
y prefiere delegar la mayor parte de sus deberes en una niñera. Por otra parte,
cuando ellos están lejos y regresan, ella siente como si una parte de su alma
hubiera vuelto. Para ella, solo se siente más o menos contenta cuando pinta,
puesto que le gusta pintar, aunque no parecer ser muy hábil en ello.
Su vida como esposa y madre la abruma demasiado, por lo que se
siente una mujer solitaria. Así sería su vida hasta que conoce al primer hombre
del que se enamoraría de verdad: Robert Lebrun. Luego de que Robert se va por
un tiempo a México, conoce a Alcée Arobin, que se convertiría en su amante.
Edna es una mujer que siempre está buscando la forma de aliviar su
soledad, buscando una amiga con la que pueda desahogarse o alguien que la
comprenda y buscar llenar el vacío intentando hallar la libertad que nunca ha
tenido. Para ella, todo la oprime: la iglesia, su esposo, sus hijos, la armonía
doméstica, las normas de la sociedad en la que vive… Lo único que quiere es
liberarse de todo lo que la oprime y ser libre como mujer, no ser propiedad de
nadie: solo de ella misma. Por ello intenta su propio hogar y sostener por su
propia cuenta. Sin embargo, cuando finalmente parece que lo ha logrado, pronto
se da cuenta de que nunca podrá ser enteramente libre como ella desea, por lo
que toma una decisión inesperada.
Madame Adèle Ratignolle es una mujer casada desde hace siete años con el
dueño de una farmacia, tiene tres hijos y uno en camino. Para ella, lo más
importante es ser esposa y madre y siempre le dice a Edna que debe conformarse
con lo que tiene, algo que siembra dudas en la mente de Edna, que no sabe si
querer seguir en una existencia solitaria o buscar la libertad con la que
siempre ha soñado. Describe sus partos hasta el mismo mínimo detalle, algo que asombra
a Edna, disfruta del bordado y, junto con su esposo, de realizar noches
musicales o, como las llaman en la novela, soirées
musicales, muy populares y a las que no cualquiera puede asistir. Adèle y
su esposo son el contraste de los Pontellier, pues entre los primeros hay una
clara armonía doméstica, cosa que en los segundos no existe. Para Edna, este
tipo de vida es mediocre y aburrida.
Mademoiselle Reisz es una pianista de gran talento, pero que al mismo tiempo
vive casi como una reclusa y a la que Edna conoce en uno de sus periodos de
soledad. Ambas se convierten en amigas, con Edna siendo una asidua a sus
conciertos de piano solitarios. Es una mujer que vive por y para sí misma, sin
ningún tipo de atadura y completamente libre, algo que Edna desearía ser pero
no sabe si tiene la voluntad para ello, algo que Mademoiselle Reisz deja en claro:
«Pero ser artista implica muchos factores; tiene uno que estar
dotado de cualidades únicas, que no se adquieren por el propio esfuerzo. Y,
además, para triunfar, el artista debe tener un espíritu valeroso. (…) ¡Valeroso,
ma foi! El espíritu valiente. El que
se atreve y desafía».
p. 74
Robert Lebrun es un hombre de negocios que los Pontellier conocen
en su estadía en Grand Isle. Pronto hace migas con Edna y ella se empieza a
enamorar de él, al punto de sentir que ha despertado de esa vida monótona en la
que ha vivido por tanto tiempo, y ambos hacen pequeños paseos por los bayous en los que conocen a una mujer
que les cuenta muchas historias que Robert y Edna encuentran interesantes.
Robert Lebrun es el primer hombre que Edna ama de verdad y sin duda es el amor
de su vida.
Sin embargo, Robert se va por un tiempo a Veracruz, México, para
realizar negocios; sin embargo, regresa ante el fracaso y vuelve a entrar en la
vida de Edna, para encontrar a una Edna que ya tiene un hogar propio e intenta
sostenerse a sí misma. Entre los dos resurge esa chispa que había tenido en
Grand Isle, pero cuando finalmente parece que los dos podrán estar juntos,
Robert le recuerda que a Edna que no ella es una mujer completamente libre.
Aunque él la ama, Robert sabe que no puede estar con ella y por eso toma una
decisión que llevaría a Edna a hacer lo impensable.
¿Robert Lebrun es machista? Bueno, esto es un poco difícil de
precisar. Aprecia a una mujer que se aleja de todo lo que está establecido; sin
embargo, también es un seductor de mujeres declarado, algo que no lo hace muy
feminista que digamos. Sin embargo y a pesar de ser un mujeriego, Robert se
enamora de Edna, una mujer con la que tiene una gran afinidad y a la que ama de
verdad, pero a la que no destruir su vida porque, para él, ella no es una mujer
en plena libertad de estar con él.
Si se lo mira desde cierta perspectiva, al dejar a Edna Robert
demuestra estar demasiado ligado al qué dirán y a la tradición, los mismos que
Edna desea dejar atrás, pero desde otro punto de vista hizo lo correcto porque
no está bien tener relación con una mujer casada. Ahora, ¿Robert hizo bien o
mal al abandonar a Edna? Eso queda a consideración de cada quién. El caso es
que su decisión se siente bastante moralista.
Alcée Arobin es un amigo de Edna que ella conoce cuando acompaña a
su padre a ver y a apostar en las carreras de caballos. Ambos entablan una
relación que se afianza cuando Edna tiene su propio hogar, y ante la ausencia
de la familia de ella, su afinidad florece, pero ella lo deja de lado cuando
Robert reaparece en su vida.
Léonce Pontellier es un corredor de bolsa y un reputado hombre de
negocios de Nueva Orleans que, por lo general, se encuentra ausente y ocupado
en sus negocios, ya sean en su ciudad o fuera de ella. Carece de la capacidad
para apreciar los gustos artísticos de su esposa, algo que se ve en el hecho de
que no asiste a las soirées musicales
junto a Edna y mucho menos le gusta la pintura de su esposa. No es un hombre que no ame a su
esposa, pero le desagrada mucho que Edna no se ocupe de organizar la casa, algo
que él considera que es el deber de una esposa y no aprecia demasiado el
feminismo y la búsqueda de los derechos de la mujer, como se aprecie en lo que
le dice al médico familiar:
«Se le han metido en la cabeza esas ideas relacionadas con los
derechos eternos de las mujeres; y, usted ya me comprende, nos vemos por la
mañana, en la mesa del desayuno».
p. 77
¿Esto hace a Léonce un machista? Por su manera despectiva al
momento de hablar del feminismo, que en aquel entonces vivía su primera ola,
sí, es machista. Sin embargo, su machismo era lo habitual para la época, ya que
a él no le molesta que ella socialice; lo que realmente le disgusta es que ella
no organice la casa y mucho menos que salga de noche, expuesta a los peligros
que había en la Nueva Orleans de entonces, asolada por enfermedades infecciosas
y en donde los ataques a minorías étnicas estaban a la orden del día. Desde mi
punto de vista, el machismo de Léonce se da de una manera paternalista.
El doctor Mandelet es un personaje que solo aparece dos veces, en
el capítulo XXII y en el capítulo XXXVII. Es un médico ya retirado, que solo
atiende a familias con las que tiene una larga amistad, siendo los Pontellier
una de ellas. Es él el que le aconseja a Léonce sobre lo que debe hacer con Edna e
incluso concluye, de forma acertada, que posiblemente ella está enamorada de
otro hombre, pero no se lo dice a Léonce, demostrando su prudencia y su respeto
hacia su amigo.
El padre de Edna es un ex coronel confederado. Es un kentuckiano
con una gran adicción a las carreras de caballos, las cuales acabaron con su
fortuna y lo llevaron a vender su plantación. Es un viudo que nunca se ha vuelto a casar
y que aparece en los capítulos XXIII y XXIV, ya que ha viajado a Nueva Orleans
a hacer compras para la boda de Janet, su hija menor y hermana de Edna. Al
padre de Edna no le agrada su yerno por ser católico y porque considera que es
demasiado complaciente con su hija.
Aunque al principio la reunión entre padre e hija va miel sobre
hojuelas puesto que ambos asisten a las soirées
musicales de Madame Ratignolle y
a las carreras de caballos, actividades a las que Léonce no concurre con su
esposa, al final los dos se pelean de forma irremediable por la negativa de
Edna a asistir a la boda de su hermana, algo que al coronel le parece una
locura y ve como una falta de cariño filial y de consideración. Padre e hija ya
no se volverían a ver.
El despertar es básicamente el despertar de una mujer como tal y
como ser humano. Para Edna, es el despertar de una relación junto a un hombre
al que no ama y unos hijos a los que siente como extraños, con lo cual empieza
su deseo de aplacar la soledad que la embarga. El arranque de furia de Edna en
el capítulo XVII refleja lo desdichada que es en su matrimonio, con su marido
manifestando su insatisfacción con lo mal administrada que está la casa y que le
recuerda a Edna que debería ocuparse de ello en una forma pasivo-agresiva.
Ante la incapacidad de su marido para entender sus sentimientos y
su volátil relación con sus hijos, ella encuentra en la amistad de dos mujeres
y en la relación con dos hombres un remedio para su soledad, pero al mismo
tiempo cuando se encuentra sin su familia se da cuenta de que tiene tiempo para
sí misma y que no quiere depender de su marido, sino solo de sí misma.
Un detalle que me encanta de la novela es el juego con la música y
los pensamientos que le evocan a Edna. Cada vez que Mademoiselle Reisz toca alguna pieza, Edna piensa en Robert o se le
viene algún pensamiento que muchos considerarían que una dama no debería tener.
Para poner en perspectiva, la música clásica despierta la sexualidad que Edna
ha mantenido reprimida por tanto tiempo.
Porque sí, uno de los temas que trata El despertar es la sexualidad
femenina, un tema tabú a finales del siglo XIX. Para Edna, esto era algo que se
mantenía dormido hasta que conoce a Robert y por él siente cosas que dos
hombres de los que estuvo enamorada le hicieron sentir. Y no, su esposo no es
uno de ellos. Con ello en mente, Edna vive el despertar de su sexualidad, pero
al mismo tiempo ve como ello no puede encajar en una sociedad conservadora y
patriarcal, por no decir machista, en la que este sentimiento no puede ser ni
deseado ni manifestado.
El despertar de Edna no solo tiene que ver con su sexualidad, sino
con ella misma como mujer. Se da cuenta de que no desea depender de un hombre
al que nunca ha amado, sino que quiere poder sostenerse a sí misma y demostrar
que puede hacerlo, pero también porque quiere estar con Robert, el hombre al
que de verdad ama. Sin embargo, al ver que es un hombre que no puede dejar de
lado los prejuicios y lo establecido, ella no tiene más opción que ir al lugar
donde todo comenzó para liberarse al fin de todo eso que la oprime.
Los pájaros son un elemento recurrente en la novela, pues Edna a
menudo se compara con uno y con frecuencia son mencionados, lo que incluye el
párrafo inicial. Para ella, estar atrapada en un matrimonio sin amor y hacer
que lo que la sociedad espera de ella es ser un pájaro enjaulado. En cambio,
vivir su vida y gozar del amor a su manera es ser un ave libre. De hecho, de
esta novela se desprende una frase que es de mis favoritas de la literatura: «El
pájaro que quiere remontarse por encima del nivel ordinario de la tradición y
los prejuicios debe tener las alas fuertes» (p. 96-97). Esto quiere decir que
solo las personas que logran desprenderse de todo lo establecido son
verdaderamente libres. En los párrafos finales, aparece otra vez un pájaro,
pero con un ala lastimada, sin poder volar de forma adecuada, una alusión a que
Edna no puede desprenderse por completo de los prejuicios y la tradición, los
cuales solo la lastiman, algo que ella decide resolver de una vez por todas.
Otro detalle es que muchos comparan a Edna con Emma Bovary, la
protagonista de Madame Bovary. Si bien las dos son mujeres insatisfechas con
sus matrimonios, tienen relaciones extramaritales y cuando descubren que no
pueden luchar contra la corriente, al final hacen lo impensable, ambas no pueden
ser más diferentes.
A diferencia de Emma, cuya motivación para sus relaciones es el
aburrimiento, para Edna es la soledad y el deseo de libertad. Y mientras Emma
no siente ningún tipo de instinto materno por su hija, el de Edna es volátil
porque a veces los extraña y a veces no le importa que estén con su abuela
paterna porque, a su modo de ver, esta mujer los quiere más que ella.
Otra diferencia con Emma es que Edna es una mujer que tiene los
pies en la tierra y no se deja llevar por las novelas románticas como lo hace
Emma Bovary. Esto le permite socializar de mejor manera que Emma, a la que le
cuesta más en ese sentido. Y, por último, Edna maneja el dinero tan bien que
logra comprar su propio hogar para no depender de su esposo, al contrario que
Emma, que se endeuda hasta el cuello para mantener y complacer a sus amantes.
El despertar es una novela que nos muestra como las mujeres de la
época intentaba encontrar la felicidad y a sí mismas como seres humanos al
tratar de romper con el establecimiento y también como en ese tiempo, era difícil,
por no decir imposible buscar un término medio, que era lo que tal vez buscaba
Edna, pero al final ella solo deseaba liberarse de todo lo que la enjaulaba y
ser libre, algo que, por desgracia, no podía. Sin duda, es una novela
feminista, que armoniza muy bien con la música de Tchaikosky y Chopin, autores
referenciados en ella, con una protagonista que debe luchar entre su deseo de
ser libre o seguir con una vida estable, pero monótona y sin emociones, lo que
nos lleva a un final inesperado, aunque concordante con la época. Sin duda, la
recomiendo.
Para terminar, los dejo con la canción Si tu savais (Dids't thou
but know) del compositor irlandés Michael William Balfe, que es cantada con
frecuencia en la novela. Además, les dejo este enlace a una partitura donde
pueden tocar esta canción: https://tile.loc.gov/storage-services/service/music/mussm/mu/ss/m-/sm/18/82/-0/33/80/mussm-sm1882-03380/03380.pdf No se arrepentirán: a pesar de la barrera del idioma, es una
canción preciosísima, que va muy acorde con la novela. No hay duda de que
representa el despertar de cualquier mujer.
BIBLIOGRAFÍA
Chopin, K. El despertar.
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