CUATRO AÑOS A BORDO DE MÍ MISMO


Para terminar el Mes Colombiano, lo haré con la novela Cuatro años a bordo de mí mismo del escritor bogotano Eduardo Zalamea, publicada en 1934.

La novela, cuyo nombre completo es Cuatro años a bordo de mí mismo: Diario de los 5 sentidos, está dividida en 28 capítulos y trata sobre la historia de un bogotano que es nombrado guarda en las salinas de Manaure. Al llegar a la península de La Guajira, cansado de la sofisticación y la falsedad de su ciudad, se encuentra con un mundo indómito, por explorar, con una cultura nativa distinta y a la vez con colombianos provenientes de todas las regiones ya exploradas y habitadas de Colombia. Al mismo tiempo, no solo sufre un choque cultural, sino que gradualmente puede ver los problemas que hay en La Guajira, no muy diferentes de la Bogotá que abandonó. La historia se desarrolla en Manuare y Bahía Honda (escrita como Bahiahonda en la novela), en el actual departamento de La Guajira, aunque hace breves escalas a Cartagena de Indias, Puerto Colombia y Santa Marta, alrededor de la década de 1920.

El protagonista, de nombre desconocido, es un bogotano de diecisiete que ha sido designado como guarda de las salinas de Manuare. Su empleo le permite tener contacto con varios recolectores de perlas y comerciantes tanto locales como de varias partes de Colombia. Su lucha transcurre entre el desagrado que le ocasiona el mundo sofisticado y moderno de su ciudad natal, la capital, y la atracción que le ofrece lo indómito del Cabo de la Vela y La Guajira.

Manuel es un cartagenero que hace parte del grupo de personajes. El protagonista lo describe como “siempre sonriente”. Al igual que varios personajes, llegó para recoger perlas, pero se enamora también de una indígena guajira. Esto no estaría mal si no fuera porque ella es “propiedad” de otro hombre, Pablo, lo cual ocasionaría una tragedia.

Pablo es otro de los recolectores de perlas que vive en El Pájaro, un pequeño puerto cercano a Manuare al que llega el protagonista antes de asumir su cargo. Está casado con Anushka, una indígena que cree que es la esposa perfecta, pero que en realidad lo engaña con otro hombre. La rabia que le genera la infidelidad de su esposa lo lleva a pesar de ser un hombre gentil con sus vecinos y sus compinches a un asesino despiadado. Esto haría que él tampoco tuviese un final feliz, al igual que su víctima.

Víctor es un comerciante santandereano que vive en Manaure, dedicado al intercambio de bienes de consumo, principalmente de panela y maíz, pues al parecer entre los indígenas no comprenden el concepto de dinero. Para ellos, todo se intercambia. Le gusta fumar chicote en lugar de los cigarrillos estadounidenses que fuma el protagonista y varios de sus amigos, lo cuales lo marean. Está casado con Lola, una mujer más joven que él, con la que mantiene un matrimonio no muy estable. Cuando Lola queda embarazada, las cosas se empiezan a tornar problemáticas y Víctor se da cuenta de todo cuando Lola da a luz.

Máximo es un afrodescendiente de algún lugar de la Región Caribe, lo cual se nota en su manera de hablar, en la que predominan la pérdida de letras finales y rotacismo. Aunque en teoría le gusta ganar dinero con la recolección de perlas, no teme ganar más dinero con las peleas de gallos con su gallo Firpo. No le agradan las indígenas porque las considera interesadas, más deseosas de que les regalen cadenas de oro que de tener una verdadera relación con él. Es considerado como el alivio cómico para el grupo conformado por el protagonista y varios personajes, además de ser un gran amigo para el protagonista. Fuma en una pipa.

Hernando es otro de los amigos más cercanos del protagonista. Es de Boyacá. A diferencia de la mayoría de los personajes, es más cuidadoso con el dinero, rayando en la tacañería, pero eso no le impide ser desprendido en lo que respecta a comida puesto que es el encargado de cocinar en Bahiahonda, siendo hábil en ello. Y algo que también lo diferencia del protagonista y de Máximo es que no siente desprecio por las indígenas.

Un tema que se explora que es, al ser una novela de aprendizaje, el protagonista que presenciar varios sucesos que cambian la perspectiva de su vida. Al ser alguien de diecisiete años, está en una edad en que desea explorar cosas nuevas, a lo que se añade cierto desencanto con la vida y con las personas. Al sentir que Bogotá lo ha desilusionado, está dispuesto a aceptar un trabajo en una tierra lejana para alejarse de todo aquello que lo desilusiona.

Sin embargo, pronto ve que La Guajira no es esa tierra de ensueño que él creía. Es una tierra en la que la muerte está a la orden del día, ya sea a través de la venganza, la desilusión y los peligros del trabajo. Esto lo lleva a pensar si hizo bien en dejar todo aquello que conocía en Bogotá.

Un detalle que se aprecia de la novela es el cómo varios indígenas ofrecen a sus hijas con esposas a varios de los personajes, incluido el protagonista. Esto tiene algo de realidad: en la etnia wayuu, es costumbre que las mujeres sean ofrecidas en matrimonio junto con una dote, la cual puede variar de acuerdo con la capacidad económica de la familia de la novia, ya sea en dinero o en especie, como joyas o ganado. A esto se le conoce como palabreo, el cual es realizado por el palabrero1, que es el encargado de negociar y conciliar con ambas partes, incluido los matrimonios. Como la etnia wayuu es matrilineal, los encargados de negociar los matrimonios son los tíos maternos.

Por otro lado, los distintos pensamientos y argumentos de los personajes llegados a La Guajira por riqueza hoy serían tachados de políticamente incorrectos. Zalamea retrata a las mujeres, en particular las indígenas, de manera nada halagadora, pues las muestra como adulteras e interesadas en el dinero y muchos personajes representan dichas ideas. Este aspecto es algo que podría alejar a los lectores de nuestro tiempo.

La idea de la novela no está mal planteada, pero la ejecución deja mucho que desear. La trama tarda mucho en empezar, de hecho le toma unos siete capítulos, prácticamente un tercio de la novela, pues el autor muestra el punto de vista del protagonista al pasar por ciudades costeras como Santa Marta, Puerto Colombia y Riohacha. Además, al ser el punto de vista de una persona sin nombre y con menos importancia de la que tiene, se siente fuera de lugar. Los distintos pastiches de personajes foráneos en convivencia con los indígenas hacen que el texto tenga un estilo desordenado y confuso.

Hace unos años, mi padre me dijo que Cuatro años a bordo de mí mismo era la novela que menos le había gustado. No sé si llegue a tanto (teniendo en cuenta que mi padre no es un ávido lector), pero tiene muchos problemas como la manera en la que está escrita, la cual es desordenada y lenta al principio, personajes poco aprovechados y es una de esas historias que retrata a los afrodescendientes y a los indígenas de una manera no muy halagüeña. No sé si deba recomendarla.

Con esta lectura, termino el Mes Colombiano. Exploramos cómo a través de una inestable pareja de distintas culturas y países se critican el colonialismo y el clasismo por igual, cómo los cambios tecnológicos en una ciudad y en una sociedad que acaban con los valores y las instituciones que damos por sentido como el hogar y la familia y cómo al alejar de aquello que nos oprime o nos desagrada nos lleva a un lugar tan bucólico como inhóspito. Espero que el siguiente año pueda hacer un Mes completo, pero igual de interesante. Gracias y hasta luego.

NOTA

1 Además de actuar como negociar en el acuerdo entre familias para un matrimonio (llamado ápagá en wayuunaiki), el palabrero también negocia en los conflictos entre clanes, incluso si una de las partes no pertenece al pueblo wayuu. Básicamente es el encargado de administrar justicia.

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