CÓNDORES NO ENTIERRAN TODOS LOS DÍAS


Para empezar con el Mes Colombiano, analizaré la novela Cóndores no entierran todos los días del escritor, periodista y político tulueño Gustavo Álvarez Gardeazábal. Fue publicada en 1972. Como es un escritor poco conocido fuera del país, haré una pequeña biografía sobre él.

Gustavo Álvarez Gardeazábal nació el 31 de octubre de 1945 en la ciudad de Tuluá, una ciudad ubicada en el centro del departamento del Valle del Cauca. Nació en una familia católica y conservadora, a pesar de que su madre era liberal. Estudió Filosofía y Letras en la Universidad del Valle, de la cual se graduó el 19 de junio de 1970 con la tesis La novela de la violencia en Colombia. Luego de su grado, fue profesor en la Universidad de Nariño y en la Universidad del Valle.

Fue durante su periodo en Nariño que escribió Cóndores no entierran todos los días, la cual recibió grandes elogios y un premio, el Macanor de España. Además, fue adaptada al cine en 1984 por el director Francisco Norden, la cual a pesar de algunos cambios, es en gran medida fiel a la novela. El mismo año en que la película se estrenó, Álvarez Gardeazábal ganó la beca Guggenheim y vivió un tiempo en los Estados Unidos. Allí escribió la novela El divino, que se publicaría en 1987 y se adaptaría a la televisión ese mismo año.

El afiche de la película basada en la novela. Se entiende de dónde sacaron el nombre en inglés (A Man of Principle)

Además de su carrera como escritor y columnista, ha tenido una carrera paralela en la política colombiana, siendo elegido concejal de Cali, diputado por la Asamblea del Valle del Cauca, alcalde de Tuluá y finalmente gobernador del Valle del Cauca. Sin embargo, no terminó su periodo como gobernador debido a que fue acusado de enriquecimiento ilícito al haber vendido una escultura en 1992 por siete millones de pesos a un hombre que resultó ser el testaferro de un narcotraficante. Fue hallado culpable y lo condenaron a seis años y seis meses de prisión, por lo que renunció como gobernador para pagar la condena.

Luego de salir de prisión, Álvarez Gardeazábal entró a hacer parte del programa radial La Luciérnaga en 2005, que en ese momento estaba dirigido por el periodista y comentarista deportivo Hernán Peláez. Su inclusión en La Luciérnaga fue criticada por los sectores más conservadores del país debido a su orientación sexual y creencias religiosas (Álvarez Gardeazábal es abiertamente homosexual y ateo). Sin embargo, logró convertirse en una figura destacada del programa. Allí fue analista político durante 9 años hasta que despedido en 2015 de manera controvertida. Actualmente Álvarez Gardeazábal trabaja en la emisora Candela Estéreo y escribe una columna llamada Ariete en el diario ADN.

Cóndores no entierran todos los días trata sobre el ascenso y la caída de León María Lozano, un tulueño miembro del Partido Conservador Colombiano y su liderazgo de Los Pájaros, un grupo armado ilegal del Valle del Cauca y ligado al Partido Conservador que tuvo su mayor auge durante el periodo conocido como La Violencia, donde hubo enfrentamientos armados entre liberales y conservadores, los dos partidos políticos que tuvieron el poder en Colombia durante casi 150 años. Pese a que la novela es corta, no se divide en capítulos por lo que se debe leer de manera minuciosa para poder entenderla. Cóndores no entierran todos los días se desarrolla en Tuluá entre el 9 de abril de 1948, que para los que somos colombianos sabemos qué representa esa fecha, y el 10 de octubre de 1956. No les diré que ocurre ese día, para que ustedes mismos lo investiguen.

La edición del aniversario 40 de su publicación.

León María Lozano, también conocido como el Cóndor, era un vendedor de quesos de Tulúa despiadado y dispuesto a hacer su ley como sea. Sin importarle que en Tuluá la mayor parte de la población sea liberal, él siente que debe evitar que los liberales sigan controlando la ciudad en un país gobernado por los conservadores. Además, el Bogotazo lo marcó de manera profunda, cuando evitó por poco que una muchedumbre incendiara un colegio religioso. Desde entonces, él cree en la necesidad de que los conservadores deben protegerse y por ello creó Los Pájaros.

El conservadurismo de León María es tan arraigado que siempre va a misa a la seis de la mañana, sólo lee El Siglo y escucha La Voz Católica. Sin embargo, eso no le impide seguir las costumbres de los hombres de su época de tener dos hogares, pues tenía un hogar legítimo con su esposa Agripina Salgado y uno ilegitimo con su amante María Luisa de la Espada, con la que tuvo dos hijas, las cuales pasaron a vivir con él y con su esposa cuando María Luisa falleció tras el parto de su segunda hija. A pesar de sufrir de asma, nunca salía de casa cuando tenía un ataque debido a una advertencia que le dijeron desde niño en la que moriría cuando saliera a la calle en medio de un ataque.

Como dije antes, con El Bogotazo él decide crear a Los Pájaros para defenderse de los ataques liberales. Sin embargo, ya se imaginarán cómo terminó todo. Pasaron de defenderse a atacar liberales, empezando con los dirigentes liberales tulueños hasta los más pobres que tuviesen una ideología distinta de la conservadora y así Tuluá fuera manejada sólo por conservadores. Sin embargo, hubo excepciones de personas liberales a quienes no hizo asesinar: Gertrudis Potez y Marcial Gardeazábal.

Gertrudis Potez era una miembro importante del Partido Liberal en Tuluá. A pesar de pasar de los sesenta y cinco años y de usar un bastón de plata, era una mujer de carácter fuerte y muy persistente, al punto de que ni siquiera se dejó intimidar por las amenazas que le hicieron Los Pájaros. Sin embargo, por más que ella fuera una opositora, León María nunca se atrevió a matarla y explicaré por qué.

Primero, en la novela se muestra que Gertrudis Potez era una persona muy influyente entre los liberales tulueños al punto que su palabra era la que más se tenía en cuenta o más bien la única. De hecho, se dice que ella fue la que en realidad escribió la denominada carta suicida1 a pesar de que su firma no estuvo entre las diez que la firmaron.

Segundo, fue gracias a ella que León María obtuvo el puesto de quesos que era su sustento así que, en cierta forma, él le debía su sostén a Gertrudis Potez. Esto y lo anterior demuestran el gran temor que sin duda León María le tenía a Gertrudis.

En cuanto a Marcial Gardeazábal, la razón por la que nunca se metió con él se debió a que era similar a la que tenía hacia Gertrudis Potez: Marcial Gardeazábal fue la primera persona que le dio su primer empleo como mensajero en la librería de don Marcial cuando su padre perdió la vista. Aunque más tarde fue despedido ante la poca afluencia de la librería y de que ambos se distanciaron por sus ideas políticas, el hecho de que León María ni siquiera lo amenazó demuestra la gratitud que tenía hacía don Marcial.

Al final, la misma brutalidad que León María Lozano ejercía sobre los opositores terminaría siendo su propia caída pues los mismos que lo apoyaron acabaron dándole la espalda y la conclusión de su historia es tal como se la imaginan, pero el propio León María comete el error más grande de su vida. No los diré aunque ya entenderán por qué lo digo.

El tema más importante de Cóndores no entierran todos los días es la violencia, en este caso la violencia bipartidista. En la época la que se desarrolla la novela, ocurre el Bogotazo, que trajo como consecuencia enfrentamientos armados entre liberales y conservadores y de allí se crearon los grupos armados ilegales que fueron los primeros grupos paramilitares en Colombia. Mientras en la región cundiboyacense surgieron los chulavitas, en el Valle del Cauca estaban los Pájaros, dirigidos por León María Lozano, como una forma de defenderse de los liberales y posteriormente, pasó a acabar con cualquier foco no conservador que estuviera a su paso. Álvarez Gardeazábal, que vivió su infancia en medio del Bogotazo y La Violencia, supo plasmar sus recuerdos con lo que sabía y había investigado sobre Los Pájaros.

La descripción de los Pájaros que hace Álvarez Gardeazábal es un ejemplo de cómo el no conocer y no aprender de la historia sólo genera que esta misma se repita y surjan tragedias similares. También es un ejemplo de cómo las buenas intenciones al final acaban por corromperse pues por algo se dice que el infierno está construido de buenas intenciones.

El problema de Cóndores no entierran todos los días es que cuando se han leído novelas donde la temática principal es la violencia es posible que en el momento en que se lea esta novela, no va a impresionar demasiado. Aun así, tiene una excelente descripción histórica sobre Los Pájaros, La Violencia y sobre la Tuluá de los años 1940 y 1950 y eso por eso que se debería leer.

NOTA

1 Así fue llamada una carta en la que se denunciaba ante el gobierno nacional (en ese momento estaba en el poder el militar Gustavo Rojas Pinilla) a León María Lozano y que fue firmada por nueve miembros del Partido Liberal de Tuluá, aunque en la novela se dice que fueron diez. De los nueve hombres que firmaron, tres fueron asesinados por Los Pájaros, otros tres debieron irse de Tuluá para evitar represalias y uno de ellos, Ignacio Cruz Roldán, fue herido de gravedad pero sobrevivió. Por curiosidades de la vida, este hombre fue el último sobreviviente de los firmantes, falleciendo el 9 de mayo de 2015. La historia de la carta suicida fue rescatada por el historiador Omar Franco Duque en su libro Carta suicida de Tuluá.

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