CARTA AL PADRE
Para continuar con el Mes del Padre, lo hago con un libro que es
más bien una carta abierta para su progenitor. Esta es Carta al padre del
escritor Franz Kafka.
Como lo he manifestado muchas veces, la obra de Kafka siempre me
genera sentimientos contradictorios, la mayoría negativos. Los cuentos que he
leído (La transformación, La condena y En
la colonia penitenciaria) me han generado tristeza ya que suelen tener
giros inesperados que nunca son buenos. De sus novelas, sólo he tenido la
oportunidad de leer El
desaparecido, el cual fue más de mi agrado, pese a no tener final.
Carta al padre es una carta que Kafka le escribió a su padre
Hermann en 1919 para que le fuera entregada a este, pero esto nunca ocurrió y
quedó archivada junto con sus otros manuscritos hasta que publicada
póstumamente como casi toda su obra; en su caso en 1952.
En Carta al padre Franz critica a su padre por su carácter
autoritario, emocionalmente abusivo e hipócrita, aunque al mismo tiempo también
se crítica a sí mismo porque considera que el suyo tampoco es el mejor, ya que
se considera un hombre melancólico e indeciso.
“A todo esto retribuía luego
tu supremacía espiritual. Tú habías llegado tan alto mediante tu propia fuerza
y por eso tenías una confianza ilimitada en tu opinión. […] Desde tu sillón
gobernabas el mundo. Tu opinión era la exacta y cualquiera otra alocada,
excéntrica, chiflada, anormal. Y tu confianza en ti mismo fue tan grande que ni
siquiera era necesario que fueras consecuente para que sin embargo no cesaras
de tener razón. Podía suceder también que acerca de algún asunto no tuvieras
opinión alguna y que por eso todas las opiniones que con respecto a ese asunto
fueran posibles en general, hubieran de ser falsas sin excepción. Podías, por
ejemplo, despotricar contra los checos, luego contra los alemanes, luego contra
los judíos, y esto en cualquier sentido, sin selección alguna, y finalmente no
quedaba ya nadie más que tú. Adquirías para mí lo enigmático de todos los
tiranos, cuyo derecho se basa en su persona y no en el pensamiento. Así me
parecía, cuando menos.”
p. 17-18
Noten que cuando Kafka habla de como su padre insultaba a ciertos
grupos étnicos, estos también incluían a los judíos, a pesar de que la familia
Kafka era judía.
Ahora veamos lo que Franz pensaba de sí mismo.
“Yo era un pequeño indeciso;
y sin embargo, como suelen ser los niños, seguramente también terco; sin duda
también me mimaba mi madre, pero no puedo creer que yo haya sido especialmente
difícil de manejar, no puedo creer que una palabra amable, un silencioso
tomarme de la mano, que una mirada bondadosa no haya podido obtener de mí todo
lo que quisiese.”
p. 13
En la misma carta, Franz le confiesa a su padre que a pesar de lo
que él pensaba no era el buen estudiante que creía, sino que trataba de que le
fuera bien en los estudios porque era lo que se esperaba de él. También
menciona que escogió estudiar Derecho, porque era una profesión fácil y no le
generaba ninguna clase de sentimientos.
“La elección profesional es
un ejemplo. Es verdad: en ese aspecto me has dado plena libertad, con tu modo
magnánimo y en este sentido hasta tolerante. Pero es cierto también que al
hacerlo obedecías la regla, decisiva para ti, del tratamiento general que daba
a los hijos la clase media judía, u observabas, cuando menos, las valoraciones
de esa clase social. […] Porque ya sea por orgullo paterno, por desconocimiento
de mi verdadero ser, por conclusiones sacadas de mi endeblez: tú me consideras
siempre particularmente aplicado. […] Ahora bien, esto no es ni remotamente
cierto. Más bien puede decirse, exagerando mucho menos, que he estudiado poco y
no he aprendido nada; que algo haya aprendido en los muchos años, dada una
memoria mediana y una capacidad de asimilación que no es pésima, no es por
cierto muy extraño, pero el resultado total en cuanto a saber, y especialmente
en cuanto a un saber fundado, es en todo caso sumamente lamentable, en
comparación con el gasto de tiempo y dinero, en medio de una vida exteriormente
despreocupada, tranquila, y más aún en comparación con casi toda la gente que
conozco. Es lamentable, pero puedo comprenderlo.”
p. 65-66
“Me interesaba la enseñanza
-y no sólo la enseñanza, sino todo lo que a esa edad decisiva la rodeaba- más o
menos como al estafador de un banco, que aún conserva el puesto y tiembla ante
el descubrimiento, conserva el puesto y tiembla ante el descubrimiento, le
interesan los pequeños asuntos corrientes del banco que tiene que seguir
despachando como empleado. Tan insignificante, tan lejano era todo junto a lo
principal. […] Sin aun a pesar de la obligación que imponía el colegio
secundario me había preocupado tan sólo por mí mismo, cuanto más ahora,
hallándome libre. De modo que no había para mí ninguna verdadera libertad en la
elección profesional, puesto que sabía esto: frente a la cosa principal todo me
será exactamente tan indiferente como todas las materias de enseñanza del
colegio se trata pues de encontrar una profesión que me permitiría más que
ninguna otra esa indiferencia, sin lastimar demasiado mi vanidad. […] Estudié,
por lo tanto, jurisprudencia.”
p. 70-71
En cuanto a sus perspectivas de matrimonio, le crítica el haber
desaprobado a una joven por su clase social inferior (Julie Wohryzek) y en su
lugar le impuso a otra que complacía sus expectativas (Felice Bauer). Sin
embargo, Kafka rompió dos veces el compromiso con ella para luego aceptar que
el matrimonio no era para él, como él lo dice.
“Hoy día tal consideración
solo contribuiría a acrecentar el desprecio, pues el chico que entonces había
tomado un empujón había quedado ahí detenido, y a tu parecer no tendría hoy más
experiencia que entonces; […]. Mi decisión por una muchacha nada significó para
ti. Tú habías mantenido siempre oprimida (inconscientemente) mi capacidad de
decisión, y ahora creías saber (inconscientemente) lo que ella valía. […] La
vergüenza que con ello me infligías no era nada para ti en comparación con la
vergüenza que, según tu opinión, traería yo a tu nombre con esa boda.”
p. 81
“Ahora bien, muchas cosas
puedes responderme respecto a mis tentativas matrimoniales y así lo has hecho:
que mal podías respetar realmente mi decisión, puesto que por dos veces había
yo disuelto el compromiso con F. [Felice Bauer], y que dos veces lo había
restablecido; que os había arrastrado a ti y a la madre inútilmente hasta Berlín
para el compromiso, y cosas semejantes.”
p. 82
“Ninguna de las dos muchachas
me ha desilusionado, sólo yo he desilusionado a ambas. Mi juicio sobre ellas es
hoy día exactamente el mismo que cuando quería casarme con ellas.”
p. 83
“Si es así ¿por qué no he me
casado entonces? Había algunos obstáculos como siempre los hay, pero en la
superación de tales obstáculos consiste ciertamente la vida. El obstáculo
esencial, por desgracia independiente de los casos en sí, es que, por lo visto,
soy espiritualmente incapaz de casarme.”
p. 83-84
En la carta Kafka también le critica a su padre debido a la manera
en la que lo ha educado no sólo a él a sus tres hermanas menores, Gabrielle “Elli”,
Valerie “Valli” y Ottilie “Ottla”, y también la manera en la que ellas también
se han comportado y también en cómo la has educado, haciendo énfasis en la
manera como cada una sobrellevó el abuso emocional; sino también a sus nietos,
en particular Félix.
“Hoy desde luego no puedo yo
describir concretamente tus recursos educativos de los primeros años de la
infancia, pero puedo imaginármelos aproximadamente infiriéndolos de los años
posteriores, como también por tu manera de tratar a Félix.”
p. 13-14
“Si comparo mi situación de
aquel entonces con la de Félix quizás aparezca más clara. A él también lo
tratas de un modo parecido y hasta empleas contra el un recurso educativo
particularmente terrible cuando, durante la comida, comete algo impuro según tu
opinión, no contentándote con decirle como a mí entonces: “¡eres un gran
puerco!”, sino añadiendo además: “un auténtico Hermann”, o bien: “exactamente
como tu padre”. Ahora bien, quizás -más que “quizás” no puede decirse- esto no
dañe esencialmente a Félix, pues para él tú eres sólo un abuelo, por cierto un
abuelo singularmente importante, pero no lo eres todo, tal como lo habías sido
para mí; además, Félix tiene un carácter tranquilo, ya ahora en cierto modo
viril, y acaso pueda quedarse perplejo ante una voz de trueno, pero sin recibir
de ella un influjo permanente; y, antes que nada, sólo se junta contigo
relativamente poco y recibe también otros influjos; tú eres para él una
curiosidad querida de la cual puede escoger lo que quiera tomar para sí.”
p. 23-24
Para Franz, su padre influyó mucho en el comportamiento de su
hermana Elli porque de niña tenía un comportamiento perezoso y avaro, sin duda
por causa de su padre, según Kafka. Kafka considera que ella maduró cuando
contrajo matrimonio con Karl Hermann, algo que a él mismo le sorprendió y que
según sus propias palabras, su padre no lo veía o se negaba a verlo.
“De ella [Elli] es de quien
menos lo hubiera esperado yo en su infancia, puesto que era una niña torpe,
cansada, miedosa, fastidiosa, consciente de culpa, excesivamente humilde,
maliciosa, perezosa, golosa, avara; yo apenas podía mirarla, y de ningún modo
dirigirle la palabra, a tal punto me recordaba mi propia imagen, tan semejante
era el conjuro de la educación bajo el cual estaba. Particularmente su avaricia
me repelía, puesto que yo la sentía en mí más fuerte aún, si eso era posible.
[…] Pero todo esto cambió cuando aún joven -esto es lo más importante del
hecho- se fue de casa, casándose, teniendo hijos; se volvió alegre,
despreocupada, valiente, generosa, desinteresada, llena de esperanza. Es casi
increíble como no has notado ese cambio, cómo de todas maneras no lo has
apreciado tal como lo merece; a tal punto estás enceguecido por el rencor que
desde siempre abrigabas contra Elli y que el en (sic) fondo sigues abrigando,
sólo que en ese rencor se ha vuelto ahora mucho menos actual, ya que Félix no
vive más con nosotros y que, por otra parte, tu amor para con Félix y la
simpatía por Karl le quitaron importancia. Sólo Gerti, a veces, debe expiar todavía
ese rencor”
p. 47-48
Con Valli, no era distinto que con Elli; sin embargo, con
frecuencia la favorecía porque su carácter era similar al de su madre, a la que
Franz consideraba cariñosa pero sumisa ante el autoritarismo del padre.
“Las hermanas sólo en parte
me acompañaban. La más feliz en su posición hacia ti era Valli. Siendo la más
próxima de la madre, se sometía a ti también de un modo similar, sin gran
esfuerzo y sin daño. Pero tú la acogías, justamente porque te recordaba a la
madre, con más amabilidad, pese a que en ella había poco material de los Kafka.
Pero quizás justamente eso te agradaba: donde no había nada de los Kafka ni aun
tú podías exigir algo semejante a ellos; tampoco tenías en su caso, como en el
caso del resto de nosotros, la sensación de algo se perdía en ella, algo que
había que salvar a toda costa. Por otra parte puede ser que jamás hayas amado
especialmente lo típico de los Kafka cuando se manifestaba en mujeres. La
relación de Valli contigo habría podido ser quizás más amistosa aún si los
otros no la hubiésemos estorbado un poco.”
p. 46-47
En cuanto a su hija Ottla, le crítica que intente fingir su
existencia al no lograr imponerle sus deseos; pues a diferencia de Franz y
de sus hermanas, ella poseía un carácter más rebelde. Hay que tener en cuenta
que Ottla fue la única de las hermanas Kafka que se casó con un hombre que no
pertenecía a su religión y por eso se ganó la oposición de su familia menos la
de Franz ya que ella era su hermana favorita.
“he apoyado a Ottla en su
egoísmo”
p. 9
“Por ejemplo en el caso de
Ottla: “con ella no se puede hablar, pues, de ninguna manera; en seguida le
salta a uno en la cara”. Esto es lo que sueles decir, pero en realidad ella,
por principio, no salta en absoluto; confundes el asunto con la persona; es el
asunto el que te salta a la cara, y tú decides inmediatamente acerca de él, sin
escuchar siquiera a la persona; […]”
p. 24-25
“Ella quiso ir a la comarca
de donde tú habías venido, quiso tener trabajo y privaciones como tú las habías
tenido, no quiso privaciones como tú las habías tenido, no quiso disfrutar de
los éxitos del trabajo tuyo, tal como también tú habías sido independiente de
tu padre. […] Cierto, las intenciones de Ottla fracasaron finalmente en su
resultado, fueron ejecutadas quizás algo irrisoriamente, con demasiado ruido, y
no ha tomado bastante en consideración a sus padres. ¿Pero tuvo ella,
exclusivamente la culpa? ¿No la tuvieron también las circunstancias y antes que
nada el hecho de que tú fueras ya a tal punto un extraño para ella? Acaso (cosa
de que más tarde querías persuadirte) ¿se te había hecho menos extraña en el
negocio que luego en Zürau? ¿Y no habías tenido, con toda seguridad, el poder
(en el supuesto caso de que hubieses podido avenirte a ello) de convertir en
algo muy bueno esa aventura mediante el estímulo, el consejo, el cuidado y
quizás hasta sólo mediante la tolerancia?”
p. 38-39
“En circunstancias normales,
esto es, cuando no corre ningún peligro especial, ni se halla en la miseria, tu
sientes tan sólo odio por ella; me has confesado tú mismo que según tu opinión
ella te causa, intencionadamente y siempre, penas y disgustos, y mientras que
tú sufres por su causa, ella se siente satisfecha y se alegra. […] Que
distanciamiento enorme, más grande aún que entre tú y yo, ha de haberse
producido entre tú y ella, para que resulte posible un desconocimiento tan
enorme. Ella está tan lejos de ti que ya apenas la ves, y colocas un espectro
en el lugar donde la supones.”
p. 48-49
“En un primer comienzo os
encontrabais muy cerca el uno del otro, pues aún hoy, de nosotros cuatro es
quizá Ottla la representación más pura del matrimonio entre tú y la madre, y de
las fuerzas que allí se unieron. […] Sin duda también yo he influido en ella,
pero apenas por mi propia iniciativa, sino más bien por el mero hecho de mi
existencia.”
p. 49-50
“Ottla no tiene nexo alguno
con el padre, ha de buscar ella sola su camino como yo, y ese poco más de
esperanza, de confianza en sí misma, de salud, de inescrupulosidad que posee,
en comparación conmigo, la hace a tus ojos más malvada y traidora de lo que soy
yo. Yo lo comprendo; desde tu punto de vista no puedes apreciarla de otro modo.
Es más, aun ella misma es capaz de verse con tus ojos, de compartir tu pena,
sin desesperarse por ello -la desesperación es cosa mía- pero sí quedándose muy
triste.”
p. 50-51
Kafka tampoco se corta en cuanto a su madre. Para él, aunque era
bondadosa y cariñosa con sus hijos, también era una mujer sumisa al no impedir
el abuso emocional hacía sus hijos, tal como él lo manifiesta:
“Es verdad, conmigo mi madre
fue ilimitadamente buena, pero todo esto, a mi ver, se relacionaba contigo: una
relación nada buena por lo tanto. Mi madre, inconscientemente, desempeñaba un
papel de batidor durante la casa. Si bien la educación que me diste hubiese
podido, en algún caso improbable, colocarme sobre mis propios pies provocando
en mí terquedad, aversión o aún odio, mi madre lo equilibraba con bondad, con
su palabra sensata (en la confusión de la infancia fue ella la imagen misma de la
sensatez), mediante su intercesión; y nuevamente me veía impulsado hacía tu
círculo, del cual de otro modo quizás me hubiese fugado, para ventaja tuya y
mía. O bien, las cosas se presentaban de tal modo que no se producía una
verdadera reconciliación, que la madre sólo me protegía en secreto de ti, que
en secreto me daba algo, me permitía algo.”
p. 35
“Si quería huir de ti, tenía
que huir también de la familia, hasta de mi madre. Es cierto, ella siempre
brindaba su protección, pero tan sólo en relación contigo. Te amaba demasiado,
demasiada era su fidelidad hacia ti como para que en la lucha del niño pudiese
constituir ella, en forma permanente, un poder espiritual independiente. Un
instinto del niño acertado, por otra parte, pues a través de los años la madre
se ligaba a ti cada vez más estrechamente; y mientras que siempre, en cuanto a
ella misma se refería, mantenía su independencia dentro de límites mínimos,
bella y suavemente y sin disgustarte jamás en el fondo, adoptaba con el
transcurso de los años, cada vez más completamente, más ciegamente, más con el
sentimiento que con razón, tus juicios y condenas respecto a los hijos,
especialmente en el caso, grave por cierto, en el caso de Ottla. Hay que
recordar siempre, es verdad, cuán martirizante y desgastadora hasta lo último
ha sido la posición de la madre de la familia. Ella se afanó en el negocio;
como ama de casa; ella compartió doblemente todas las enfermedades de la
familia; pero la coronación de todo esto fue lo que ha sufrido en su posición
intermedia entre nosotros y tú.”
p. 44-45
También Kafka le menciona a su padre la manera en la que trató a su
sobrina Irma hasta su muerte prematura. Fue abusivo emocionalmente con la joven
desde el momento en que empezó a trabajar en el negocio familiar, cuando se
quedó huérfana, hasta el día en que falleció.
“Por una parte ella era
ciertamente una extraña, llegó ya adulta a tu negocio, tenía que ver contigo
principalmente como jefe, estaba por lo tanto sólo en parte expuesta a tu
influencia, y eso sucedía ya a una edad capaz de resistencia; pero por otra
parte era también una pariente consanguínea, estimaba y admiraba en ti al
hermano de su padre y tenía sobre ella un poder mucho mayor que el mero poder
de un jefe. Y sin embargo ella, pese a su cuerpo débil tan capaz, inteligente,
aplicada, modesta, digna de confianza, desinteresada y leal, que te amaba como
tío y te admiraba como jefe, que se calificó en otros puestos antes y después,
no fue una empleada muy buena para ti. Es que ella, naturalmente también impulsada
por nosotros, había adoptado frente a ti una posición próxima a la de una hija,
y tan grande era todavía frente a ella la potencia torcedora de tu carácter,
que llegó a desarrollar (por cierto sólo frente a ti y esperemos que sin daño
mayor de la niña) falta de memoria, dejadez, humor irónico, quizás hasta un
poco de terquedad, en la medida en que fue capaz de hacerlo, y esto sin tomar
en cuenta que era enfermiza, que no era muy feliz en otros aspectos tampoco, y
que llevaba la carga de un hogar desolado. Todo lo significativo para mí de tu
relación con ella, tú lo has resumido en una frase que llegó a ser clásica para
nosotros, que es casi sacrílega, pero justamente muy demostrativa de la
inocencia que hay en tu trato de los seres humanos: “La finada me ha legado
bastante porquería”.”
p. 51-53
En su carta, Kafka también recrimina a su padre por su hipocresía
en cuanto a creencias religiosas porque mientras lo molestaba por no asistir
con frecuencia a la sinagoga, él mismo tampoco lo hacía con regularidad. Le
dice que si no le gustaba asistir a la sinagoga era porque no lograba
encontrarle sentido a hacerlo e incluso asegura que él mismo no se consideraba
judío porque su padre no logró transmitir su herencia judía.
“Luego de algún tiempo, como
adolescente, no comprendía cómo con esa nada de judaísmo de que tú disponías,
podías hacerme reproches de que yo (aunque fuese por “piedad”, según te
expresabas) no me esforzara por ejecutar una nada similar. Era realmente, por
cuando yo alcanzaba a ver, una nada, una broma, ni siquiera una broma. Cuatro
días por año ibas al templo, allí te hallabas cuando menos más cerca de los
indiferentes que de aquellos que tomaban la cosa en serio, despachabas
pacientemente las oraciones como una formalidad, a veces me asombrabas
pudiéndome señalar en el devocionario el lugar que precisamente señalar en el
devocionario el lugar que precisamente se estaba recitando, y, por otra parte,
con tal de que yo estuviese en el templo (esto era lo principal), podía yo
escurrirme donde quisiera.”
p. 57
“Después de un tiempo, sin
embargo aún, veía yo las cosas de un modo distinto, y comprendí como podías
creer que también en ese sentido te traicionaba maliciosamente. Tú realmente
habías traído un poco de judaísmo de esa pequeña comunidad aldeana parecida a
un ghetto; no era mucho y aun se había perdido un poco en la ciudad y con el
servicio militar, y sin embargo las impresiones y recuerdos de la juventud
alcanzaban todavía para una especie de vida judía -sobre todo porque tú no
necesitabas ayuda de esa clase-, puesto que tu tronco era muy fuerte y por otra
parte apenas podías sentirte conmovido por escrúpulos religiosos si no se les
mezclaban escrúpulos sociales. En el fondo, la fe que guiaba tu vida consistía
en el hecho de que tú creías en la certeza incondicional de las opiniones de
determinada clase social judía y, por lo tanto, puesto que esas opiniones
pertenecían a tu esencia, te creías a ti mismo. Aún en eso quedaba todavía
bastante judaísmo, pero para seguir transmitiéndoselo al hijo era demasiado
poco, y sus gotas se perdían totalmente mientras los transmitías.”
p. 59-60
“Pues no se habría tratado
ciertamente de alguna enseñanza que hubieses debido proporcionar a tus hijos,
sino de una vida ejemplar; si tu judaísmo hubiese más fuerte, también tu
ejemplo habría resultado más restrictivo; esto se sobreentiende y, nuevamente,
no es ningún reproche, sino tan sólo un rechazo de tus reproches.”
p. 61-62
En resumen, Carta al padre es una epístola donde Franz Kafka
refleja sus pensamientos más profundos acerca de su padre y de su familia.
Muestra su dilema entre amar a su padre y temerle ante su actitud dominante y
emocionalmente abusiva. A pesar de todas las cosas que Kafka le escribió a su
padre, no lo odiaba. Toda la carta expresa su temor hacía él.
Para mí, esta carta muchas veces refleja lo que sentimos por
nuestros padres cuando le hacemos pensar una imagen diferente de la que tenemos
realmente y sobre su comportamiento. Es una carta que invita a la reflexión y a
pensar en la relación entre padres e hijos. Definitivamente la recomiendo.
BIBLIOGRAFÍA
Kafka, F. (1997) Carta al
padre. Bogotá, D. C., Colombia. Editorial Cometa de Papel.
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