UNA GARZA BLANCA
Antes de pasar al Mes del Amor y la Amistad, analizaré el cuento Una garza blanca de la escritora estadounidense Sarah Orne Jewett, que se publicó en 1886.
Una garza blanca trata sobre una niña de la ciudad que se ha mudado
a la granja de su abuela materna y allí tiene un enorme contacto con la
naturaleza hasta que ella se cruza con un cazador que busca una valiosa garza y
que le ofrece dinero como recompensa. Es en ese momento que ella debe tomar una
decisión: aceptar la oferta del cazador o salvar a la garza.
La protagonista es Sylvia, o Sylvy como le dice su abuela, una niña
de ocho años que ha vivido toda su vida en una ciudad y se va a vivir con su
abuela materna. Allí, se muestra que Sylvia encuentra la vida campestre más
tranquila y feliz que la que ha vivido en la ciudad. No solo tiene contacto con
el bosque sino que también parece hacerse amiga de la vaca de su abuela y de
los animales del bosque. No es de extrañar que se sienta confundida y
atormentada por la propuesta del cazador.
El cazador es un ornitólogo (experto en aves) que ha pasado gran
parte de su tiempo observando y cazando aves. Un espécimen que quiere conseguir
para su colección es una garza blanca que solamente habita en un pantano cerca
de la granja Tilley. Por eso, le pide a Sylvia que le diga en dónde se
encuentra la garza blanca y a cambio le dará cierta cantidad de dinero, algo
que pone a pensar a la pequeña.
La señora Tilley es la abuela materna de Sylvia. Tuvo cuatro hijos,
de los cuales dos habían muerto ya y los otros dos eran Dan, un amante de la
naturaleza como Sylvia del que su paradero era desconocido, y la madre de
Sylvia, que aún vivía. Debido a su edad, no puede realizar actividades
relacionadas con la señora Moolly, su vaca, las cuales hace Sylvia.
Una garza blanca trata sobre el contacto con la naturaleza. Cuando
Sylvia llega a vivir al campo, puede ver las maravillas que la vida rural
ofrece. Un ejemplo son las aves que a ella le encanta observar. Quizá su amor
por la naturaleza hace que se sienta nerviosa ante la presencia del cazador y
no sabe si darle o no la ubicación de la garza blanca. Al final, luego de una
noche en la que aprendió más de la vida del bosque que en toda su estancia,
Sylvia toma su decisión.
Un problema que tiene el cuento es su ritmo. Por momentos, la trama
es precipitada o, por el contrario, lenta, lo que hace que la lectura deba ser
más minuciosa para que el cuento pueda comprendido.
Una garza blanca es un retrato del amor por la vida silvestre. No posee un ritmo regular, pero su descripción del bosque y del pantano a través de los ojos de una niña está muy bien hecha y refleja muy bien el pensamiento de la autora. No solo es un cuento recomendable para los que defienden a los animales y a la naturaleza, sino también a cualquiera.
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