EL ROL MATERNO EN UNA MUJER SIN IMPORTANCIA
Para seguir con el Mes de la Madre, les tengo otra obra de teatro,
también escrita en el siglo XIX pero esta vez ubicada en la lluviosa Gran
Bretaña. Se trata de Una mujer sin importancia del escritor irlandés Oscar
Wilde. Como la mayor parte de sus obras de teatro, está compuesta por cuatro actos
y los personajes tienden a repetir frases dichas por otros, como una forma de
evolución y cambio moral. Sin embargo, voy a darle un enfoque similar al que
hice con Doña Bárbara el año pasado. Me refiero a que voy a hablar sobre el rol
materno.
La “mujer sin importancia” de esta obra es, como no, una madre. Su
nombre es Rachel Arbuthnot, madre de un hijo llamado Gerald, al que ha sacado
adelante sola en la rígida sociedad victoriana. Sin embargo, ante los demás se
hace pasar por viuda, dadas las implicaciones y el rechazo social que
experimentaban las mujeres que eran madres solteras. También su hijo cree esto.
La señora Arbuthnot es una madre amorosa, atenta y protectora con
su hijo. A veces puede parecer sobreprotectora pero eso es porque teme que el
mundo exterior, en el que su hijo está ingresando, haga un enorme daño en él y
en la relación de ambos. A su vez, Gerald se muestra como un hijo obediente y
respetuoso con su madre.
Su temor se acrecienta aún más cuando se entera de que Gerald ha
sido contratado como secretario de Lord Illingworth, un importante aristócrata
de la zona. Para un muchacho que no ha sido educado en las grandes
instituciones británicas como Eton u Oxford, un empleo así no podía ser
despreciado pero la señora Arbuthnot no desea que su hijo tome el empleo por
una razón que se remonta a su pasado.
Veinte años antes, ella y Lord Illingworth, que en esa época era
conocido como George Harford, tuvieron una relación en la que él le prometió
matrimonio pero, a pesar de los ruegos de ella y del padre de él, no quiso
casarse con ella a pesar de que estaba esperando un hijo suyo. Al nacer Gerald,
ella desapareció con el niño, hasta que veinte años después George Harford, ya
siendo Lord Illingworth, contrata a Gerald sin saber que era su hijo hasta que
en una reunión le presentan a la señora Arbuthnot como la madre de Gerald y
enseguida la reconoce.
Ambos se reencuentran y discuten por primera vez después de veinte
años, pero ahora Lord Illingworth desea tener a Gerald para llevarlo a la
India, educarle en las maneras de la aristocracia británica y esto implica
apartar al joven de su madre. La señora Arbuthnot le suplica que no le quite a
su hijo porque es lo único que tiene y además le recuerda que no tiene derecho
a él porque no quiso asumir la responsabilidad de casarse con ella y que es
ella la que lo ha educado. Sin embargo, Lord Illingworth le hace entender que si
Gerald se entera de la verdad acabaría despreciándola.
Sabiendo que está por perder a su hijo, la señora Arbuthnot le
cuenta a su hijo la historia entre ella y Lord Illingworth, pero para evitar
que su hijo se entere se la cuenta en tercera persona, todo ello para que
Gerald sepa el tipo de persona que es Lord Illingworth. A pesar de la historia,
Gerald insiste en irse pues para él la mujer de la historia es culpable de pecar.
Viendo que su hijo no está dispuesto a escucharla, ella se limita a decirle que
es libre de irse con Lord Illingworth. Su hijo se alegra de que su mamá ya no
se oponga a su viaje pero eso se transforma en desprecio cuando Hester Worsley,
la rica heredera estadounidense de la que él está enamorado, acusa a Lord
Illingworth de querer besarla sin su consentimiento. Cuando la señora Arbuthnot
ve que su hijo está dispuesto a golpear a Lord Illingworth para defender el
honor de Hester, se ve obligada a confesar la verdad para evitar la pelea entre
padre e hijo.
Ya en casa y al enterarse de que Gerald escribe una carta a Lord
Illingworth para que se case con ella, la señora Arbuthnot le dice que nunca se
casaría con Lord Illingworth porque sólo siente odio por él y el matrimonio
implica el amor de dos personas. Para ella, casarse con él sabiendo que lo
detesta sería mentirle a Dios, al único al que no se le debe mentir y que no se
arrepiente de su error de su juventud porque de él surgió Gerald, su amado hijo.
En ese momento no se dan cuenta de que Hester (que tenía unas ideas
conservadoras sobre Dios) los ha estado oyendo. Ella les dice que ha cambiado
su pensamiento sobre Dios, pues se dado cuenta que la ley de Dios es en
realidad el amor. Finalmente ha logrado comprender a la señora Arbuthnot y
desea ofrecerles un hogar en los Estados Unidos, donde nadie los juzgaría por
su condición.
En el momento en el que Gerald y Hester salen al jardín después de
recibir la bendición de la señora Arbuthnot, ella recibe la visita de Lord
Illingworth. Aún desea estar cerca de Gerald después de ver como estaba
dispuesto a defender a Hester, pero actúa de forma cínica al hablar mal de ella
y ofendiéndola por su moral. La señora Arbuthnot, por el contrario, defiende la
actuación de Hester al creer que hizo bien en defenderse y no cometer un error similar
al que ella cometió. Le enfatiza que Gerald no quiere saber nada de él.
Entonces Lord Illingworth ve la carta que Gerald le escribió, la lee y al
enterarse de su contenido, le propone matrimonio a la señora Arbuthnot y de
nuevo ella manifiesta su rechazo debido a lo mucho que lo odia, el cual se
iguala a su amor por su hijo, que tampoco lo quiere a él. Cuando Lord
Illingworth pregunta cómo Gerald cambió de opinión, la respuesta de la señora
Arbuthnot es “la puritana”, es decir, Hester.
Sabiéndose derrotado, Lord Illingworth se limita a ponerse a
ponerse uno de sus guantes y comentar cínicamente sobre lo poco que significan para
él Gerald y la señora Arbuthnot. Cuando está a punto de decir bastardo, ella lo
abofetea con el guante que no se había puesto. Después de esto, Lord
Illingworth se va justo cuando Gerald y Hester regresan y le preguntan quién
estuvo. Ella sólo responde: Un hombre sin importancia.
La señora Arbuthnot tiene el protagonismo a pesar de que aparece
por primera vez en el segundo acto. Ella trata de explicar cómo se hizo cargo
de su hijo pero como a su vez tuvo que mentir al mundo para evadir el estigma
social que tenían las madres solteras de su tiempo. Intenta todo lo posible tener
la compañía de su hijo y protegerle del mundo exterior. Por eso desea alejarlo
de Lord Illingworth, que representa ese mundo falso y superficial. Al hacerle
ver a Gerald que su padre es el mismo hombre que dañó su honra y su juventud, el
joven desiste de tener una relación con Lord Illingworth.
También cambia la forma de pensar de Hester Worsley. La joven
consideraba a las mujeres solteras y a sus hijos como pecadores que merecían
castigo, pero después de ver como Gerald la defendió de Lord Illingworth y de
escuchar la explicación de la señora Arbuthnot a Gerald, se da cuenta de su
error y en cambio les ofrece un hogar en los Estados Unidos y que la considere
no sólo su nuera, sino también una hija adoptiva. La señora Arbuthnot acepta.
La señora Arbuthnot es una verdadera madre que no le importa asumir
su rol de madre soltera pero que prefiere ocultar para mantener las
apariencias. Sin embargo, insiste en asumirlo por completo cuando está a punto
de perder a su hijo y luego recuperarlo. Sin darse cuenta, logra cambiar el
pensamiento de una joven si bien práctica, radicalmente religiosa, y no sólo se
gana su respeto, sino que ella le ofrece un hogar y un lugar en su vida. Por
esto, considera que aunque no le dio un padre a Gerald, le ayudó a obtener una
esposa. De esta forma, los tres tienen la oportunidad de tener una nueva vida
lejos de todo.
Para mí y por todo lo expuesto, la señora Arbuthnot es una madre
ejemplar y una verdadera mujer. Un ejemplo para todas las madres. Ahora es el
momento de despedirnos de los Arbuthnot e ir a una tierra extraña pero hermosa.
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