LA REBELIÓN DE LAS RATAS
Finalmente, aquí viene la última entrada del Mes Colombiano de este
año. La elegida es La rebelión de las ratas, una novela de corte social escrita
por el recientemente fallecido Fernando Soto Aparicio y publicada en 1962.
Originalmente la novela que cerraría el mes iba a ser Manuela, una
novela costumbrista del siglo XIX escrita por Eugenio Díaz Castro, que también
tiene un tinte social pero más que nada costumbrista. Sin embargo, la repentina
muerte de Fernando Soto Aparicio me hizo replantear el plan que tenía y decidí
buscar su novela más emblemática.
Volviendo a la novela, esta trata sobre la situación de un
campesino que llega a un poblado ficticio para trabajar en la mina y mejorar su
calidad de vida y la de su familia, pero encuentra todo lo contrario. Hambre,
miseria, cárcel, desintegración familiar y por último, muerte.
El hombre en cuestión se llama Rudecindo Cristancho, que llega al
pueblo ficticio de Timbalí, junto a su esposa embarazada Pastora y sus hijos
María Helena de Nuestra Señora de las Mercedes “Mariena”, de catorce años, y
Francisco José de la Santa Cruz “Pacho”, de doce. Después de haber trabajado
como mandadero, mecánico y jornalero, Rudecindo quiere cambiar su vida de
miseria y que es mejor que ir a Timbalí, cuando escucha que allá hay trabajo.
Al llegar a Timbalí y al no poder alquilar una casa a causa de sus
muy escasos recursos, Rudecindo y su familia se ven obligados a vivir cerca del
basurero del pueblo. Allí traban amistad con Cándida, una prostituta madre
soltera, que los ayuda tanto como su también difícil situación económica puede.
Pronto Rudecindo consigue trabajo en una de las minas del pueblo.
Rudecindo es un hombre resignado a su situación. Está resignado a
tener empleos mal pagados, a ser analfabeta, a vivir siempre con hambre.
Inclusive cuando ve que su familia prácticamente no tiene qué comer, prefiere
que las cosas que mantengan así a pedir limosna o seguir trabajando en una mina
donde no les pagaban bien a pesar de arriesgar su vida cada vez que está allí.
A pesar de sus esfuerzos y de intentar poner buena cara, las cosas
siempre parecen estar en contra de Rudecindo. Su trabajo como minero además de
peligroso está mal pagado, siempre debe vivir a crédito pues nunca tiene el
dinero suficiente para alimentar a su familia y debe soportar los insultos de
los capataces que son tan o más despiadados que los patrones.
Su esposa Pastora, como él, es una persona resignada, al igual que
su hija Mariena. Mariena desea hacer lo mejor para su familia aunque tenga que
soportar las insinuaciones y los abusos de los que es objeto por parte de don
Joseto, el tendero que le fía a la familia, y del Diablo, el ex amante de
Cándida que luego se fija y se enamora de ella. Por causa de Mariena surgen
desgracias que empeorarían la existencia para los Cristancho como el arresto de
Pacho y el asesinato de Don Joseto. Con la muerte de este último sus problemas
se agravan pues a pesar de ser un pervertido, era el único que les fiaba la
comida.
Pacho contrasta con su padre. Si Rudecindo posee un carácter
tranquilo e incluso sumiso, en cambio Pacho está endurecido a causa de la
injusticia social y la situación económica de su familia. Por eso no le importa
robar las limosnas de una iglesia o herir a un hombre sólo para defender la
honra de su hermana. Rudecindo sabe que Pacho podría ir por el mal camino pero
decide dejar las cosas como están.
Sin embargo, Rudecindo empieza a dejar de lado su sumisión y adopta
la actitud de protesta de sus colegas ante todas las desgracias que le ocurren.
Se convierte en uno de los dirigentes de la huelga, la cual acaba en disturbios
por la brutalidad policial y por la ira de los huelguistas. Su final no sólo es
crucial, sino también trágico.
La rebelión de las ratas muestra la injusticia social. Personas
como Rudecindo, que trabajan mucho y peligrosamente son recompensadas con
sueldos miserables mientras que los que trabajan poco o nada como los capataces
o los dueños de las minas reciben mejores salarios y en el caso de los dueños viven
en mansiones y gastan el dinero a manos llenas. Los trabajadores rasos ni
siquiera tienen derecho a prestaciones sociales (aunque si tienen que pagar las
de sus superiores) ni a formar un sindicato. Son en esas circunstancias que la
huelga de los mineros surge.
Pero en el caso de Rudecindo lo que finalmente lo hace tomar el
camino de la rebelión es la desintegración de su círculo familiar. Su hijo
Pacho es encarcelado por unos días por herir al Diablo y el alcalde ni siquiera
se molesta en tomar a consideración su caso. Esto muestra su clasismo y su
corrupción, pues prefiere encarcelado a un niño de doce años que sólo ha
cometido un delito a detener al Diablo a pesar de ser el evidente culpable de
incendiar la casa de Cándida pues este último parece tener cierta influencia
económica a través del soborno. Pacho sólo es liberado porque Mariena le pide
al Diablo que retire los cargos para luego fugarse con él tras el homicidio de
Don Joseto. Su esposa Pastora sufre un accidente y no sólo pierde el bebé que
esperaba sino que queda al borde de la muerte. Una vez que Rudecindo se reúne
con sus colegas se da cuenta de que ya no puede soportar más y se une a la huelga.
La forma como los mineros protestan a causa de sus malas
condiciones laborales me recuerda un poco a la novela Norte y sur
de Elizabeth Gaskell. Si uno lo mira, tienen características similares.
Trabajadores del algodón en busca de mejorar sus condiciones laborales, mineros
en busca de mejorar sus condiciones laborales, jefes codiciosos y despiadados,
hambre, miseria, familias rotas e incluso una pareja “romántica”. Hasta aquí
llegan las semejanzas.
Lo que diferencia principalmente a La rebelión de las ratas de
Norte y sur es precisamente la pareja que supuestamente cambia todo. Mientras
que el amor entre John Thornton y Margaret Hale surge del sacrificio y la
lealtad, la relación entre El Diablo y Mariena se basa en la lujuria y la
miseria. Además, en La rebelión de las ratas hay autoridades corruptas que
prefieren estar del lado de los dueños de las minas y a diferencia de Norte y
sur, el final no es positivo pues el destino del resto de la familia Cristancho
queda incierto. Quizá, porque a diferencia de Gaskell, Soto Aparicio tenía una
visión más pesimista y cínica de la sociedad.
Creo que Rudecindo consideró su muerte como un alivio y una
liberación de todas sus penurias pues en parte sabía que nunca lograría darle a
su familia todo lo que él consideraba que necesitaba. Aparte, dada la forma en
la que termina la protesta no estoy segura de que sus condiciones laborales
habrían sido mejoradas.
Como es un libro que trata sobre la iniquidad laboral y social, a
algunos puede gustarles La rebelión de las ratas por eso. A mí en general no me
emocionó, excepto algunas partes del final y lo sentí muy regular. Me gustó,
pero no es la gran cosa.
De esta manera, cierro el Mes Colombiano. En general las obras de
este mes trataron sobre la represión, la injusticia y el realismo mágico.
Algunos logran su propósito, otros fallan en el intento. Dependiendo del punto
de vista, a muchos les habrá y a otros no, pero cada opinión debe ser
respetado.
Muy buen resumen
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