PROMETEO ENCADENADO
Para empezar el mes de febrero, analizaré una clásica tragedia de la Antigua Grecia. Sobre un hombre que es condenado por haber hecho una mala acción por las razones correctas. En medio de su castigo, él tiene la capacidad de ver y predecir lo que va a pasar. Eso es Prometeo encadenado.
Prometeo encadenado es una tragedia griega que ha sido atribuida al
dramaturgo Esquilo, pero nuevos estudios han puesto duda sobre su autoría. Sea
como sea, es una historia que trata sobre Prometeo y el castigo que recibió por
trasgredir las reglas del Olimpo.
¿Por qué Prometeo fue castigado? Porque decidió llevar el fuego a
los hombres, de manera que esto pudieran beneficiarse de él. A pesar de su
posición en el Olimpo, Prometeo siente amor y compasión por los mortales y por
esos mismos sentimientos roba el fuego para ayudarles. No solo realiza esa
acción, sino que se queda con ellos para enseñarles varias artes y habilidades
como la arquitectura, la agricultura, las matemáticas, la lectoescritura, la
doma de animales para la ganadería y el transporte, la navegación, la medicina,
la astronomía y la metalurgia, mismas que les permitieron a los hombres evolucionar
como sociedad.
Sin embargo, el fuego era un elemento que pertenecía de forma
exclusiva al Olimpo, en concreto a Hefesto; por lo que Zeus, el dios principal
del Olimpo, decidió castigarlo, ordenando que lo encadenaran a una roca cercana
a una montaña de Estiria (de ahí, el título de la obra).
«[…], infeliz de mí,
por haber procurado a los
mortales
un privilegio estoy uncido
al desdichado yugo de esta
necesidad.
Doy caza a la furtiva fuente
del fuego,
que llenó el hueco de una
caña,
y que ha resultado para los
mortales
maestra de todo arte y un
gran recurso.
Por estas faltas pago la pena
a la intemperie clavado con
cadenas.
(…) Vedme encadenado, un dios
sin dicha,
el enemigo de Zeus, el que se
ha vuelto detestable
para todos los dioses que
entran
en el palacio de Zeus, por mi
exceso
de amor a los mortales».
p. 21-22
«Yo tuve compasión por los
mortales: pero digno
no fui yo de alcanzarla, sino
que sin piedad
así soy yo tratado: un
espectáculo infamante
para Zeus».
p.28
Prometeo es consciente de que llevarles fuego a los hombres era un
delito, pero su compasión hacia «los seres de un día», como llaman los dioses a
los mortales, pudo más que cumplir las leyes. Sin embargo, él nunca pensó que
el castigo que le impondrían fuera a ser tan severo solo por el hecho de tener
amor al ser humano.
«A sabiendas, a sabiendas
erré, no voy a negarlo.
Labré mis penas por socorrer
a los mortales.
Pero no creía que iba a
consumirme
con tal castigo en unas rocas
suspendidas en el
aire,
en una región yerma y
desolada».
p. 30
A pesar de la situación en la que se encuentra, Prometeo no deja de
lanzar dardos contra Zeus y su inmenso orgullo, pues asegura este último que
sería destronado cuando tenga un hijo que lo superará en fuerza. Durante gran
parte de la obra, muchos intentan que diga quién será el que derroque a Zeus,
pero él no acepta revelar su identidad y prefiere asumir su castigo con dignidad,
aunque este sea cruel (que un águila te coma el hígado cada día cuenta como
esto) y duradero.
Aunque Prometeo es el personaje principal y el foco de la trama, no
es el único personaje. También interviene Fuerza, Violencia (que, a pesar de
aparecer es un personaje silente, es decir, sin diálogos), Hefesto, Océano, Ío
y Hermes.
Como su nombre lo indica, Fuerza es un ente que busca realizar el
trabajo de castigar a Prometeo con la mayor fuerza posible, haciendo que
Hefesto tenga que encadenar, clavar y poner en una posición incómoda a
Prometeo. No solo le recuerda su castigo a Prometeo, sino la razón por la que
lo recibió.
«Ahora ahí sé insolente y, a
los dioses robándoles
sus atributos, dáselos a los
seres de un día. ¿En
qué podrían los mortales
aliviarte tus sufrimientos?
Erróneamente los dioses
Prometeo
te llaman: que tú mismo un
promotor necesitas
para ver el modo de librarte
de este artificio».
p. 20
No es necesario hablar sobre Hefesto si conocen su historia. Y si
no, los/las invito a investigar. En todo caso, vemos a un Hefesto que no está
contento con el castigo infligido a su sobrino segundo pero lo hace porque a él
le han encomendado el trabajo y no desea tener conflictos con Zeus. De manera
constante tiene que soportar los reproches de Fuerza, que lo azara para que
encadene a Prometeo, algo que Hefesto hace de mala gana y sin dejar de sentir
compasión por su sobrino. Sin embargo, le da una última esperanza a Prometeo,
pues le dice que un día un hombre lo liberará de sus cadenas, pero que no será
ahora ya que aún no ha nacido. Para los que quieran saber quién fue el
libertador de Prometeo, de nuevo los/las invito a que investiguen.
Océano aparece junto a sus hijas, las Oceánidas, como un espectador
más. Le dice a Prometeo que si deja de lado su lengua afilada y su orgullo,
Zeus podría perdonarlo y liberarlo de su castigo. Sin embargo, Prometeo le
recuerdo su rol en el rol del fuego y cómo decidió no delatarlo para evitar que
lo castigaran, por lo que le aconseja no pedir algo que es imposible.
En cuanto a las Oceánidas, estas actúan como coro y además de
sentir compasión por la situación de Prometeo, intentan tratar de sacarle la
profecía a Prometeo sobre el posible destronamiento de Zeus y sobre quién sería
el responsable, algo que él se niega a compartir con ellas.
Ío es la contraparte y a la vez el contraste de Prometeo. Ambos han
sufrido a manos de Zeus: Prometeo, por las razones ya mencionadas; e Ío, por
ser amante de Zeus, que la ha convertido en vaca para evitar que sea perseguida
por Hera, la celosa y vengativa esposa de Zeus, algo que la llevó en
convertirse en una rechazada por su padre Ínaco, rey de Argos, a que Hera le
ate un tábano que la molesta sin cesar y a tener una vida errante. A diferencia
de Prometeo, Ío desearía que su existencia acabe de una vez porque el hecho de
ser una vaca es algo que ella considera una afrenta para sí misma. Sin embargo,
Prometeo la consuela y le dice a dónde debe ir para estar más segura, que un
día recuperará su forma humana y de que su descendencia nacerá el hombre que lo
liberara de sus cadenas.
En su rol como mensajero de los dioses, Hermes intenta hacer que
Prometeo le diga quién será el encargado de destronar a Zeus; una tarea, por
supuesto, infructuosa. Al ver el orgullo que mantiene Prometeo, le comunica
que, por su reiterada negativa a revelar quién destronaría a Zeus, un águila le
roerá el hígado cada día para que este se regenere en la noche y se repita el
ciclo hasta que llegue el hombre que lo liberará.
El fuego es el elemento clave en Prometeo encadenado. Sin el fuego,
la humanidad se mantenía en un estado primitivo, al acecho de bestias que
podían atacarlos en medio de la oscuridad y comiendo comida cruda. El hecho de
que Prometeo les trajera el fuego a los hombres significó una mejora en la
comida, luz y seguridad.
El fuego significó que el ser humano por primera pudiese comer comida
cocida y, de esta manera, las mandíbulas del hombre se adaptaron a ello.
Además, con el fuego el hombre podía estar alerta de cualquier bestia que
pudiese entrar y atacarlo, además de que el mismo elemento podría alejar al
animal. En resumen, comenzó la evolución humana como sociedad.
Volviendo a la obra, al darles el fuego Prometeo funge como el
arquetipo del civilizador de los griegos al enseñarles todo tipo de artes y
oficios al estilo de Quetzalcóatl para los mexicas y Bochica para los chibchas.
Sin embargo, Prometeo no gozó de la misma veneración o respeto que las dos
civilizaciones americanas precolombinas les dieron a sus respectivas figuras.
Por el contrario, Prometeo fue castigado por todo ello y los antiguos griegos
no le brindaron ese respeto que debía de merecer.
Los diálogos de Prometeo en los que se lamenta de recibir un
castigo injusto se asemejan a los de Segismundo, el personaje principal de La
vida es sueño, ya que ambos critican el trato que ambos reciben de figuras de
autoridad por lo que ellos consideran una injusticia: para Prometeo, es
entregar el fuego y, de esta forma, civilizar a los humanos, a las «criaturas
de un día» como los llaman los dioses del Olimpo; mientras que para Segismundo
es el ser considerado un enemigo por su propio padre solo porque se considera
que está destinado a derrocarlo.
En la mitología griega sus personajes creen mucho en las profecías
y en el destino y Prometeo encadenado no es la excepción. Prometeo profetiza
que si Zeus tiene un hijo con cierta mujer, este será más fuerte que él y que un
día lo destronará del Olimpo. Sin embargo, es notable también el hecho de que nos
muestran que el destino no siempre está escrito, como se da a entender, puesto
que si Zeus evita estar con dicha mujer, no será destronado; aun así, Prometeo rehúsa
revelar el nombre de dicha mujer porque quiere que Zeus pase por lo mismo que
le hizo pasar a su padre Cronos y este, a su vez, a su padre Urano. De esta
forma, muestra un poco de rencor y malevolencia.
Prometeo encadenado es una obra que nos muestra cómo a veces el deseo de ayudar a los demás no siempre es recompensado con algo positivo si este viene de algo incorrecto, pero también nos enseña a encarar la adversidad con dignidad y paciencia, porque sabemos que algún día saldremos de allí. Sin duda, recomiendo esta obra de teatro.
Adenda: La próxima semana no habrá entrada por ser semana de
Carnavales. Regresaré el 25 con una entrada sobre una novela muy especial sobre
la que dejaré varias pistas en mi página de Facebook: https://www.facebook.com/mibauldelibrossm/,
para que adivinen cuál será. Recuerde también pasar por mi Twitter: @irinacaicedoa.
Gracias y hasta luego.
BIBLIOGRAFÍA
Esquilo. Prometeo encadenado.
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