UN COMUNISTA EN CALZONCILLOS

Para empezar un nuevo Mes del Padre, esta semana analizaré la novela Un comunista en calzoncillos de la escritora argentina Claudia Piñeiro, publicada en 2013.

Un comunista en calzoncillos es una novela, digamos, diferente. Tiene dos partes, Mi padre y la bandera, compuesta por catorce capítulos y Cajas chinas, una colección de varias fotografías e historias conectadas a ellas y a la primera parte. Esta segunda parte es particular porque no se lee al final de Mi padre y la bandera sino que las historias allí se leen cuando un capítulo de la primera parte pone una nota, la cual envía al lector a una o varias historias de Cajas chinas que están relacionadas con dicho capitulo, lo cual le da un estilo de narración enmarcada a la novela, así como el nombre de la sección. La estructura me recuerda un poco a Rayuela, pero menos intrincada. La historia se desarrolla en Burzaco, una localidad de Buenos Aires, entre marzo y junio de 1976.

La protagonista, una versión ficticia de la autora, es una adolescente de 16 años, que tiene una relación de complicidad con su padre, al punto de que ella lo apoya en sus ideas y los dos se entienden mutuamente. En su escuela, es una estudiante destacada al punto de que la designan con abanderada a pesar de estar en el penúltimo año. En su casa, vive con sus padres y su hermano menor en una casa sin necesidades pero sin lujos, en parte gracias a sus abuelos maternos que proveen algo de comida a la familia con las gallinas que su abuela cría.

A lo largo de la novela, ella nos habla de los ancestros de sus padres, cómo era el matrimonio entre ellos, la relación entre su padre y sus suegros, los distintos empleos de su padre, el golpe de estado de 1976 y sus primeras consecuencias en sus conocidos, sus primeras opiniones sobre la política y el destino de sus padres y sus abuelos.

Claudia debe lidiar con los cambios políticos en la Argentina de la década de 1970 con sus compañeros preguntándole y preguntándose entre sí quién es comunista y mencionando a quién detuvieron. Al mismo tiempo, tiene que aceptar los problemas dentro de su familia como el rechazo que su padre le tiene a la mayor parte de su familia, la inconformidad entre ambos progenitores debido a los constantes cambios de empleo de su padre y la inconformidad de este con su matrimonio. Ama a su padre al punto de que se debate entre ser abanderada y entregarse al sistema o rechazar ese honor para complacer a su padre, además de querer complacer a su amigas y compañeras de clase, con las quiere socializar, o seguir los consejos de su padre. Para ella, la lucha es «pertenecer o ser distinta» (Piñeiro, p. 64).

El padre es un hombre bastante particular. Abraza las ideas comunistas, pero eso no le impide ser individualista y apreciar las libertades que le da el mundo capitalista como cambiar de trabajo de manera constante y de acuerdo a las necesidades del momento. Por esto, no le agrada el peronismo, pero mucho menos el autoritarismo, razón por la que ve a la dictadura inequívocamente como peligrosa. Le gusta practicar tenis y está en forma, pero no eso lo impide fumar compulsivamente, un hábito que lo llevaría a la muerte diez años después del último golpe de estado en Argentina en circunstancias muy peculiares.

La relación entre el padre y su hija es más de complicidad que otra cosa, siendo más cercana con ella que con su esposa o su hijo, en parte porque sabe que ella promete mucho y que podría llegar a ser alguien importante. Por ello, no le permite aprender corte y confección y le aconseja no estudiar magisterio, una profesión considerada como femenina, porque él considera que su hija es distinta de las otras niñas, más interesadas en chismosear y en cosas superficiales que trazarse objetivos grandes en su vida. Es a ella a quien le cuenta sus ideas y sus creencias políticas, como se ve cuando le presenta una nota en la que critica la dictadura en vesre1.

Parte de esta relación tan cercana se debe a que el padre no está contento con su matrimonio y con la familia que tiene. Piensa que no debió casarse tan pronto o antes de siquiera saber cómo mantener a su familia, puesto que él nunca ha tenido un empleo fijo. Para él, su hija es su mayor logro como persona.

La madre no es un personaje tan importante y tiene pocos diálogos. De no ser por sus padres que les proporcionan algunos víveres como carne blanca, la situación económica sería más compleja para la familia. Es la típica ama de casa, dedicada al cuidado de sus dos hijos y con un marido que no le tiene mucho aprecio. Aunque ellos no discuten, se nota la falta de cariño y la tensión entre ambos.

La abuela materna, junto a su esposo, son los dueños de unas gallinas ponedoras, las cuales a veces usan para alimentar a la familia. La abuela tiene la costumbre de matar pollos girándoles el cuello antes de cortarles la cabeza, para evitar que un pollo sin cabeza se quede andando por ahí. A pesar de lo mal que se llevan con su yerno, los abuelos tienen un rol positivo en la muerte de él.

La señorita Julia es la maestra de sexto año, la clase de la protagonista. A lo largo de la novela, vemos que la adolescente siente una enorme rivalidad hacia su profesora por su cercanía con el padre de la primera debido a que ambos juegan tenis. Como la señorita Julia es una mujer separada, la protagonista piensa que ella puede estar detrás de su padre, por lo que desearía que su maestra desapareciera y nunca más volver a verla, algo que se cumple de manera terrible, pues la señorita Julia es detenida y nunca se conoce su paradero. Si ella tenía una relación con el padre de la protagonista, eso es algo que da en el aire, aunque al parecer todo apunta a que no era así. Además de jugar al tenis, a la señorita Julia es aficionada a la natación.

La novela nos presenta la relación de una hija con su padre, basada en la complicidad y en el sentimiento de orgullo de cada uno. Ambos sienten un gran cariño el uno por el otro, pero no quieren tomar decisiones que pueden terminar perjudicando su relación. El padre de la protagonista no quiere que estudie magisterio o que aprenda a realizar corte y confección, es decir, lo que busca es que ella no se dedique completamente a actividades consideradas femeninas porque él considera que ella es bastante inteligente como para llegar a ser una profesional exitosa.

Además, la novela nos presenta los primeros días de la última dictadura militar en Argentina, también conocida como Proceso de Reorganización Nacional, que comenzó en 1976 con el golpe de estado a María Estela «Isabelita» Martínez de Perón y terminó en 1983 con la entrega de poder a Raúl Alfonsín, elegido en las elecciones de ese año.

En el caso de la novela, se hacen referencias sobre los detenidos-desaparecidos, primero con una de las compañeras de clase de la protagonista que menciona sobre los detenidos-desaparecidos y luego se menciona la detención de un dentista por tener un póster del Che Guevara, aunque este eventualmente fue liberado. No tendría la misma suerte la señorita Julia, la profesora de la protagonista, que fue detenida y nunca más se supo de ella, algo que llenó de culpa a la adolescente porque deseó que su maestra desapareciera para no estuviera cerca de su padre. Además, el padre de la protagonista menciona la aparición de cadáveres de detenidos-desaparecidos en las playas, un hecho que sí ocurría.

En general, Un comunista en calzoncillos se siente un poco más cohesiva que Una suerte pequeña, otra novela de Claudia Piñeiro que leí hace tres años, que también tiene un estilo de lectura complejo. ¿Por qué la considero más cohesiva? Los personajes del padre y de la hija están mucho más trabajados que los de Una suerte pequeña, pero solo son ellos los que reciben este tratamiento. La madre es un personaje muy plano y aún más el hermano menor, que casi no tiene diálogos, si acaso alguno. En ese sentido, la novela se queda corta.

Las historias de Cajas chinas cumplen su propósito en parte: aunque le dan contexto y futuro a la familia de la protagonista, consideró que hacer esto con personajes que no están muy explorados en la novela no tiene mucha razón de ser. A veces te hace preguntar por qué la autora decidió hacer este estilo de antinovela cuando no todo el material es adecuado para ello.

Si desean leer una novela sobre una relación entre padre e hija o una novela cuyo trasfondo sea la última dictadura militar argentina, considero que hay trabajos más adecuados. Esta novela no me parece mala, pero por el estilo y el concepto que trabaja esperas una narrativa más llamativa y no es el caso. La considero un poco mejor que Una suerte pequeña, pero eso es todo. No estoy segura si deba recomendarla.

 

NOTAS

1 Cambio en la disposición de las sílabas. De uso muy amplio en el español rioplatense.

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