LA PANZA DEL TEPOZTECO


Para empezar el Mes de los Niños y del Idioma, nos iremos a México en el que viven ocho niños que entran dentro de un volcán y se encuentran con los dioses aztecas. Ese es el argumento de La panza del Tepozteco del escritor José Agustín.

La panza del Tepozteco tiene cuatro capítulos. Como el segundo y el tercer capítulo tienen una longitud un tanto extensa, leerlos puede ser un reto. Los protagonistas son siete niños y un adolescente, los cuales nombraré por orden de aparición: Yanira, Tor, Érika, Alaín, Homero, Selene, Indra y Pancho.

Yanira tiene trece años. Le gusta que todo esté en orden, organizar, hacer compras, llevar cuentas… De acuerdo con Chico, es juiciosa y noble pero le gusta demasiado el dinero, algo que se puede ver en sus colecciones diversas: monedas de varios países, chequeras, tarjetas de crédito, estados de cuenta y su dinero ahorrado. Quiere tener su propia tarjeta de crédito, algo que solo obtendrá cuando cumpla sus quince años.

Héctor «Tor» o «El gordo» tiene trece años. En un principio sus padres, en especial su madre, no lo quería dejar ir de paseo con sus amigos por sus malas calificaciones y porque no les gustaba la idea de que siete niños, cuatro de ellos niñas, viajaran sin supervisión de un adulto. Es aficionado a los videojuegos, a la ciencia ficción y a la fantasía y no le gusta que sus amiguitos, en particular Homero, le digan gordo. Su madre es aficionada a la astrología y al tarot. El sondeo de Huitz no le desagradó, al punto de quiere repetir la experiencia.

Érika es de las mayores del grupo, sino la mayor. Tiene trece años y cursa segundo grado de secundaria. Es ella es la que decide acompañar a Alaín y a sus amigos a Tépoz, pero los padres de ella insistieron en que llevara a alguna amiga, ya no iban a aceptar que se fuera a un paseo solo con hombres, por lo que ella decidió invitar a Yanita, Indra y Selene. Es intrépida, competitiva, de carácter confrontativo y aventurera. Le gustan los deportes y las maquinitas, además de Alaín y Homero. Su madre quiere que sea más femenina pero a Érika eso no le interesa, algo que se nota cuando Coatlicue la sondea. Es muy cercana a su padre.

Alaín «Alas» fue el que decidió invitarlos a todos a Tepoztlán, pero originalmente solo invitaría a Tor y a Homero, pero cuando Érika lo escuchó hablar en el patio insistió en ir con ellos. De tres pasaron a cuatro y finalmente a siete. La madre de Alaín, Coral, es aficionada a acudir a brujas, en particular las de Tepoztlán, para que le realicen limpias a ella y a su hijo, a la astrología y al tarot.

Homero tiene una gran imaginación, demostrado en su gran amor por la música, en particular el rock y la música clásica, tal y como lo deja ver cuando se lo presenta por primera vez: pegado a su walkman y con sus audífonos puestos. Además, le gustan otras artes como la poesía, el dibujo y la literatura, al punto que quiere crear un universo de estilo fantástico y espacial, con su propia mitología. No puede evitar sentirse maravillado al presenciar la caverna de los dioses a pesar de estar en peligro de ser sacrificado.

Selene es la más pequeña del grupo, con solo ocho años de edad, siendo la hermana menor de Érika. Cuando los niños están en la panza del Tepozteco pero antes de que otros dioses, Selene se pierde. Más adelante, descubrimos su paradero. Por tener solo ocho añitos, le gustan las típicas cosas de las niñas de su edad como las caricaturas, los cuentos infantiles y las muñecas.

Indra es hermana de Yanira y amiga de Érika. Por ella, los niños tardan en salir de la estación puesto que le tomó mucho tiempo hallar un teléfono público. Casi no habla en la novela, pero lo que sabemos lo sabemos por Tlazultéutl: al contrario que Érika, le gusta mucho que su madre la consienta y las cosas femeninas, le gusta Pancho y la idea de tener un novio no le es para nada esquiva. Su nombre es irónico puesto que es el nombre de un dios hindú, es decir, masculino.

Pancho es un adolescente de la localidad que conoce muy bien a la familia de Alaín, pues su madre Guillermina le hace las limpias a la madre de Alaín. Conoce muy bien el Tepozteco, algo que sería importante hacia el final cuando nos enteramos qué hay detrás de él.

Tonatzin o Tona como se hace llamar, es la hija de Coatlicue. Se presenta ante los niños como una mujer que les ofrece comida y a estos le agrada por encontrarla parecida a la virgen de Guadalupe. Lo que más le interesa es ayudar a los niños a salir del Tepozteco, algo que la lleva a entrar en conflicto con su madre Coatlicue, por lo que ambas tienen un enfrentamiento en el aire. Es ella la que sabe qué ocurrió con Selene antes de que los otros niños fuesen acorralados por los otros dioses y por eso la sondea.

Chicomecóatl o Chico es la diosa de los mantenimientos y la encargada de sondear a Yanira. No tiene mucha más relevancia hasta ese entonces, ya que ella aparece por primera vez en lo profundo del Tepozteco junto con el resto de los dioses.

Coatlicue es la madre de Tonatzin. Quiere sacrificar a los niños porque no le agrada que la gente de afuera, como ellos llaman a los humanos, estén dentro del Tepozteco. Por ello, confronta en el aire a Tonatzin, la cual es totalmente opuesta. Es la única que está en contra de la propuesta de Tezcatlipoca, pero no puede hacer mucho más. Es la encargada de sondear a Érika.

Xiutecutli o Xiute es el dios del fuego. Está entre los dioses que quieren dejar a los niños tranquilos, por lo que quiere llevarlos a salvo con Tonatzin. No está de acuerdo con los sacrificios humanos porque así lo había dejado estipulado Quetzalcóatl antes de marcharse. Desde su perspectiva, hay que adaptarse a los tiempos y la violencia en nombre de ellos ya no tiene razón de ser. Es el encargado de sondear a Homero.

Tláloc Tlamacazqui es el dios del agua, como se puede entender de su aspecto y sus ataques, todos ellos varias formas de agua (hielo, nieve, lluvia). Es el encargado de sondear a Alaín.

Xipe Tótec es un dios que le produjo temor a los niños por su aspecto, el cual Agustín dice que «tenía el cuerpo desnudo, cubierto apenas por pellejos humanos, sangrantes, en distintos grados de descomposición» (Agustín). Junto con Tláloc, Xipe Tótec quiere sacrificar a los niños a Huitz y a Coatlicue.

Huitzilopochtli o Huitz es el dios del sol y de la guerra. No sorprende que, por ello, añore los viejos tiempos de sacrificios humanos y esté en desacuerdo con la regla de Quetzalcóatl de no hacer más sacrificios. Es el encargado de sondear a Tor.

Xochipilli, el dios de las flores, está en contra de cualquier sacrificio; por lo quiere dejar a los niños en paz. Incluso se ofrece a borrarles la memoria.

Tlazultéutl es la diosa del amor y del sexo. Se encarga de sondear a Indra.

Tezcatlipoca, el espejo humeante, está por encima de todos los dioses por ser el más antiguo de todos siendo así el que tiene derecho de juzgar a los niños antes de decidir si los dejan ir o los sacrifican. Era su voz retumbante la que los niños oían al entrar en la panza del Tepozteco. De hecho, ya se había encontrado con los niños antes de que estos se encontraran con Tonatzin en forma de anciano borracho.

Quetzalcóatl es el último dios en aparecer y lo hace porque Tezcatlipoca lo reconoció y pudo recordar su identidad luego de su desaparición en Tullan Tlapallan. Fue él el que prohibió los sacrificios humanos, de esta manera rivalizando con Huitzilopoctli. Al llegar a lo más profundo del Tepozteco, finalmente pudo encontrarse con los demás dioses y aceptar que ya no son importantes pero que siguen vivos de alguna manera en el espíritu de los mexicanos.

En la novela conocemos un poco de la mitología azteca y varios de sus dioses tienen momentos para brillar a pesar de su poco tiempo en escena. Además, se observa sincretismo religioso, pues en casa de Guillermina hay un altar dedicado a la Virgen de Guadalupe y en él había varios símbolos religiosos y esotéricos. El pasaje donde Guillermina le hace una limpia a la madre de Alaín es un retrato de un ritual relacionado con la brujería. Esto cobraría más sentido hacia el final cuando los niños se encuentran con los dioses aztecas.

Una cosa que se muestra en La panza del Tepozteco es como los dioses aztecas se sintieron desplazados ante la llegada de los españoles que impusieron el cristianismo y lo que ha significado el retiro para ellos. A pesar de que algunos de ellos disfrutan el retiro e incluso que sigan siendo recordados aunque no venerados, también están aquellos que extrañan los días de los sacrificios humanos, viéndolo como la mejor forma de rendirles culto.

La manera en lo que los dioses sondean a los niños también es mostrada como un intercambio de pensamientos y personalidades entre seres míticos y entes mortales. Los niños aprenden mucho de los dioses y estos a su vez aprenden mucho de los niños, lo que les permite entender si los niños son dignos de vivir y regresar al mundo o serán sacrificados.

En general, los personajes no están mal trabajados pero saber de sus personalidades en los sondeos puede ser un poco decepcionante. En cuanto a la narrativa, el hecho de que los capítulos sean largos puede ser complejos a la hora de leer, a pesar de su sencillez, porque puede causar que el lector se confunda. En ese sentido, no sé si deba recomendar esta novela.

 

BIBLIOGRAFÍA

Agustín, J. La panza del Tepozteco.

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