LA LIBERTAD SEGÚN GUERRA Y PAZ
Antes de empezar con un nuevo Mes Colombiano y luego de dos
semanas de vacaciones, les dejo la última entrega sobre Guerra y paz de Lev
Tolstói. En esta entrada se hablará sobre la libertad y está basada en un
ensayo que escribí en noviembre de 2016.
En Guerra y Paz hay varios tipos de libertad: la libertad
de un gobierno, la libertad sobre las decisiones propias y la libertad
espiritual.
Empecemos por la libertad gubernamental. En Guerra y paz
hay dos gobernantes o en este caso, monarcas: Napoleón, emperador de Francia; y
Alejandro I, zar de Rusia. Al inicio de la novela, Napoleón es una figura
divisiva, visto como un salvador que logró restablecer el orden en una Francia
desordenada tras la Revolución para jóvenes como Piotr Bezujov pero para los
que sufrieron las acciones de Napoleón lo ven como un dictador, un déspota más
cruel y sanguinario que los Borbones o incluso que los revolucionarios. Esto se
ve en el capítulo IV de la primera parte del volumen 1, durante la tertulia
política en la recepción de Anna Pavlovna Scherer. A favor de Napoleón están
Piotr Bezujov (que fue educado en Francia) y Andrei Bolkonski y en contra están
Anna Pavlovna y el vizconde Montmart, un exiliado francés.
Piotr asegura que la ejecución de algunos opositores era
necesaria para mantener el equilibrio en Francia, mismo que había desaparecido
debido a la Revolución, algo que para él sólo logró Napoleón:
“El suplicio del
duque en Engien […] era a tal punto una necesidad de Estado, que, a mi parecer,
la grandeza de ánimo estriba en que no haya vacilado Napoleón en tomar sobre
sus hombros la responsabilidad de este acto” (Tolstoi, 1974, p. 34).
“–Hablo así […]
porque los Borbones se han vuelto de espaldas a la revolución y han sumido al
pueblo en la anarquía; sólo Napoleón ha sabido comprender la revolución y
vencerla y es por eso, teniendo en cuenta el bien común, que no podía detenerse
ante la vida de un hombre” (Tolstoi, 1974, p. 36).
“[…] Napoleón es grande
por haberse colocado encima de la revolución reprimiendo sus abusos y
conservando cuanto tenía de bueno, o sea, la igualdad de los ciudadanos y la
libertad de prensa y de palabra. Sólo por esto ha conquistado el poder”
(Tolstoi, 1974, p. 36).
Al igual que Piotr, Andrei Bolkonski también siente una
gran admiración por Napoleón, pero es un poco más realista que Piotr:
“No puede negarse […]
que Napoleón fue muy grande, como hombre, en el Puente de Arcola, en el
hospital de Jaffa, donde estrechó la mano de los apestados, y en muchas otras
ocasiones, pero… hay evidentemente otros actos de muy difícil justificación”
(Tolstoi, 1974, p. 37).
“[…]; pero me ha
ocurrido algo que quería decirle: estamos en guerra contra Napoleón; si fuese
una guerra por la libertad, la aprobaría y sería el primero en incorporarme al
ejército, pero ayudar a Inglaterra y Austria contra el hombre más grande del
mundo…, esto, francamente, no está bien” (Tolstoi, 1974, p. 41-42).
Sin embargo, el vizconde Montmart, un francés que estuvo a
favor de la Revolución a pesar de ser de clase noble y que fue testigo del
ascenso de Napoleón, tiene una visión de Napoleón completamente distinta de la
que posee Piotr:
“-Libertad e igualdad
[…] son resonantes palabras comprometidas desde hace mucho tiempo. ¿Quién no
ama la libertad y la igualdad? Ya el Salvador las predicaba. ¿Han sido acaso
más felices los hombres después de la revolución? Al contrario. Nosotros hemos
querido la libertad y Buonaparte la ha destruido” (Tolstoi, 1974, p.
36-37).
Conforme pasa la novela, Piotr y Andrei se dan cuenta de
que Napoleón no era el hombre que ellos creían sino un hombre lleno de orgullo
y vanidad, defectos que tanto Andrei como Piotr cultivan. Ambos terminan
desengañados y ambos recorren un camino difícil y muchas veces tormentoso,
incluso con Pierre creyendo que Napoleón era el Anticristo y que era su deber
asesinarle:
“Aquel día era para
él un día solemne: el del aniversario de su coronación. Antes de salir el sol
durmió unas horas y, descansando, fresco, alegre, confiado en su buena
estrella, en aquella disposición de ánimo en que todo parece posible y todo se
consigue, montó a caballo y marchó a examinar el terreno” (Tolstoi, 1974,
p. 309).
“El príncipe Andrei,
con la mirada fija en el emperador, guardó absoluto silencio. […] ¿Qué
representaban, en efecto, los intereses, el orgullo, la triunfal alegría del
emperador? ¿Qué era el propio héroe en comparación con aquel hermoso cielo,
lleno de justicia y de bondad, que el alma había abarcado y comprendido?” (Tolstoi,
1974, p. 328).
“Usando este alfabeto
cifrado [el francés], las palabras “del emperador Napoleón”, escritas en
francés, corresponden por sus letras a unos números que sumados, dan el
resultado de seiscientos sesenta y seis. Así pues, escribir con la ayuda de
este mismo alfabeto, […], la suma de las cifras que corresponden a la palabra
cuarenta y dos es también seiscientos sesenta y seis, de lo cual se desprende
que el poder de Napoleón acabaría en 1812, cuando el emperador de los franceses
hubiera cumplido sus cuarenta y dos años” (Tolstoi, 1974, p. 748).
“Entonces se le ocurrió
que si la respuesta que buscaba no se encontraría en su nacionalidad. Escribió:
“el ruso Bezujov” y al contar obtuvo la suma de seiscientos setenta y uno.
Sobraban cinco, y el cinco representaba la letra “e”, es decir, la misma letra
suprimida en francés del artículo de la palabra “emperador”. Suprimiéndola, a
pesar de que era una irregularidad, Piotr consiguió la respuesta que esperaba:
“El ruso Bezujov”, que daba el resultado de seiscientos sesenta y seis. Este
descubrimiento lo emocionó. […], todo aquel conjunto de coincidencias extrañas
le pareció que tenía que madurar, estallar y arrancarlo del círculo de las
costumbres moscovitas en el cual se sentía prisionero, y conducirlo a una
hermosa acción heroica y a una gran felicidad”
(Tolstoi, 1974, p. 749).
El zar Alejandro I, el monarca ruso, parece respetar el
derecho de autogobierno de los pueblos (Tolstoi, 1974, p. 35) pese a que ha
empezado a reinar muy joven tras el asesinato de su padre, Pablo I. Esto dice
mucho de sus ideas liberales pese a ser autócrata. Rival de Napoleón, ambos
deciden hacer una alianza temporal (Tolstoi, 1974, p. 462, 469), que dañaría su
popularidad por el descontento de todas las clases sociales rusas. Nikolai
Rostov siente admiración por Alejandro I, al punto de querer morir por defenderle
(Tolstoi, 1974, p. 282), pero se desilusiona cuando castiga al superior de
Nikolai y reconoce a Napoleón como monarca de los franceses, haciendo las
muertes de muchos soldados rusos innecesarias. Esta alianza se rompería cuando
Napoleón invadió Rusia en 1812 (Tolstoi, 1974, p. 682), invasión que terminaría
en el más rotundo fracaso.
A diferencia de Napoleón, Alejandro I parece sentir empatía
por su ejército y por la crueldad de la guerra (Tolstoi, 1974, p. 291). Como
contraste con Napoleón, que tiene una buena relación con sus generales a pesar
de su ineficiencia, no se lleva bien con el general Mijail Kutuzov, sobre todo
tras la batalla de Austerlitz, pero cuando Napoleón invade Rusia, no tiene más
remedio que mandarlo a llamar porque sabe que Kutuzov es el hombre más
capacitado para enfrentar y vencer a los franceses (Tolstoi, 1974, p.
1218-1219).
Ahora hablaré de la libertad de las decisiones propias.
Casi todos los personajes parecen tener un poco de libertad a la hora de tomar
sus decisiones incluso personajes que son por naturaleza sumisos como la
princesa Maria Bolkonskaya y Sonia. De hecho, el padre de la princesa Maria, el
príncipe Nikolai Bolkonski, dice que las mujeres tienen más libertad que los
hombres a la hora de elegir pareja para el matrimonio porque a los hombres de
su clase siempre se les impone casarse al mejor postor. Primero veremos las
palabras de Maria y de su padre.
“Mi deseo, papá, es
no abandonarle jamás, no separar mi existencia de la suya. No quiero casarme”
(Tolstoi, 1974, p. 267).
“[…] Acuérdate de una
cosa, hija mía; mis principios reconocen a una muchacha el derecho de elección.
Eres libre, pero no olvides que de la decisión que tomes depende la fecilidad
(sic) de toda tu vida. […] Él se casará con quien le ordenen pero tú eres
libre” (Tolstoi, 1974, p. 266).
El caso de Sonia es similar a Maria Bolkonskaya, pues ambas
tienen el mismo temperamento y ambas están enamoradas del mismo hombre: el
conde Nikolai Rostov, pero las dos no están en igualdad socioeconómica. Maria
Bolkonskaya es considerada la heredera más rica de Rusia mientras que Sonia es
una huérfana sin dote que vive con los Rostov, sus parientes más cercanos.
Sonia sería el primer amor de Nikolai pues ambos se han amado desde la
adolescencia y están comprometidos, aunque recibe una propuesta de matrimonio
de Fiodor Dolojov, un colega de Nikolai, propuesta que por supuesto rechaza,
tal como Natasha, hermana de Nikolai, le dice a este último:
“Precisamente te
estaba buscando; –exclamó la muchacha, corriendo hacia él–; ya te lo dije y no
quisiste creerme –añadió con actitud triunfal–. [Dolojov] Se le ha declarado.
[…] Y figúrate tú que ella le ha rechazado. No quiere saber nada de él pues
dice que ama a otro.
““Sí, mi Sonia no podía
obrar de otro modo”, se dijo Nikolai, reanimándose.” (Tolstoi, 1974, p. 371).
Sonia ama profundamente a Nikolai pero también a la familia
que la ha acogido desde pequeña, así que ella pronto se encuentra en una
disyuntiva que termina al romper su compromiso cuando él se enamora de forma
inesperada de la princesa Maria Bolkonskaya y las finanzas de la familia Rostov
se encuentran en una situación crítica. Para ella, el matrimonio de Nikolai con
la princesa Maria es la única alternativa de salvar a la familia, aunque esto
implique sacrificar su amor por Nikolai.
“Me es demasiado
penoso –decía Sonia en su carta– pensar que pueda ser causa de desdichas y
resquemores en el seno una familia que me ha colmado de venturas. Mi amor no
tiene otro objeto que la felicidad de quienes amo. Yo te suplico, Nikolai, que
recobres tu libertad y creas que, a pesar de todo, nadie te amará más
profundamente que tu Sonia” (Tolstoi, 1974, p. 1070).
Hablando de Nikolai, su libertad de decisión es limitada
puesto que al ser el heredero del conde Rostov, su deber es casarse bien, lo
que significa que debe hacerlo con una rica heredera. En su lugar, está
comprometido con su prima Sonia, que no posee dote ni conexiones. Sin embargo,
a medida que la novela está por terminar se enamora sorpresivamente de la
princesa Maria Bolkonskaya nada más conocerla debido a su bondad y a su manera
de ser, provocando que replantee su compromiso con Sonia, aunque esto sólo lo
pone en un momento de difícil decisión: casarse con su primer amor y vivir una
vida llena de dificultades económicas o hacerlo con una mujer rica, con la que
hay un sentimiento reciproco. Al final, no es él quien decide la situación sino
Sonia, como lo explique arriba. Todo eso demuestra el poder de decisión que
tenían las mujeres en cuanto a casarse y cómo los hombres no poseían esa
libertad.
En cuanto a los Kuragin, está claro que tienen la libertad
de hacer lo que quieran, pero tampoco tienen la libertad de casarse, pues para
el padre de ellos, el príncipe Vasili Kuragin, es importante casar bien a sus
hijos para maquinar y sobresalir en la alta sociedad rusa del tiempo. Elena es
obligada a contraer matrimonio con Piotr para tener acceso a la inmensa fortuna
de la familia Bezujov y Anatoli, inicialmente obligado por su padre a
comprometerse con la princesa Maria Bolkonskaya siendo rechazado por esta,
finalmente es forzado por un terrateniente polaco a casarse con su hija, aunque
los motivos de este enlace no son aclarados por Tolstoi.
Sin embargo, en la novela se ve que muchos personajes
abusan de su libertad de decisión. Por ejemplo, Dolojov es bebedor, apostador y
duelista, llegando a engañar a Nikolai Rostov, dejándolo endeudado y de cierta
manera, siendo uno de los culpables de la quiebra de los Rostov. Piotr hace
parte de las locas fiestas de Dolojov y Anatoli Kuragin al principio y aun
cuando se aleja de estos, come y bebe en exceso. Elena y Anatoli son seres
libertinos y manipuladores, con una gran habilidad de destruir reputaciones
sólo para divertirse como ocurre cuando los dos intentan engañar a Natasha Rostova
para que rompiera su compromiso con Andrei Bolkonski y se fugara con Anatoli,
el cual ya la había seducido. El conde Rostov es amante de las fiestas y cenas
costosas al punto de desbaratar las finanzas de la familia.
Y finalmente, se encuentra la libertad espiritual. Los
personajes que más buscan la espiritualidad son Piotr Bezujov y Maria
Bolkonskaya. Empezaré con Piotr.
De la noche a la mañana, Piotr adquiere unos inesperados
título nobiliario y fortuna pese a ser hijo ilegitimo y se casa con una mujer
muy bella; sin embargo, la unión no es feliz y se entrega a la bebida, a la
comida y a los duelos. Para llenar el vacío espiritual que tiene su vida en
general y por el deseo de ser un mejor ser humano, se une a la masonería y le
ayuda por un tiempo, pero eventualmente se desilusiona ante la muerte del
hombre que lo introdujo en la orden y por la imposibilidad de llevar a cabo las
reformas que desea para sus siervos. Una vez que se convierte en prisionero del
ejército francés y en compañía de un campesino ruso, Piotr finalmente logra
encontrar el equilibrio entre su fe y su deseo de mejorar como persona y la
sociedad corrompida que lo rodea. Una vez liberado, cumple su meta de
convertirse en un mejor hombre y eso lo hace sentir un hombre libre por primera
vez.
“–Nos han dicho que
el incendio de Moscú le había costado dos millones, ¿es cierto?
–Tal vez, pero soy tres
veces más rico que antes –repuso Pëtr (sic) que no cesaba de repetirlo a quien
quería escucharlo, a pesar de la merma que representaba para sus rentas su
resolución de pagar las deudas de su mujer y reconstruir sus casas–. Lo que he
recobrado infaliblemente es mi libertad… [...]” (Tolstoi, 1974, p. 1230).
Maria Bolkonskaya es otro ejemplo de fe inquebrantable. No
siendo una mujer físicamente hermosa ni poseyendo una personalidad arrolladora,
al principio es mostrada desde una perspectiva menor, siendo humillada y
comparada por su neurótico padre con la dama de compañía de la familia. Su
refugio es la oración y la fe, a pesar de las objeciones de su padre, tal como
se lo intenta hacer ver a su hermano Andrei, que es una persona desencantada
con todo lo que lo rodea.
“–Recibe, Andrei, con esta medalla mi
bendición y prométeme que no has de quitártela nunca. ¿Me lo prometes?
–Si no pesa mucho, ni me
daña el cuello sólo para darte gusto… –prosiguió el príncipe Andrei. Pero al
punto se arrepintió de la ligereza de su tono al advertir la intensa emoción
que sus palabras habían producido en su hermana, y añadió–: Estoy muy contento,
de veras. Muy contento.
–A pesar tuyo. Él te
salvará y te llevará a Sí porque sólo en Él residen la verdad y la paz –dijo la
princesa María con voz trémula de emoción, presentando a su hermano, con gusto
solemne, una hermosa imagen oval del Salvador, de rostro moreno, en un marco de
plata, y que pendía de una cadena del mismo metal, todo ello de un trabajo
minucioso. María se persignó, besó la imagen y la entregó a Andrei–. Te lo
ruego, Andrei, hazlo por mí” (Tolstoi, 1974, p.
129-130).
“–Si tuvieses fe,
Andrei, te habrías dirigido a Dios para que te concediera el amor que no
sientes, y estoy segura que tu ruego hubiera sido escuchado” (Tolstoi,
1974, p. 131).
Incluso durante el periodo difícil de la guerra, Maria se
mantiene fiel a sus creencias religiosas ante la muerte de su padre y la
rebelión de los campesinos, que sólo Nikolai Rostov es capaz de aplacar para
proteger a Maria y llevarla a un lugar seguro.
Pero Piotr Bezujov y Maria Bolkonskaya no son los únicos
que buscan ser mejores personas y un refugio mediante la espiritualidad. Andrei
Bolkonski y Natasha Rostova también encuentran su espiritualidad, aunque a
diferencia de Piotr y Maria ambos la encuentran en la adversidad. Andrei y
Natasha se enamoraron y estuvieron comprometidos; sin embargo, el viejo
príncipe Nikolai Bolkonski, padre de Andrei, envió a su hijo fuera de Rusia
durante un año para comprobar si la relación entre ellos era sincera y si
después de ese tiempo seguían amándose, consentiría el matrimonio. El
compromiso se terminó por las artimañas de Elena, la esposa de Piotr, y Anatoli
Kuragin, hermano de Elena. Por causa de la humillación, Natasha intentó
suicidarse, aunque sobrevivió sólo para renovarse por medio de la fe religiosa,
la cual acabaría por conservar incluso cuando se casó con Piotr y tuvo hijos.
El proceso de aceptación de la fe en Andrei es más
complejo. Aunque se entera del sufrimiento de Natasha, decide no renovar su
compromiso con ella por orgullo a pesar de las objeciones de Piotr y vuelve a
enrolarse en el ejército ruso. Sería uno de los soldados que quedarían heridos
durante la Batalla de Borodino, en la que si bien los rusos fueron derrotados
es considerada hoy en día como una victoria pírrica para el ejército
napoleónico. Mientras lo atendían se encontró con Anatoli Kuragin, el hombre
que dañó su compromiso con Natasha, al que le estaban amputando una pierna. El
odio que llegó a sentir por él se convirtió en lastima y por fin entendió el
significado de la compasión y del amor a los enemigos al que se refería su
hermana Maria, aunque ya sabía que no iba a sobrevivir a su grave herida.
“¡La misericordia, el
amor al prójimo, el amor a los que nos aman, el amor a los que nos odian! […].
Debemos ser misericordiosos incluso con nuestros enemigos. Este es el amor que
Dios predicó entre los hombres, el amor que me aconsejaba la princesa María y
que yo no sabía comprender. Es por esto por lo que siento morir. Si viviera,
amaría a todos mis enemigos, pero ahora ya es demasiado tarde. ¡Ya lo sé!...”
(Tolstoi, 1974, p. 918).
En su agonía, Andrei es cuidado por la familia Rostov,
especialmente por Sonia y Natasha, su ex prometida, a la cual finalmente
perdona por su error poco antes de morir.
Piotr, Natasha y Andrei logran una transformación
espiritual profunda. Sin embargo, hay un personaje que representa un contraste
con respecto a ellos: Elena Kuragina, la esposa de Piotr. Ella se acerca a unos
sacerdotes de la Compañía de Jesús para poder contraer matrimonio con alguno de
los dos pretendientes que tiene. Ella piensa que si se convierte a la Iglesia
Católica logrará la anulación de su matrimonio con Piotr pues el divorcio no
era permitido en la Iglesia Ortodoxa Rusa en ese entonces; esto sería
dificultoso debido a la desaparición de Piotr y por el hecho de que la Iglesia
Católica tampoco permitía el divorcio. En resumen, ella sólo buscaba la
conversión por interés, no por convicción. Como Andrei, para finales de la
novela muere, pero a diferencia de él, fallece completamente sola.
Guerra y paz es una novela donde la libertad recibe su
máxima expresión y sus más grandes contrastes. Algunos personajes poseen más
libertad que otros, pero no todos la usan debidamente, sino abusan de ella
haciendo actos deshonestos o cultivando vicios. Sin embargo, también se
encuentran aquellos que buscan la espiritualidad en medio de un mundo
corrompido y cruel, es decir, una zona gris entre todo lo que los rodea y
aquellos que en medio de la adversidad fortalecen su fe o la redescubren. Este
tipo de personas son, como consideraba Tolstoi, las más libres en el universo
de Guerra y paz.
BIBLIOGRAFÍA
Tolstoi, L. (1974). Guerra
y paz (I). Barcelona, España. Bruguera.
Tolstoi, L. (1974). Guerra
y paz (II). Barcelona, España. Bruguera.
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