EL JARDÍN DE LOS CEREZOS
Pasamos
de la pluviosa Gran Bretaña a la fría Rusia. La entrada de esta semana es El
jardín de los cerezos de Antón Chéjov, que es significativa al ser su última
obra, pues murió en el mismo año de su estreno: 1904. Esta entrada va a girar
en torno al personaje al que giran todos en la obra: Liubov Andreievna1
Ranevskaya.
Liubov
pertenece a la aristocracia rusa de principios del siglo XX. Su familia ha
poseído desde hace siglos un jardín de cerezos que es conocido en toda Rusia
por su tamaño y lo ha resguardado tal como lo han hecho sus ancestros durante
años. Para otras personas, el jardín de los cerezos no es importante pues sólo
produce frutos cada dos años y aparentemente estos no tienen buen sabor, pues
se dice que nadie los compra, pero para Liubov su jardín es lo más preciado que
tiene y no dejaría que nadie se quedara con él.
Su
autoexilio en Francia tampoco fue feliz. Conoció a un hombre y se casó con él,
pero durante todo ese tiempo despilfarró su dinero heredado de una abuela
comprando una costosa villa en Menton, ciudad de la Costa Azul, que luego se
vio obligada a vender para pagar sus deudas. Dicho hombre se aprovechó de ella,
la maltrataba físicamente y le gastó el poco dinero que le quedó. Cuando finalmente
Liubov decidió escapar de él, la ayudó Ania, que para entonces ya no vivía con
ella y ambas deciden regresar a Rusia en el mes de mayo.
A pesar
de estar en una situación económica crítica, Liubov no ha aceptado este hecho y
en el viaje en tren a Rusia evidencia tener gastos y gustos caros como, por
ejemplo, pidiendo la comida más cara y dando una propina elevada a los
camareros. Cuando se entera de que la hacienda y el jardín serían rematados en
agosto, ella se llena de angustia y finalmente reconoce que su manera de
administrar el dinero ha sido la causante de la quiebra familiar. Entretanto,
sus hijas hacen todo lo posible para intentar salvar el jardín sin decírselo a
su madre.
Una de
las cosas que la familia intenta hacer a escondidas de Liubov es que buscar
soluciones que a la larga demuestran no ser serias ni eficientes como casar a Ania
con un conocido rico o pedirle dinero a una condesa tía de ellos que es muy
rica pero avara.
Sin
embargo para cuando llega agosto, también llega la subasta de la hacienda y del
jardín, por lo que la familia nuevamente se angustia. Luego descubren que el
comprador es Ermolai Alexeievich Lopajin3, un hombre cercano a la
familia que desciende de siervos liberados y que en los últimos años se ha
enriquecido gracias al comercio. El hombre ha decidido convertir la hacienda y
el jardín en casas de verano para la nueva clase rica. Curiosamente con la
venta del jardín, Liubov siente un alivio porque todo ha terminado y sabe que
su vida anterior nunca volverá, pero el iniciar una nueva vida le da cierta
aceptación en medio de todo lo que ha ocurrido.
El tema
principal que tiene El jardín de los cerezos es de corte social, en este caso
es el cambio social desatado por la abolición de la servidumbre en Rusia en
1861 por parte del zar Alejandro II. La aristocracia rusa, incapaz de aceptar
este nuevo sistema, empieza su declive mientras que los antiguos siervos logran
prosperar y convertirse en una clase social media. La primera es representada
por Liubov y su familia y la segunda por Lopajin, el descendiente de siervos,
que al final logra hacerse con el jardín de las Ranevskaya. Lo expuesto también
tiene cierto fondo personal considerando que Chejov era descendiente de
antiguos siervos.
Pero lo
que puedo observar de El jardín de los cerezos es la evolución que tiene
Liubov, siendo ella el centro de la acción por ser la matriarca de la familia.
Al principio se muestra como una mujer depresiva, temerosa y que incluso
alucina por momentos con su abuela o su hijo, ambos ya fallecidos, cada vez que
se asoma al jardín. Como madre, Liubov parece ser una mujer amorosa y
comprensiva, que trata a sus dos hijas por igual y que desea lo mejor para
ellas.
El
principal defecto que tiene Liubov al inicio de la obra es su incapacidad de
aceptar el nuevo entorno y su deseo de vivir en el pasado; de hecho sus hijas tienen
un punto de vista más realista que ella. Conforme avanza la obra Liubov reconoce
que ella es la responsable de la actual situación por querer seguir viviendo
como si nada hubiera cambiado y este el primer paso para su evolución personal.
Al final está lista para asimilar su nueva vida.
Sus
hijas Ania y Varia son mujeres que a diferencia de su madre tienen más
conciencia de lo que ocurre a su alrededor y se dan cuenta de que ya no pueden
mantener su antigua vida. Aunque intentan hacer lo posible para salvar la
hacienda y el jardín, al final ven que eso no es posible y cada una decide
empezar a hacer su propia vida. Ania se queda con su madre Liubov pues ambas
son muy cercanas y piensa estudiar para trabajar de institutriz de manera
implícita, mientras Varia decide emplearse como ama de llaves.
Las hermanas tienen también intereses amorosos; la primera Piotr (Petia) Sergueievich Trofimov, el ex preceptor de Grisha y eterno estudiante de ideas izquierdistas, y la segunda Lopajin, pero ninguno se concreta; Ania, ante la falta de estabilidad de Trofimov, y Varia, porque no quiere contraer matrimonio a pesar de que Lopakhin desearía convertirla en su esposa. El hecho de que ambas al final optan por tomar sus propias decisiones y mantener su independencia en lugar de un rol tradicional revela que Ania y Varia son mujeres adelantadas para su época, y revela, que pese a sus defectos, Liubov crío muy bien a sus dos hijas.
Las hermanas tienen también intereses amorosos; la primera Piotr (Petia) Sergueievich Trofimov, el ex preceptor de Grisha y eterno estudiante de ideas izquierdistas, y la segunda Lopajin, pero ninguno se concreta; Ania, ante la falta de estabilidad de Trofimov, y Varia, porque no quiere contraer matrimonio a pesar de que Lopakhin desearía convertirla en su esposa. El hecho de que ambas al final optan por tomar sus propias decisiones y mantener su independencia en lugar de un rol tradicional revela que Ania y Varia son mujeres adelantadas para su época, y revela, que pese a sus defectos, Liubov crío muy bien a sus dos hijas.
Honestamente,
puedo decir que esta obra no me gustó tanto. Me gusta el retrato social que
refleja y de los personajes, en particular las Raneskaya y Lopajin, pero su
ritmo está lleno de lentitud e insipidez. No sé si es porque no estoy
familiarizada con la literatura rusa o es simplemente el libro, pero no logró
mantener mi atención. Eso si, me encanta la evolución de Liubov que pasa de una
mujer ciega a todo y derrochadora a una capaz de asimilar la adversidad que se
le ha de presentar.
NOTAS
1 La onomástica (ciencia de los nombres propios) rusa consiste en el
nombre, el patronímico (hijo(a) de) y el apellido, que suele terminar en a o
aya si la persona es mujer. Por lo tanto, el patronímico de Liubov quiere decir
hija de Andrei y su apellido (en realidad de su primer esposo) es Ranevsky. Su
apellido de soltera vendría siendo Gaieva pues el apellido de su hermano es
Gaiev.
2 Los nombres de los hijos de Liubov son en
realidad diminutivos, que son de común empleo si varias personas tienen
vínculos familiares o de amistad entre si. Los nombres verdaderos de ellos son
Anna (Ania), Varvara (Varia) y Grigori (Grisha).
3 La romanización del alfabeto cirílico puede
variar. Esto hace que algunos apellidos tengan diversa escritura:
Lopakhin-Lopajin, Gaiev-Gayev, dependiendo de la edición.
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